El 11 de febrero recién pasado Brian Nichols, Secretario Adjunto para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de los EE. UU., reaccionó a los más recientes actos de persecución que ha desatado Consuelo Porras, fiscal general de Guatemala, contra abogados y fiscales que en años pasados combatieron la corrupción, señalando que «continúan un patrón de intimidación y venganza contra individuos responsables de pelear contra la impunidad (y son) acciones que minan el imperio de la ley». La cuenta institucional del Departamento de Estado comentó que «Acciones como estas por la Fiscal General (…) no ayudan y son inaceptables».
Recordemos que el 20 de septiembre el gobierno de los EE. UU. anunció haber puesto a Porras en su lista de «actores corruptos y no democráticos». En ese momento el comunicado de prensa afirmaba que la potencia del Norte seguiría usando «las herramientas a su disposición para promover la rendición de cuentas por los ataques a las aspiraciones democráticas de la gente de Centroamérica». Tras casi 5 meses, con Porras impertérrita y más bien desatada en su venganza contra todos los que tuvieron algo que ver en la persecución penal contra exmilitares y grandes empresarios corruptos, bien podemos convenir en que las herramientas a disposición del gobierno de los EE. UU. —o al menos las que escogen usar— han demostrado ser bastante ineficaces.
La diplomacia es un asunto sutil. En voz baja se dicen las amenazas, el estoque se oculta bajo el capote. Pero en última instancia se mide por los resultados. Y hasta acá todo el tronar de sables estadounidenses ha servido de poco para frenar la malicia en el Estado perverso que es Guatemala. O, de nuevo, se ha escogido tronar sables que no asustan.
Son varias las posibles razones de esa ineficacia accidental o deliberada. Puede que la corrupción y la injusticia en Guatemala no alcancen un nivel suficientemente importante para exigir atención. Cuando se maneja el tablero de mando de la gendarmería global no hay tiempo para todo. Guatemala no alcanza a encender una luz roja cuando el gendarme está ocupado buscando/evitando una guerra con Rusia por interpósita Ucrania.
Puede ser que el dejar pasar la corrupción en Guatemala sea consecuencia del globo a medio inflar que resultó ser la vicepresidenta Harris. Muy temprano Biden le encargó a su segunda de abordo lidiar con la migración centroamericana, incluyendo sus «raíces» corruptas. La relativa ineficacia que ha mostrado ella en todo podría estarse expresando también aquí.
Sin embargo, sospecho que las razones limitantes —falta de tiempo, falta de capacidad— son superadas por las estratégicas. Biden juega con las cartas que tiene en Centroamérica. Con respecto a los gobiernos de la región eso para sus diplomáticos significa primero lidiar con un Bukele que no solo es popular con su ciudadanía, sino también astuto y eficaz (al menos hasta aquí) para crearse espacio de maniobra internacional. Si algo valoran los EE. UU. en nuestra región es mantener control en un entorno estable. Bukele no ofrece lo primero ni garantiza lo segundo.
Así, con tal de cerrarle el cerco al salvadoreño, hoy los EEUU se amista con la presidenta Castro de Honduras. Esto aunque en 2009, siendo Biden vicepresidente en el Norte, no tuvieron inconveniente en validar el golpe de Estado contra Manuel Zelaya, esposo y correligionario político de Castro.
Y por lo mismo se mantienen firmes los EE. UU. en su alianza con el corrupto e ineficaz régimen de Giammattei en Guatemala. Para mantener el frente que significamos —al norte como frontera antiinmigrante, al sur como contención a la rebeldía de Bukele— más vale un recadero confiable de la élite perpetua que la justicia y el bienestar de los guatemaltecos.
Lo malo, lo triste y lo predecible es que Guatemala pareciera tener una vocación contrahistórica impecable. Mientras en Honduras se abre una ventana democrática (aunque siempre sujeta a volver a cerrarse con un pequeño empujón desde el Norte) y en El Salvador se experimenta con el autoritarismo posmoderno, en Guatemala no pasa nada. Para cuando lleguen las elecciones en 2023 en este país es bastante probable que Biden haya perdido la escasa ventaja en su legislativo y los impresentables amigos de Trump estén regodeándose ante una nueva ronda de desmanes.
Dice el refrán que nadie sabe para quién trabaja. En nombre de la estabilidad Biden está dando pase a los corruptos beneficiarios oligárquicos de Porras y sus aliados políticos. Garantiza así su sobrevivencia para cuando vuelvan los republicanos a la Casa Blanca.
Ilustración: Radiación de palomas (2022, foto propia)