La tarea de hoy en adelante es construir alianzas

Hoy más que nunca es evidente que la oposición al Gobierno deberá basarse en tener un mínimo propósito común, en construir una alianza amplia.

Malo y peor: así se pinta votar el 11 de agosto. Pero no es porque un candidato sea absolutamente peor que el otro. Ambos son malos.

Para la presidencia, Torres y Giammattei son candidatos perjudiciales de muchas formas. Pero cada uno tiene cosas en las que es peor que su contrincante. Torres supera a Giammattei en ambición. Supera incluso a Jimmy Morales en falta de escrúpulos para atropellar la justicia cuando le conviene. Giammattei rebasa a Torres —también a Morales— en el uso de la violencia ilegal. Y muchas de sus propuestas son inútiles. Así que escoja: cicuta o arsénico, garrote vil o silla eléctrica.

Refresquemos la memoria del inventario de malicia que nos trajo hasta acá con el resumen que presenta María Paulina Baena en La Pulla. El video editorial colectivo de El Espectador de Colombia muestra que de lejos es más fácil reconocer el enjambre que distraerse con una avispa. Y que la medicina con miel pasa mejor. ¡Quién escribiera con tanta gracia!

Estamos, sin duda, entre Escila y Caribdis. Cualquier decisión —votar por el uno, por la otra o por ninguno— igual traerá malas consecuencias. Más bien las mismas consecuencias. ¿Qué hacer? Irónicamente, son los mismos candidatos quienes dan la pista. Justamente porque tienen tanta experiencia en estas mañosas lides. La tarea de hoy en adelante es construir alianzas. Esto es muy importante, así que lo repito con negrita y cursiva: la tarea de hoy en adelante es construir alianzas.

En efecto, Torres y Giammattei no pierden tiempo con foros o debates. Para endulzar el oído de los votantes basta con ofrecer cualquier cosa en los mítines. Para halagar a los think tanks alcanza con mandar a debatir a los candidatos a vicepresidente. La verdadera acción está en la visita de altares: poner una veladora ante el perverso Maximón rubio del Palacio de la Loba y abrazar a su fiel cofrade, confirmado en el puesto por la estulticia ciudadana, o jugar a los superhéroes con el alcalde de Mixco. Y así ir amarrando tratos con el colegio de abogados o con las universidades de cartón por las elecciones de jueces y magistrados que vendrán. Quizá apaciguando a la Embajada como se pueda (¿cuánto habrá costado y cuándo valdrá la petición de extradición de Mario Leal, otrora vicepresidenciable de la UNE, desencadenada solo cuando convenía por la siempre servicial fiscal general?).

Pues bien, otro tanto toca del lado de la oposición, que, entendamos, es el lado ciudadano. Sí, los escasos y noveles diputados decentes electos —como mis amistades y correligionarios en Semilla— tienen urgentes tareas en las cuales deben ponerse al día para ingresar al hemiciclo. Y, pasadas las elecciones, todos perdemos de vista que los partidos no son solo máquinas electorales. Pero superar esto hoy es cosa de vida o muerte política. El reto no es el gobierno que asuma el 14 de enero de 2020. Eso es cosa juzgada. El desafío es superar como ciudadanía los embates que sin duda vendrán. Y la medida de éxito la dará el 14 de enero de 2024.

Para ello la clave está en aliarnos. Hoy más que nunca es evidente que la oposición al Gobierno deberá basarse en tener un mínimo propósito común, en construir una alianza amplia. No se confunda, que no es asunto de izquierdas o de derechas, sino de ciudadanía versus depredación, injusticia y autoritarismo clientelar. Lo más difícil —sobre todo para las microizquierdas, para las élites intelectuales urbanas, pero también para el liderazgo indígena, campesino y obrero— es que esto exigirá reconocer hoy que ¡no todos van a poder ser presidente! Ya dejen de fastidiar y fastidiarse con esa ambición, pues hay cosas más importantes qué hacer. Si lo dudan, basta con preguntarle a Nineth Montenegro, que aprendió la lección de la forma más dolorosa: se quedó sin curul e incluso sin partido. El voto no se lo quitaron sus contrincantes, sino quienes debieron ser sus aliados.

Así pues, desarrollemos el músculo de la alianza. Más allá de las propuestas de salud, educación, seguridad o infraestructura, necesitamos un centro de gravedad que reúna a los diputados dignos en la próxima legislatura. Urge un foco que los vincule con el segmento más amplio posible de la ciudadanía. Hoy debemos hacer cuentas de nuevos afiliados conseguidos con nuestros partidos desde las elecciones. Si no los hay, toca empezar a reclutar. Debemos preguntar por la primera reunión, el primer foro, el primer congreso para definir la plataforma común. Corramos, que para ayer es tarde.

Ilustración: Tejedor viendo a la izquierda (1884), de Vincent Van Gogh

Original en Plaza Pública

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