Unos revuelven, otros ignoran

La arqueología ganó mucho por reconocer que, con suficiente tiempo, la mugre se deposita y puede acumularse hasta gran altura. Si no barremos la sala de la casa, al cabo de unos días tendremos una fina capa de polvo sobre el piso. Si no barremos por mil años, la casa habrá desaparecido completamente. Luego, alguien excavará y, como en Tikal o Estambul, descubrirá los restos de nuestra vida bajo la superficie. Si mide con cuidado a qué profundidad están las cosas, podrá decir qué sucedió primero y qué pasó más tarde.

Por supuesto, solo funciona si el suelo no se revuelve. Si alguien con una excavadora descuidadamente confunde los estratos, pensaríamos que entre los mayas de nariz aguileña se paseaban olmecas tallando grandes cabezas de narices anchas, aunque en realidad los separan mil años.

Sirva el comentario para reflexionar sobre lo que ocurre por estos días con nuestras elecciones. Hace apenas una semana agradecía yo que habían pasado ¡al fin! las elecciones. Pensamos saber cuántos votos tenía cada quien. Pero no. El Tribunal Supremo Electoral, con incompetencia abismal, lo revolvió todo. Y con palas y piochas se sumó toda suerte de gente a mezclar la tierra. Más de lo mismo que venimos haciendo desde 1954.

No quedará más remedio que sacar del lote a los desordenados y revisar las mediciones y las cuentas, como ya algunos hacen con el cotejo de actas, siempre con el pésimo liderazgo del TSE. Pero, mientras ese entuerto se aclara, otras cosas ocurren. Aunque sean menores, ¡son tan sintomáticas!

Así, en el business as usual de la administración municipal de la ciudad de Guatemala se explica tanto. Mientras en el ámbito nacional el Partido Unionista no llegó siquiera al 2 % del voto, en la capital retuvieron el mando de la municipalidad. El impermeable 38 % de votantes que lo apoyaba a principio de año ¡le volvió a dar su voto! A pesar de la evidencia dura, ¡durísima!, de su manipulación de las finanzas municipales. Manipulación que no solo reforzó de mala manera sus campañas políticas. Alcanzó para pagar jardineros, tarjetas de crédito y mandados para la familia Arzú y sus adláteres vividores.

Como estrenando su éxito electoral, los unionistas en la municipalidad ilustran el problema con una bagatela. Mandan un reglamento del Transmetro que limita el tamaño del equipaje de los pasajeros a una mochila pequeña. Poca cosa y muy razonable si estuviéramos en Ámsterdam. Pero aquí la medida marca una exclusión: al bus cómodo se subirán solo quienes tengan cómo pagar el flete de sus bienes mayores por otros medios. Porque en la municipalidad estuvieron demasiado ocupados por años haciendo trampa con los buses como para mejorar todo el sistema. Ante el problema real —cómo llegar de la periferia al centro siendo pobre—, la alcaldía dicta una solución artificial: «Que coman pasteles».

En el «business as usual» de la administración municipal de la ciudad de Guatemala se explica tanto.

Otro par de ejemplos banales. En el bulevar Vista Hermosa —en plena zona 15, no precisamente pagos de gente pobre—, la municipalidad puso una ciclovía en el camellón central. En la calle Montúfar han construido también una decorada ciclovía serpenteante. ¡La gentil civilización llega a Guatemala! El problema es que la ciclovía en zona 15 termina sin conectar con ningún otro camino. ¿Qué hacer con la bicicleta al llegar al final, en medio del tráfico, siempre pesado y amenazador? Y, aparte de los niños pequeños en triciclo, lo último que necesita un ciclista para transitar con seguridad es que la ruta oscile.

Esas fallas de diseño subrayan un problema de fondo: estamos ante un gobierno municipal que vive de espaldas a su ciudadanía real. Es un reglamento de Transmetro dictado por gente que no se sube a un bus y que no vende en un mercado. Y que cuando se sube quiere verlo todo muy bonito para las fotos con su chaleco verde. Es una ciclovía desarrollada por gente que no monta una bicicleta. Reina en la municipalidad una élite sin empatía. Son incapaces de apreciar la necesidad y la experiencia de cualquiera que no sean ellos mismos, así se trate de campesinos que necesitan llegar al mercado La Terminal o de ciclistas clasemedieros que buscan escapar de la prisión del auto. Desde la oficina en la Municipalidad o detrás del polarizado de la Suburban no se ven los problemas del otro. Ahora, gracias a los beneficiarios de su reparto de botín y al voto inconsciente, los tendremos cuatro años más. Usemos este tiempo para que sea la última vez.

Ilustración: Excavación arqueológica (2024), Adobe Firefly

Original en Plaza Pública

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