Tag: Bernardo Arévalo

  • Elitismo, conservadurismo y clientelismo: gobernar a las élites

    Elitismo, conservadurismo y clientelismo: gobernar a las élites

    Guatemala enfrenta una crisis constitucional. El país ha llegado a un punto de inflexión, quizá a una bifurcación en el camino.

    No me refiero a problemas en el documento de la Constitución. Ciertamente la imposibilidad de disciplinar las ilegalidades del juez Orellana y del Ministerio Público destaca fallas del texto. Pero la crisis en 2023 implica algo más amplio: hay problemas en cómo está constituida Guatemala como comunidad político-económica. Debemos reconocer los retos en cómo nos relacionamos entre guatemaltecos y con nuestra riqueza humana, material y natural. Solo entonces servirá cambiar la ley fundamental.

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  • La nueva derecha en Guatemala

    La nueva derecha en Guatemala

    El Tribunal Supremo Electoral oficializó al fin los resultados de las elecciones del 25 de junio, dando paso a la segunda vuelta electoral. Debió suceder hace ratos, pero más vale tarde que nunca. Y así confirmó que al balotaje pasó el Movimiento Semilla.

    No tardó la persecución maliciosa de Consuelo Porras y Rafael Curruchiche, su ruin correveidile. Pero con la orden ilegal de un juez corrupto solo elevaron hasta la estratósfera la visibilidad de Bernardo Arévalo y Karin Herrera, los candidatos de Semilla. Lo que empezó como campaña política hoy es mucho más, pues como gente decente cristalizan el descontento de una sociedad harta de un sistema que no le sirve.

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  • La violencia no basta, si la historia no convence

    La violencia no basta, si la historia no convence

    La realidad social tiene una peculiar existencia. Solo existe en la medida en que todos juntos creemos en ella.

    Esto ocurre en múltiples ámbitos de agregación, desde el más pequeño hasta el más grande. Dos personas dicen y creen que están casados (en principio un matrimonio no es más que texto en un certificado, o palabras de un oficiante en una boda), y con eso basta para que sean familia. Cien personas dicen y creen que trabajan para una empresa (su contrato de trabajo no es sino texto en un documento que han intercambiado con su empleador), y con eso basta para presentarse todos los días a la misma hora a trabajar y poder cobrar sueldo.

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  • Movimientos y trincheras

    Movimientos y trincheras

    En abril de 2015 la población guatemalteca salió de la trinchera en que estuvo agazapada por décadas.

    Con más entusiasmo que organización se abalanzó sobre la plaza. Imparable, tomó calles, periódicos y redes sociales, mientras su contrincante —élites miedosas, políticos corruptos y narcomilitares que los financiaban— debió replegarse, dando apenas respuesta.

    Pero el avance se disipó. Sin foco claro —¿qué conseguir, y cómo?— ni liderazgo, la mayoría volvió a sus casas y los menos a sus trincheras. Y comenzó la revancha. Jimmy Morales, soldadito lastimero, traicionó a sus votantes y, obediente corneta, dio el toque para la artillería corrupta al expulsar a la Cicig. Siguieron la toma del Ministerio Público, luego las cortes, la universidad, la Procuraduría de Derechos Humanos y, críticamente, el Tribunal Supremo Electoral.

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  • De voto secreto a ciudadanía orgullosa

    De voto secreto a ciudadanía orgullosa

    Una vez más vimos que las quinielas entretienen, pero sirven poco. Contra toda predicción, Movimiento Semilla pasó con Bernardo Arévalo a la segunda vuelta. Esto tiene implicaciones tectónicas.

    Para apreciarlo, repasemos cómo funcionaron los procesos electorales pasados para escoger consistentemente gente tan impresentable como Jimmy Morales o Alejandro Giammattei. De forma resumida: las élites y mafias deformaron en la última década el sistema electoral y de partidos políticos. Al cooptar las instituciones, incluyendo las cortes, pueden excluir a los candidatos incómodos, disciplinar a los que quieran ejercer su propio poder y allanar el camino al éxito a sus propios candidatos. Aunque el voto sea libre, produce un gobierno servicial, pues solo elige entre candidatos aceptables a las mafias.

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  • Y después, ¿qué?

    Es difícil hacer predicciones… especialmente acerca del futuro. No por jocoso deja de ser cierto el dicho.

    Ello, por supuesto, nunca ha desalentado a ningún agorero. Desde el chamán hasta el analista de encuestas, todos quieren saber, antes de abrir la caja, si el gato está vivo o muerto. A pesar de que, con un poco de paciencia, lo sabrán sin asomo de duda, apenas se destape la caja.

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  • Otra vuelta, el mismo lugar

    Otra vuelta, el mismo lugar

    Como suele pasar en los procesos electorales en Guatemala, a estas alturas cuesta saber si el concurso es entre candidatos a la presidencia o entre encuestas.

    Más allá de los números, algunos rasgos resumen el panorama. El primero es que, entre las candidaturas tradicionales (léase perpetuas), las punteras —Zury Ríos y Sandra Torres— no despegan. Menos aún lo hacen los demás eternos habitantes de la papeleta. El segundo es el ascenso acelerado de un seudo-outsider —Carlos Pineda—. Y el tercero, que la oposición, es decir las izquierdas de Semilla, Winaq, URNG y VOS, siguen ocupando espacios de nicho —como la capital para Semilla o el occidente para Winaq— que en el marco de las elecciones presidenciales dan posiciones bajas en el tablero de intención del voto.

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  • Las estructuras sociales, o de por qué parecías hecho para mejores cosas

    Las estructuras sociales, o de por qué parecías hecho para mejores cosas

    En las ciencias sociales y la filosofía, hace rato rugen furiosos los debates entre los estructuralistas, que apuestan a que los fenómenos sociales responden a estructuras más profundas, y quienes dicen que no, que lo que vemos es lo único que hay.

    Margaret Thatcher lo ilustró cuando en 1987 afirmó en una entrevista: «… no hay tal cosa como la sociedad. [Solo] un tapiz viviente de hombres, mujeres y personas, y la belleza de ese tapiz y la calidad de nuestras vidas dependerán de cuánto esté preparado cada uno de nosotros para asumir la responsabilidad de sí mismo.» Asignó taxativamente estatus de realidad a la gente —los seres biológicos, con sus decisiones— mientras lo negaba a su conjunto, ese que llamamos sociedad.

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