Si usted es como yo, ciudadano silvestre, ignoraba por anticipado el golpe que el Ministerio Público (MP) y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) darían a la corrupción en la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT).
No se sienta mal. Los periodistas gustan de las primicias y a veces obtienen información adelantada. Pero alcanzaron 24 horas para que hasta el ciudadano más desentendido conociera los detalles del asunto.
Y con ello basta. Más que saber primero, importa saber qué hacer con la información: si a estas alturas usted no está examinando sus opiniones, si no está considerando cómo actuar, entonces realmente no cumple su papel ciudadano. Si sigue sin querer hacer algo al respecto, recapacite. Para simplificar, enumero algunas conclusiones y lecciones del incidente.
La SAT es el principio, no el final. Apenas pasado el destape de la mafia, ya Prensa Libre contaba que «sectores y analistas ven en este momento la oportunidad para hacer una reingeniería» de la SAT. Perfecto. Pero no se pierda. La misma nota contaba que la SAT, «[c]uando se instauró, fue considerada la mejor entidad relacionada con el ramo a escala regional». Podremos arreglar la institución tanto como queramos, que, si no cambia quién llega, por qué llega y para qué, igual perdemos nuestro tiempo.
Tenemos un Estado capturado. ¿Recuerda las críticas a la fiscal Paz y Paz y a la jueza Barrios, los galimatías de la Corte Suprema hace apenas tres años? ¿Recuerda las torcidas comisiones de postulación, al diputado Gudi Rivera, que quiso sobornar a una jueza y anda tan tranquilo gracias a esa misma corte? Cada mafioso que hoy cayó rendirá cuentas ante el mismo manipulable sistema de justicia, amañado en los últimos años. Si usted aplaudió a los críticos de Barrios o de Paz y Paz, ¿entiende ahora cuánto daño hizo?
Cuestionemos a toda la clase política, a sus financistas y a sus operadores. Estos malos del día no son los primeros ni serán, lamentablemente, los últimos. Cada régimen ha tenido sus tramposos serviles (¿recuerda a Marco Tulio Abadío?). Sus mafiosos que financian a los partidos esperan que ganen, se apropian de las instituciones y las sangran hasta morir. Así que hoy, con los de la SAT en prisión, más que limitarse a pedir que renuncien Pérez y Baldetti, pregunte quién financia a Libertad Democrática Renovada (Líder) y de dónde sale su dinero; por qué la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) adoptó un vicepresidenciable ex-PP; cómo van a pagar las cuentas Sinibaldi, Zury Ríos, los portillistas…; y así con todos. Cualquiera podrá llegar al poder. Todos tienen los mismos incentivos. Todos usan los mismos mecanismos.
Entendamos ¡al fin!: nunca más militares haciendo gobierno. Ni cerca del Gobierno. Habrá alguno honesto, pero ¡hay tantos mafiosos! Y Pérez Molina ganó con 2.3 millones de votos. Reconozca: cada vez que hay corrupción, vuelve a aflorar el vínculo militar. Las redes de sus promociones, sus jerarquías, el acceso a las armas y el hábito autoritario hacen del Ejército un riesgo innecesario para nuestra sociedad.
Corruptor y corrupto pecan por igual (o parecido). Al menos 500 furgones pasaron con sobornos y evasión. Esos furgones eran de empresarios. El Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif) ha felicitado al MP y a la Cicig, pero para ser creíble deberá denunciar no solo al Gobierno (fácil con tanto pícaro suelto), sino a sus propios agremiados que evaden y delinquen. Sin el autoexamen y el mea culpa empresarial, no habrá MP o Cicig que alcancen. Y sí, estos dos nos deben aún los nombres de los evasores identificados.
No seamos miopes o peor. A veces toca usar nombres. Aun viendo nueve meses de investigación, periodistas como Luis Figueroa y Alfred Kaltschmitt distraen alegando que la Cicig destapó el caso solo por fomentar que se renueve su mandato. El Movimiento Cívico Nacional (MCN) felicita al MP, pero convenientemente ignora a la Cicig, vital en el éxito de la investigación. Marta Yolanda Díaz-Durán inventa conspiraciones entre líneas poniendo a la Cicig y al Gobierno del mismo lado. No se vale manipular así, ser tan mezquinos. La obcecación sepultó a la izquierda tradicional. Insistir en la propia agenda, aun frente a la evidencia, fue la táctica de una derecha ultraconservadora para mantenernos en una democracia sofocada. Tras la conferencia del MP y la Cicig, no podemos dar crédito a tales prejuicios.
El corolario obvio, urgente y también importante: la continuidad de la Cicig no es asunto de comunistas (¿cuáles?) o resentidos (expulsemos ya esta palabra tonta de nuestro léxico). Es asunto de evidencia. Y de buscar el bien común. #CicigSí.