La semana pasada vimos algo curioso. El presidente y su mayoría legislativa dieron marcha atrás a la iniciativa 5272 y el consecuente Decreto 18-2022, mal llamado Ley para la Protección de la Vida y la Familia.
Respiramos aliviados: pareciera detenerse el despropósito. Pero importa entender qué pasó y por qué, considerando el triunfalismo oficialista. Han capturado al Ejecutivo, Legislativo y cada vez más del Judicial. Se atrevieron a aprobar una ley que criminaliza a las mujeres justo en el día de la mujer. ¿Por qué retrocedieron? Aquí hay algo qué explicar.
Imagine que el pacto de corruptos viaja en picop abierto, como esos que aparecen cuando los autobuseros hacen huelga. Todos se encaraman como pueden mientras vayan en la misma dirección. Al timón está el poder oligárquico. El piloto es el Cacif y tiene claro el destino: depredar y concentrar en sus manos el fruto del trabajo y la riqueza de toda la nación.
En la cabina viajan también los políticos corruptos. Son el brocha que cobra a los pasajeros del transporte improvisado. Asignan contratos y administran negocios con que el piloto oligárquico depreda al Estado. Y eventualmente también roban.
Luego están quienes van en la palangana. Los más fuertes tienen los puestos más seguros: exmilitares, narcos y mafias se acomodan, queriendo viajar todo el camino con la gente que conduce, quizá hasta quitarles el timón.
Y finalmente, precarios y en las orillas, van los amigos de ocasión, los que mueven votos. Sindicalistas que transan maestros, alcaldes que transan vecinos y, para el caso, pastores que transan feligreses, bien representados por la alianza entre la Cámara de Industria, el postor —perdón, pastor— John Maxwell y Consuelo Porras.
Lo que mantiene al conjunto variopinto en el camioncito es el quid pro quo: el intercambio de favores. Cada quién quiere algo distinto, de espalda al bien común. Puede ser la oportunidad para robar o un contrato para susurrar sandeces en inglés en nombre del liderazgo. Quizá pasar leyes a la medida o conseguir una exención de impuestos. Y para conseguir apoyo, cada quién ofrece soporte a los demás.
Desde que el vendepatrias Morales echó a la Cicig la fortuna sonríe a la gente del picop. Parecen imparables. Consiguen un PIB que crece aunque la pobreza explote, controlan las cortes para vengarse de juezas y abogadas decentes. Y así al caso: pasan una ley concebida por una religiosidad machista, virulenta y obsoleta.
Pero es aquí donde conviene recordar. El destino del picop es solo uno: que la élite representada por el Cacif pueda depredar y concentrar riqueza. Y esto explica lo que pasó.
Con una ideología digna de la edad de hierro, los pastores quisieran controlar la sexualidad de las mujeres y proscribir a quienes no piensan como ellos. Pero sabemos —aunque neguemos— que la identidad sexual no se escoge y tampoco es pecado. En cada familia, entre amistades, en la iglesia, conocemos al gay, a la mujer que tuvo un aborto, a la madre soltera. Y son como el resto: buenos, malos o regulares, con afanes y alegrías. Nomás que antes no se podía decir y cada vez más la sociedad lo admite.
Y allí topó el pacto de corruptos: una de sus partes —los pastores vendidos— quería una ley cruel y sus socios se la darían, hasta que vieron que eso retaba a su propia base. Porque en la oligarquía, entre políticos corruptos, narcos y mafiosos también hay familiares gay e hijas que son madres solteras o que murieron por un aborto mal realizado.
El sitio change.org arma petitorios en línea. No son muy eficaces para resolver, pero como encuestas rápidas son inmejorables. El jueves 10 a la 1:00 pm el petitorio contra la 5272 acreditaba 75,000 firmas. A las 8:00 am del día siguiente tenía 87,500 firmas. Fueron 657 firmas adicionales por hora, 10 por minuto. Aún en uno de los Estados más retrógrados de Latinoamérica la sociedad guatemalteca tampoco cree en pendejadas sobre la sexualidad.
El curso de acción era obvio y no tardó: los socios principales botaron a los pastores del picop. Estando en la interfaz entre el pacto de corruptos y la ciudadanía, solo sirven si mueven el voto a favor. Y lo único que importa es llegar al destino que fija la élite económica.
El corolario también es obvio: si usted aún sigue a los pastores por razones de religión, entienda: lo están usando para algo que tiene poco que ver con su fe y nada con su bienestar.
Ilustración: Viaje a ninguna parte (2021, foto propia)