Un poco de fútbol para sacar lecciones del caso Transurbano

Como tapabocas de netcentero paracuandista ya es ganancia la noticia: el presidente y diez ministros de estado del gobierno de la UNE, capturados por su presunta implicación en el #CasoTransurbano. Espero que al menos nos ahorre la cantaleta de los insensatos que usaban la UNE como excusa para apoyar el #PactoDeCorruptos.

El Ministerio Público y la CICIG mostraron que para actuar se toman el tiempo necesario, no el que quieren los intereses políticos de un bando u otro. Si usted quiere entender el fondo jurídico del asunto, esta entrevista de hace dos años en La Hora ofrece algunas luces.

Tomará tiempo desenmarañar las dimensiones jurídica y penal del caso, que ilustra la mezcla de legislación imperfecta y arbitrariedad ejecutiva que es toda nuestra administración pública. Hacer justicia será como matar pulgas con un martillo: nos desharemos de las pulgas, quizá, pero el perro va a salir mal parado. Peor de lo necesario y lo deseable. Pero solo tenemos martillo. Y con esto expreso mi solidaridad para con mis amigos, Juan Alberto Fuentes y Ana de Molina, que hoy les toca sufrir ese tratamiento ingrato.

Pero lo mío no está en los meandros jurídicos, sino en la lección ética y política que urge entender: estas capturas dejan claro algo que quienes clamamos por una práctica política nueva –incluyendo Juan Alberto Fuentes– entendimos hace tiempo. Aquí no hay un simple ajuste de cuentas ni tampoco es dar pan y circo a la galería que pide sangre. Esto es más complejo y más importante.

Déjeme usar un símil deportivo.

Desde siempre y hasta la fecha en asuntos de gobierno el país ha tenido una cancha principal donde se juegan los partidos de la liga mayor. Igual que con nuestro fútbol, se ha jugado un deporte amañado e incompetente, si se compara con la escala mundial: las reglas son poco claras y no cubren todos los casos, y los jugadores y jueces actúan con arbitrariedad haciendo lo que se les viene en gana. También ha habido quien juega chamuscas en la calle: los mafiosos, narcos y mareros, los rateros de barrio, los evasores de impuestos y tantos otros, cada uno haciendo lo que puede por meter un gol a su manera.

Además la cosa se complicó: los chamusqueros quisieron jugar en la cancha principal y los dueños de la liga les dieron lugar. No solo era chambón el equipo, sino que dejó de querer meter goles como propósito. No solo el gobierno era chambón, sino que dejó de procurar el bien común.

En este contexto el asunto ya no es jugar fútbol entre equipos de buenos y de malos. ¡Toda la liga es de malos! Cualquiera que desea jugar fútbol, todo el que quiere hacer política, no tiene más remedio que formar equipo con gente mala. Así sus intenciones sean buenas, mientras permanezca con el equipo, meterá goles para gente mala.

De algún tiempo para acá las grandes ligas internacionales se cansaron de nosotros: “o mejoran su juego o los echamos, que eso que ustedes hacen no es fútbol. ¡No califican para un solo mundial!”. “Eso que ustedes hacen no es gobierno ni justicia”. Así que con el apoyo de la sociedad civil desde los graderíos, terminaron mandando un equipo de entrenadores y árbitros: la CICIG. Para ver si nos componemos.

Hoy jugar o haber jugado con un equipo de gente mala lo hace a uno malo. Aunque no lo sea, aunque no lo quiera.

Enderezar nuestro fútbol gubernamental hoy es muy, pero muy difícil. Y en la colada se han ido los jugadores decentes que solo querían jugar fútbol –hacer buenas políticas–. Porque hoy jugar o haber jugado con un equipo de gente mala lo hace a uno malo. Aunque no lo sea, aunque no lo quiera.

No se planteaba así cuando gente buena en el pasado se corrió el riesgo de trabajar con gobiernos mañosos. Pero hoy están pagando en su piel el cambio de la historia. Esta sutil evolución la entendieron bien el año pasado Lucrecia Hernández y su equipo en el Ministerio de Salud. Reconocieron que salirse de una vez era la única opción viable cuando reventó la pústula fétida del gobierno de Jimmy Morales. No lo entendió el ministro de finanzas Julio Héctor Estrada. Temo que la historia aún se lo cobre muy caro.

Lo entendieron los anarquistas del en estas condiciones no queremos elecciones¡y tenían razón! No se puede ya hacer gobierno con gente tramposa. No se puede, así el resto de la vida se nos vaya en la llanura. O se juega desde el equipo de los buenos contra el equipo de los malos, o no se juega.

Ilustración: ¡A jugar! Natalia Cartolini (s. f.), reproducido en Nómada

Original en Nómada

Verified by MonsterInsights