Premio Nobel a la migración

El 3 de octubre, el instituto Karolinska de Suecia anunció la entrega del premio Nobel de medicina o fisiología 2022 al sueco Svante Pääbo por, entre otras cosas, liderar la completa identificación de la secuencia de bases del ADN de los neandertales. El extinto Homo neardenthalensis es la especie de homínido más cercana al Homo sapiens, que somos nosotros.

Con su trabajo, Pääbo estableció la paleogenómica como rama científica. Con una persistencia de décadas desarrolló teorías y técnicas eficaces para superar el reto complejísimo de descifrar el código genético de seres ya extintos. Pero las preguntas que lo mueven son más profundas. Lo que el investigador busca comprender es qué nos diferencia de nuestros parientes más cercanos, los homínidos extintos y los simios homínidos que aún nos acompañan: chimpancés, gorilas y orangutanes. Pregunta en qué somos singularmente humanos.

Contestar exige primero identificar conductas: ¿qué hacemos los humanos, que no hayan hecho otros homínidos y tampoco hagan los simios? Lo segundo es encontrar diferencias sistemáticas entre los códigos genéticos suyos y nuestros. Aunque hasta 4% de nuestros genes son de neandertales, pues los humanos antiguos procrearon con ellos, se trata de explorar qué conductas singulares pueden asociarse a qué diferencias genéticas. No simplifiquemos: no es asunto de encontrar el gen para ver televisión o para fabricar cerveza, sino más bien el marco de la potencialidad para actuar. Por ejemplo, contar con dedo gordo oponible —rasgo de otros simios del que carecemos los humanos— permite tomar cosas con los pies, pero igual puede prenderse una rama que recoger un celular. Lo importante es que el rasgo —el dedo gordo oponible— está codificado genéticamente, y eso permite conductas únicas.

La cosa se pone interesante al considerar que los rasgos pueden ser físicos —como la situación de los dedos— pero también psicológicos y sociales. Esto porque el cerebro también es un órgano físico, pero se manifiesta en nuestra psicología y en nuestras relaciones. No podemos observar directamente los rasgos psicológicos y sociales de un ser extinto, como los neandertales, para compararlos con los nuestros y los de los simios vivos, pero podemos inferirlos de otros hallazgos paleontológicos. Es aquí que Pääbo y otros señalan particularidades en nuestras conductas que debieran tener explicación genética.

Una singularidad del Homo sapiens parece ser su propensión a migrar más allá de las barreras naturales. En particular, cruzamos el mar abierto.

Una singularidad del Homo sapiens parece ser su propensión a migrar más allá de las barreras naturales. En particular, cruzamos el mar abierto. Al igual que los sapiens, otros homínidos también salieron de África, probablemente cuando cambiaba el clima, siguiendo la continuidad terrestre del Levante que permite pasar a Europa y Asia. Pero se detuvieron siempre al llegar a las orillas del mar. Hay restos de neandertales y de otras 3 especies de Homo en las islas británicas, por ejemplo. Pero llegaron siempre y solo mientras las ahora islas tenían continuidad terrestre con la masa continental de Europa, cuando las sucesivas glaciaciones hacían descender el nivel del mar. En cambio Homo sapiens no se detuvo. Llegó hasta lo más remoto de Oceanía y Australia y, por supuesto, a América.

Ruge feroz el debate académico acerca de cuándo y cómo se pobló América. Muchos llegaron por tierra, cruzando la Beringia, el estrecho de tierra entre Siberia y Alaska expuesto cuando las glaciaciones bajaban el nivel del mar. Pero los antiguos esquimales y sus antecesores trashumaron continuamente entre continentes, aún separados por más de 80 km de mar, luego de que se inundara definitivamente el paso hace alrededor de 10,000 años. Los vikingos arribaron en el siglo X de nuestra era. Y claro, hace exactamente 530 años llegó Colón a desatar la hecatombe para quienes le precedieron, atravesando el Atlántico a pesar de las dudas que en España levantaba su propuesta.

Eso apunta a otra singularidad humana que señalan los investigadores: somos capaces de cooperar. Ningún simio no humano consistentemente se pone de acuerdo con sus congéneres para superar retos; y los demás homínidos, que sí lo hacían, terminaron extintos, probablemente porque los humanos éramos aún más eficaces que ellos en colaborar y competir, así fuera por las buenas o por las malas.

Tomará tiempo encontrar la relación específica entre genes y rasgos humanos particulares, pero con lo que tenemos podemos afirmar: migrar lejos nos es profundamente propio. Superar retos colaborando entre nosotros también lo es. A veces, lamentablemente, colaboramos para destruir a otras especies y también para resistir a otros humanos. Sin embargo, gracias a nuestra herencia podemos también colaborar para confiar incluso en gente distinta, darle cobijo y superar juntos los retos que enfrentamos en común.

Ilustración: Tarea humana – apilar piedras (2018, foto propia)

Original en Plaza Pública

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