¿Quién necesita hacer o denunciar fraude electoral cuando el sistema político entero es un fraude?
Si usted quería votar por Thelma Aldana en las elecciones del 16 de junio y no lo dejaron, vote por ella el 11 de agosto.
Vote por Thelma Aldana en la segunda vuelta electoral. Si a usted, como a mí, lo dejaron sin candidata, igual vote por ella. Sé que no está en la papeleta. Por eso se lo digo. Porque Thelma Aldana hoy no es simplemente una candidata con virtudes y también debilidades. Thelma Aldana es, sobre todo, una idea.
Hoy el nombre de Aldana representa la noción de que sí podemos ser mejores. Es evidencia de que aún un proceso viciado y un gobierno corrupto pueden producir una fiscal decente. Una fiscal que señale y persiga al mismo Presidente que la nombró, porque lo exigen la ley, la justicia y la responsabilidad personal.
Vote por Thelma Aldana porque su nombre ilustra cómo la clase media urbana, aún tras dos generaciones de silencio, puede rescatar el ánimo de 1944 y producir un partido y una candidata que ganen. Vote por ella, porque así denunciamos al sistema que la excluyó por todas las razones equivocadas. Y cuya razón más importante para sacarla fue porque podía ganar sin abrir las puertas de la cárcel, sin ceder la justicia a los corruptos, a la élite mafiosa y a los oficiales ladrones. Sin renunciar a la obvia necesidad de la Cicig, que nunca fue una amenaza a nuestra soberanía.
Vote por Thelma porque usted y yo sabemos que los dos candidatos que quedaron llegaron a base de vender el alma al diablo, hoy o hace ratos. Apuntar en la papeleta ese nombre —Thelma— es recordar que aquí el 11 de agosto no habrá elección, sino referendo de opciones de la élite económica y de la mafia. ¿Quién necesita hacer o denunciar fraude electoral cuando el sistema político entero es un fraude?
Apuntar ese nombre —Thelma— es reconocer que la forma en que se conduce Consuelo Porras, la hoy fiscal, es opcional. Que su inmovilismo es deliberado. Que ante el juramento por la justicia prefirió la venta al mejor postor.
Apuntar en la papeleta ese nombre —Thelma— es recordar dónde están Thelma Aldana y Claudia Paz y Paz, las dos anteriores fiscales. Ambas expertas, desempeñaron la investigación judicial con esmero. Ambas aprovecharon lo mejor del apoyo internacional de la Cicig. Ambas pusieron a auténticos criminales de Estado en el banquillo de los acusados. Pero hoy ninguna puede vivir en Guatemala. Apuntar en la papeleta ese nombre es recordar que el comisionado más efectivo que tuvo la Cicig —el que nos ayudó a encarcelar presidentes pero también megaempresarios ladrones— tampoco puede entrar a este país y que la comisión que empoderó para nuestro bien habrá sin embargo desaparecido en 2 meses. Apuntar ese nombre es recordar que los mandatarios que elegimos hace 4 años y sus designados son traidores a la ciudadanía y a la justicia.
Por fortuna la historia pareciera gustar de la ironía. Porque Thelma es el nombre de la candidata clasemediera urbana que no ganó solo porque fue bloqueada por la élite económica y los corruptos. Pero Thelma es también el nombre de la candidata campesina e indígena que no solo compitió, sino que además marcó un parteaguas. Thelma es el nombre de la mujer que abrió una amplia zanja, una llaga que desnuda el corazón indígena de este Estado de oligarcas. Es el nombre de la mujer indígena por la que votaron hasta clasemedieros urbanos, hartos de tanta mentira. Y esta Thelma es también más que una mujer con luces y sombras. Esta Thelma es también, sobre todo, una idea. Es la idea de que es indispensable una ciudadanía indígena de pleno derecho. Es la idea de que todos debemos tener las mismas oportunidades en realidad y de que la inclusión nos hace mejores a todos.
Por eso el domingo 11, si no vota, recuerde que no va porque en la papeleta no dice Thelma. Y si va a votar, apunte en esa papeleta lo que falta: Thelma. Y si trabaja o colabora en un puesto de votación, reflexione y alégrese si ve ese nombre en alguna papeleta. Y cuando al fin se cuenten los votos y gane el mayor de los perdedores, anote esa otra cuenta, la de los votos en blanco, la de los votos nulos. Porque aunque el Tribunal Supremo Electoral los cuente así y luego los ignore, usted y yo sabremos que esos votos tienen nombre. Ese nombre es Thelma. Y ese nombre somos usted y yo.
Ilustración: La Artesiana (retrato de Madame Ginoux) (1888), de Vincent Van Gogh