El problema es que hoy pretendan que los malos de la película sean los inconformes, y que pedir justicia en los tribunales sea amenazar la paz.
Todos queremos paz, pero no trate de hacerme sentir culpable si hoy les piden cuentas a los militares. Como nuestra paz precaria se construyó sin justicia y barrió bajo la alfombra lo malo y lo pésimo, ahora la podredumbre sale a apestarnos a todos.
Han pasado 16 años desde la firma de los Acuerdos, que a algunos nos trajeron paz y prosperidad. Pero los que siempre fueron pobres, siguen siendo pobres. Los que fueron marginados, siguen siendo marginados. Si lo estamos haciendo tan bien, ¿de dónde se supone que salieron ese montón de desnutridos? Por si no se ha dado cuenta, los chicos indígenas sólo alcanzan a ir cuatro años a la escuela, y aún hay gente que piensa arrogantemente que el idioma de otros no debe hablarse, nomás porque no es el suyo. ¿O me va a decir que también es culpa mía que sigamos en el fondo de todos los indicadores sociales en Latinoamérica, por pensar que está bien que le pidan cuentas a Ríos Montt y Rodríguez Sánchez?
Desde nuestra paz precaria a los guatemaltecos, que habíamos crecido callados y con miedo, nos enseñaron que quizá ya no necesitábamos tener miedo, pero igual debíamos seguir callados. Callados, porque aquí para siempre mandarían los de siempre. Callados porque aunque viéramos la injusticia, ese era el precio de la paz. Callados, al fin, porque la paz se había firmado entre la gente grande, los de la foto, los de nombre; y a los pequeños, a los eternos y aniñados ciudadanos, nos tocaba aceptar lo que otros hubieran decidido por nosotros.
Lo malo (para ellos) es que esos mismos 16 años pasaron para aquellos a quienes les dolieron los golpes. Fueron 16 años que a ellas (sí, mujeres) les sirvieron para juntar su evidencia y con paciencia tapar los agujeros en el argumento jurídico. Ahora los grandes, los que firmaron tanto como los que rechazaron los Acuerdos de Paz se apuran a decir: ¡no hagan olas, ni mencionen la mala palabra, esa que comienza con ge!
Déjeme ver si entiendo: la paz es buena, pero sólo funciona si no se prueba la justicia, si no nos hacemos responsables. En otras palabras, le compré la silla, ¿y ahora me dice que no me siente en ella porque se puede desbaratar? Hágame el favor.
El problema no es de definiciones, que de eso ya se encargó la Ley de Reconciliación.[1] El problema tampoco es la decisión sobre la responsabilidad de los generales, que para eso se usan los juicios, no los comunicados de prensa. El problema es que hoy pretendan que los malos de la película sean los inconformes, y que pedir justicia en los tribunales sea amenazar la paz. El problema es que la maltrecha silla cruje con sólo que se siente en ella a una menuda anciana ixil. El problema es que ni así estén dispuestos en serio a apostar a la justicia que tanta falta hace en estas tierras dolidas.
Notas
[1] “Artículo 8. La extinción de la responsabilidad penal a que se refiere esta ley, no será aplicable a los delitos de genocidio, tortura y desaparición forzada, así como aquellos delitos que sean imprescriptibles o que no admitan la extinción de responsabilidad penal, de conformidad con el derecho interno o los tratados internacionales ratificados por Guatemala.”