Aunque los hombres no hayamos conspirado para construir las instituciones que enmarcan a las mujeres, hemos tenido un enorme poder en darles forma.
Nunca más patético que cuando la arbitrariedad queda en manos de la propia víctima. Nunca más obvio que al leer a Karen Cancinos en Siglo 21. Sorprenden el tino autodestructivo y la debilidad lógica y fáctica en los argumentos de quien dice valorar la importancia del ejercicio académico y de las ideas.
Empieza la columnista criticando a Alberto Brunori, Representante de la Alta Comisionada de NNUU para los Derechos Humanos en Guatemala, por pedir él más representación de mujeres e indígenas en las elecciones del Tribunal Supremo Electoral y otras instancias de gobierno. Le reclama por hacerlo en Guatemala, no en su propia Italia. Aparte que Italia ya duplica en representación legislativa de mujeres a Guatemala (nomás como ejemplo[1]), ¿acaso no es para hablar de Guatemala que le pagan a Brunori? Y encima, ¿por qué tanto escozor ante la opinión de un extranjero?
Sigue criticando Cancinos una nota de Zaira Laínez, por decir esta que en Guatemala enfrentan especiales obstáculos las mujeres y los indígenas. El argumento de Cancinos contra Laínez resulta ser ¡la corta edad de la autora criticada! Hasta donde yo recuerdo, eso se llama falacia ad hominem. Va pues, ad feminam. Y sigue sin explicar el hecho: siendo la mitad de la población mujeres y casi la mitad indígenas, en el gobierno y el poder hay, de hecho, menos mujeres e indígenas, que hombres y no-indígenas, respectivamente.
Luego alega Cancinos que los Estados y los gobiernos no son “pensados y diseñados por hombres” como afirma Laínez. Hace una distinción que podría haberle servido: no es lo mismo institución que organización, pero se pierde en el camino. Verifíquelo con una muestra. Saque su billetera y dele un vistazo al dinero: ¿cuántos hombres, cuántas mujeres ve en los billetes y en las monedas, y qué hacen? Fundación (veinte Quetzales), legislación (diez Quetzales), hasta arte (doscientos Quetzales), todos puestos en manos de hombres. A las mujeres les hemos dejado nada más la cincoquetzalera “educación”: repetir la historia de los hombres. Y supongamos que no fuera así, ¿por qué piensa que ha resultado solo para ellos el reconocimiento en el papel moneda?
Ciertamente las instituciones no son productos conspirativos, pero es ingenuo decir que “asomaron a la vida societaria espontáneamente”, como si fueran hongos en el bosque. Las instituciones evidencian y reproducen relaciones sociales de hecho, en las que quien tiene más poder, pesa más. Aunque los hombres no hayamos conspirado para construir las instituciones que enmarcan a las mujeres, hemos tenido un enorme poder en darles forma. De lo contrario, y cito nuevamente la biografía de la columnista, qué sentido tendría que sea “… en la academia en donde [las ideas] primero se maceran, se discuten y moldean. De allí pasan a los medios de comunicación masiva, para ir entonces perfilando el clima de opinión que a la larga prevalece”. No nos engañemos: las ideas efectivamente pasan de organizaciones como las universidades, a organizaciones como la radio y la prensa (aló Libertópolis), y de allí a las instituciones (“el clima de opinión”). Quien controla las organizaciones, en el largo plazo prevalece en las instituciones.
Agrega Cancinos otro par de evasiones, por buscar Laínez que las mujeres tengan más espacio en la representación política. Primero, desdeña un argumento de Laínez sobre el efecto de la selección de juguetes para las niñas. Malicioso yo, veo en esto que le da pereza explicar por qué piensa que no importa qué juguetes demos a las niñas. O no sabe cómo explicarlo.
Termina argumentando que el rumbo de un país no se construye solo desde el gobierno, sino también en otros espacios. ¿Y qué con eso? Aunque el desarrollo nacional también sea fruto de la acción privada, ello no quita un ápice de lo mucho que importa el gobierno. Otra falacia usada como arma arrojadiza. Lo peor es que resulta un eficaz bumerán, y basta para ello ver, muy orondo, al pleno de hombres que es la directiva del Cacif.
Saquemos la lección. No caigamos, como Cancinos, en hacer el trabajo sucio de quienes quieren nuestro propio mal.