Lógica del poder: ¿por qué siempre gobiernan, si son tan inútiles?

La debacle de la vacunación en Guatemala es un hecho. No es asunto de tragarse el netcenterno #YoApoyoAMiPresidente ni dedicarse al airado #YoNoTengoPresidente. Basta con ver los números.

A la fecha, en esquemas completos de vacunación, Guatemala ocupa el puesto 45 de 48 países en la región. Solo 4 están peor: St Vincent y Las Granadinas (no reportan porque tuvieron una erupción volcánica), Nicaragua (no reporta porque es Ortega), Honduras, y Venezuela. Del resto absolutamente todos superan al selecto grupo que encabeza Guatemala: países que no han podido completar la vacunación ni siquiera del 1% de su población. El siguiente país —Paraguay— con su dato nada espectacular casi triplica el exiguo logro de Guatemala.

No seamos tan negativos, dice entusiasta la Fundesa, a coro con el presidente: ¡Guatemala no se detiene! Los datos —¡ay!— les dan la razón. En Centroamérica, El Salvador, Costa Rica, Panamá y Belice empezaron a vacunar y a partir de eso, aumentaron el ritmo de esquemas completos. Aquí la cosa no se detiene, sencillamente porque no arranca. Empezamos tarde, pero por lo menos mal.

Como tapa del pomo apunto una cosa más: en general a Guatemala no le va mal en inmunizaciones. La vacuna con el desempeño más bajo —la triple de sarampión, parotiditis y rubéola— en 2019 estaba en 78%. O sea que no solo tarde y mal, sino adrede. En covid-19 la vacunación no arranca porque al poder no se le da la gana ni le importa que arranque. No basta decir que son chambones; también son maliciosos.

En suma: son inútiles para enfrentar el covid-19, como lo han sido para dar paso libre al tránsito en Chimaltenango, superar la desnutrición infantil, enfrentar la vulnerabilidad ambiental, aliviar la conflictividad en el campo y un larguísimo etcétera. Problemas enunciados una y otra vez a lo largo de las décadas, pero que nunca jamás se resuelven.

Si son tan chambones, ¿cómo es que siempre llegan a gobernar? Es aquí donde no basta querer echar al incompetente Giammattei, con sus incompetentes ministros de salud y de relaciones exteriores; no alcanza ofuscarse señalando a la maliciosa junta directiva del Congreso, con sus pésimos miembros. O al bulto inmóvil que es Consuelo Porras en el MP. Hace un año teníamos otro ministro de salud y era tan incompetente con la actual. Y ante la desnutrición Giammattei demuestra tanta incompetencia como Jimmy Morales, Alejandro Maldonado Aguirre y Otto Pérez Molina. Allan Rodríguez es idénticamente malicioso que Álvaro Arzú hijo. Y salvo Claudia Paz y Paz y Thelma Aldana —ambas excepciones y por eso ambas exiliadas— otros fiscales generales han sido tan chambones como Porras.

Es como si todos vinieran de un solo molde. Y en efecto, así es: son indiferenciados e indiferenciables. Por eso no alcanza con echar a Giammattei. Lo necesario es romper el molde que fabrica Jimmitteis cada 4 años y hasta Ottonado Aguirres de emergencia, si hace falta. Es indispensable entender esto: el problema de fondo no es la persona, es el sistema que lo eleva. Es lo que nunca admitieron en la embajada de los EEUU —quizá hasta ahora—, siempre pidiendo elecciones y nunca abandonando a las élites.

Los mafiosos en el Congreso y en el gabinete no se corrompieron en el puesto que ocupan. Mientras usted o yo aprendíamos la buena técnica de nuestro oficio, ellos aprendían su maliciosa forma de vida. Giammattei lo demuestra: hacen falta décadas de hacer chanchullo para llegar a presidente como mandadero del Cacif y de una camarilla de narco-militares. Tantas, que apenas deja tiempo para aprender a hacer algo bueno una vez se está en el poder.

Entonces, ¿cómo romper el molde? Primero, no trabaje con nadie que dé señas de corrupción —grande o pequeña—. Más bien, denúncielo. Solo va para peor. Segundo, ganar el gobierno exige ir juntos, por muchas diferencias que tengan quienes quieran el bien. Lo urgente es sacar a los mafiosos del gobierno y nadie va a vencerlos por sí solo. Y tercero, no crea ni acepte nada del Cacif ni de los militares. Hay que excluirlos del gobierno. Su mala fe y su dinero son la energía que impulsa la fábrica de canallas incompetentes que nos gobiernan.

Ilustración: Repetición (2020, imagen propia)

Original en Plaza Pública

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