Ahora recuerde: el verdadero reto está en el Congreso; siempre ha estado allí.
La semana pasada, todos sabemos ya, la Corte de Constitucionalidad resolvió en definitiva dos casos de aspirantes a candidatas presidenciales. El lunes 13 quedó fuera Zury Ríos, hija del finado dictador Ríos Montt. El miércoles 15 pasó lo mismo con la ex fiscal general Thelma Aldana.
Tienen cosas en común. Fueron funcionarias públicas en gobiernos cuestionados. Tuvieron un papel en coyunturas críticas, en medio de movilizaciones de población urbana. Pero divergen también de manera importante. Ríos movilizó una turba en 2003, en el llamado Jueves Negro, para presionar al Tribunal Supremo Electoral a inscribir a su padre como candidato a la presidencia. Aldana canalizó la demanda popular de 2015, que condujo eventualmente a la prisión y al juicio de Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti y muchos otros funcionarios y empresarios corruptos.
Ahora todo mundo recompone la quiniela: con dos competidoras fuera, quieren adelantar quién llegará a la silla presidencial. Como si importara.
Entendamos: no está allí la jugada. La semana pasada, el Pacto de Corruptos —ese maligno combinado de ocasión, armado entre políticos en venta, narcotraficantes, abogados de mafia, empresarios corruptos y élite cobarde— firmó, selló y entregó por mano de la corte su mandado: aquí no compite nadie que no puedan manejar. Las elecciones no serán entre candidato bueno, regular o malo, sino entre candidato mafioso, comprable, controlable o irrelevante. Si no cae en estas categorías, queda fuera y punto.
El problema no fue que Ríos tuviera prohibición constitucional (evidente) o que Aldana pudiera haber contratado de forma irregular a un consultor (nunca demostrado). El problema fue que, al competir, amenazaban las reglas del Estado perverso: reglas políticas como que aquí nadie puede afectar el statu quo de la componenda élite-Ejército, reglas económicas como que nadie fuera del núcleo duro de la élite económica dirá jamás cómo se produce riqueza y qué se hace con ella. Esto explica la diferencia entre Sandra Torres en 2015 y en 2019: hoy se alineó a esas reglas.
El mensaje es brutal para la gente joven, la que saltó a la tarima en la plaza. Quisieron que 2015 separara un antes con corrupción, exclusión y desesperanza de un después con transparencia, participación y futuro. Aquí le dicen que no, que en el Estado Perverso nada cambia, que vienen otros 30 años de lo mismo. Para confirmarlo, ayer vimos la contracara de la exclusión de Aldana y de Ríos: una vez más la Corte Suprema de Justicia (o, más bien, la corte de suprema injusticia) protege a Felipe Alejos. Con él inscriben en nuestras conciencias: el futuro también es de la mafia, de la corrupción, de la élite venal.
Por fortuna, la agenda de prioridades de esa mafia aclara la urgencia ciudadana. No dude: en el yermo político que nos dejaron, lo que toca es patear la hoguera. Para la presidencia vote por quien menos se parezca a lo que ya tenemos, por quien maximice la independencia del Ejecutivo respecto al Pacto de Corruptos y la élite tradicional. Obviamente, descarte a los mafiosos partidos que están hoy en el poder. Descarte a los hijos de la élite. Descarte a los traficantes de votos, esos que aparecen en la papeleta cada cuatro años para vender su cuota en la segunda vuelta. Descarte a los convencionales tecnócratas y burócratas que serán simples mandaderos. Descarte la ambición desenfrenada que cede agenda, ideales y nombre con tal de conseguir el apoyo de la élite. No vote nulo, que regalará su voto a alguien más. De lo que quede —débil, extraño, marginal— escoja a quien sea menos controlable por la élite y la mafia. ¡Arde, Roma!
Ahora recuerde: el verdadero reto está en el Congreso; siempre ha estado allí. Por tres semanas más el Pacto de Corruptos se concentrará en conseguir curules. Por seis meses después harán lo necesario con sus diputados mafiosos para descarrilar cualquier legislación que amenace su fétido reino. Pero esto es lo que hay que evitar a toda costa: si entran al Congreso en enero del 2020, seguirán lloviendo desgracias leguleyas y componendas bandidas sobre nosotros, sobre la dilapidada riqueza del país, por otros cuatro años.
La respuesta ciudadana es obvia: llenar el Congreso con gente limpia, dispuesta a acordar cambios profundos al Estado. Como militante, para mí eso significa votar por Semilla en toda papeleta disponible. Usted no necesita estar de acuerdo conmigo, aunque espero que lo esté. Pero lo que debemos compartir, lo urgente, es igualmente claro: ni uno solo del Pacto de Corruptos —esos insolentes, como Alejos— puede volver al Legislativo.
Ilustración: Juez corrupto (2024), Adobe Firefly