Migración y cambio climático

La perspectiva es pavorosa. Recoge Gaia Vince en Nomad Century (Siglo nómada) que en 2018 fueron desplazadas 1.2 millones personas en todo el mundo por causa del cambio climático. Y que para 2020 ese número había subido a 1.8 millones de personas.

El Acuerdo de París de 2015 —que Donald Trump repudió en 2017 en nombre de su país— apostó a mantener para 2100 el cambio de temperatura promedio global por debajo de 2° centígrados más arriba del registro pre-industrial. Y ya esa meta era un «peor es nada», habiéndose dado los políticos por vencidos en conseguir una meta de 1.5° centígrados de incremento. Agrega Vince que muchos científicos dudan que aún esa meta menos ambiciosa se consiga. Sigue creciendo la producción de gases de invernadero y muchos modelos del clima sugieren que vamos encaminados a incrementos que para 2100 no nos dejarán debajo de 3 y hasta 4 grados por encima de la temperatura promedio preindustrial.

Las consecuencias serán catastróficas, pues esa temperatura promedio esconde extremos devastadores. En los trópicos se producirá una inestable combinación de tormentas torrenciales y temperaturas que, al rebasar los 50° centígrados y 100% de humedad ambiente, es incompatible con la vida humana.

Más al Norte y al Sur veremos extenderse la desertificación en sitios como el Mediterráneo y el centro y norte de México. El deshielo completo de las sierras dejará sin agua a ciudades como Bogotá o Santiago. Aumentarán los incendios forestales, que ya cada año se agravan en el suroeste de los Estados Unidos y en el Levante. El fuego podría acabar con lo que el insensato Bolsonaro no alcance a tumbar de la Amazonía.

El deshielo de los glaciares de la Antártida y Groenlandia hará subir el nivel del mar en todas partes, amenazando, cuando no anegando por completo, un gran número de ciudades costeras. En 2017 las Naciones Unidas estimaba que 10% de la población mundial (alrededor de 600 millones de personas) vivía a menos de 10 metros sobre el nivel del mar. Sin duda serán víctimas. Otro 40% de la población (2.4 mil millones de personas) habita a menos de 100 kilómetros de una costa y sufrirá también impactos, aunque sea por el movimiento de quienes deban desplazarse.

El resultado será una migración sin precedentes. Será cosa del pasado la huída selectiva de personas, como ante las maras en Honduras y El Salvador o buscando un futuro menos sofocante con la familia, desde el occidente guatemalteco. Incluso las caravanas que hoy desatan el vigilantismo brutal en el sur de los Estados Unidos, México y Centroamérica serán poco comparadas con lo que nos espera. Antes de 2050, advierte la autora, deberán moverse gigantescos contingentes de gente: 13 millones de personas no tendrán otra opción que abandonar los territorios que habitan en Bangladés; lo mismo pasará en las costas de los estados de Luisiana y Florida.

Sin embargo, no todos los territorios pierden con el cambio climático. Siberia, los países escandinavos y Canadá, Nueva Zelanda y la Patagonia verán entibiar su clima y gozarán de un reverdecer que puede convertirlos en nuevos líderes de la producción agrícola global. El deshielo del Ártico abreviará dramáticamente las distancias que deberá recorrer el comercio marítimo global al pasar por el norte. A la vez, serán vastas las inversiones requeridas en infraestructura y mano de obra para aprovechar esas oportunidades en territorios que no solo están poco poblados, sino también incomunicados. Y las comunicaciones que existen —como los caminos de hielo en Groenlandia, Alaska o Siberia— dejarán de servir al derretirse el permafrost que hoy sostiene sus cimientos.

Ante la combinación de territorios que se hacen invivibles y nuevas localidades que se abren a la vida la solución es obvia: moverse.

Ante la combinación de territorios que se hacen invivibles y nuevas localidades que se abren a la vida la solución es obvia: moverse. Unos no tienen donde vivir, otros necesitan gente para trabajar. Migrar es lo que siempre hemos hecho los humanos, que salimos de África justamente por un evento de cambio climático, al extenderse la sequía hace entre 60,000 y 90,000 años. Ante el cambio climático acelerado y catastrófico nuevamente es nuestro recurso de sobrevivencia como especie.

Pero, a diferencia de hace milenios y siempre en el pasado, aún vivimos bajo un régimen económico y de políticas contraproducentes, con líderes obtusos que sacralizan las fronteras nacionales impenetrables. Con urgencia debemos entender que la migración no se detendrá, pero que bien administrada será una parte importante de la respuesta al cambio climático. Debemos apurarnos a crear las nuevas políticas e instituciones que nos darán esa buena administración.

Ilustración: Disfrútalo mientras dure – suburbios de Miami IV (2022, foto propia)

Original en Plaza Pública

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