Me declaro perplejo. No entiendo a quien, viendo a Morales rodeado de militares y rechazando a la Cicig, aún haya quien piensa que el problema es Iván Velásquez y que el propósito es garantizar la soberanía nacional.
Temo que no sirva lo que escribo para el que aún no reconoce el asalto a la democracia. No lo verá aunque se lo expliquen en cámara lenta y con subtítulos. Pero a los demás, sean siete personas o quizá cinco millones, exhorto: hoy no alcanza insultar a Morales aunque lo tenga bien ganado.
No basta confeccionar memes con payasos, hacer protestas alegres y desordenadas. Estos son tiempos de alianza política, de táctica, de planes y de acción. Estos son tiempos para ampliar el bando del progreso y del futuro.
Definir el resultado es fácil. Buscamos ser muchos, ser todos los que soñamos con lo que se inauguró en 2015: insistir en que un gobernante no lo es a su antojo, en que los políticos deben representarnos y en que las leyes son para todos porque todos somos ciudadanos. Mostrar que hacer trampa es malo y se castiga, que queremos una democracia civil y en paz. Aceptar que somos parte del mundo civilizado, no una brutal finca privada. Todo lo demás, todo todo, depende de conseguir esto.
Reconozcamos al enemigo. Es el enemigo del pueblo, de la sociedad, de la ciudadanía, del emprendimiento, de la justicia, del futuro y del progreso. Ese enemigo es una conspiración corrupta. Es una conspiración de cobardes que se creen inteligentes por tener dinero o valientes por tener pistola. Es una conspiración de tramposos que dicen patria mientras hacen traición. Es la conspiración del incompetente que ni siquiera reconoce su incompetencia, pero también de su gabinete de enanos. Enanos de ética que se plantan en la foto ignominiosa para rematar la destrucción que fraguan. Enanos en un gabinete de cómplices vergonzantes, que apañan el mal con su silencio, con su ausencia.
No hablar de política solo da cancha libre a la gente más ruin. Saquemos hasta al último vendepatrias que se viste de verde o que se pone una corbata.
El enemigo es la conspiración de tránsfugas que se revuelcan en el erario en vez de legislar, vigilar y representar. El enemigo es el bastión de oportunismo que se dice empresariado mientras margina al emprendimiento. Es el inútil mercantilismo elitista que no sabe hacer negocios sin corrupción, que, puesto a escoger entre democracia y sacar ventaja, entre riesgo y depredación, entre lealtad y traición, entre pagar y evadir, siempre escoge mal. Es la conspiración de oficiales que solo roban, traicionan y huyen. Oficiales que hoy son la única novedad, pues sin ellos la comparsa maligna no habría llegado tan lejos.
Construyamos juntos la táctica. Reclamo, insisto: toca tender lazos entre ciudadanía democrática, entre gente de progreso y de futuro. Vendrán tiempos para debatir aborto o Biblia, gays o tradición, ciencia o educación, diversidad o identidad nacional, desarrollo rural o urbano, industria o comercio, empleo o inversión social, pero todo pasa por el espacio que hoy copan los indignos, todo pasa por la democracia que hoy ahorcan los infames. Todo deberá resolverse en un Congreso que hoy controla una bazofia política. Todo se hace en instituciones que hoy infectan los corruptos con el dinero que hoy rapiñan. Aunque toque seguir llenando la plaza central, no basta. Hoy hay que ocuparlo todo: política, elecciones, instituciones, Legislativo, Gobierno, medios de comunicación.
Así que entendamos y actuemos. No mañana ni después, hoy. Tienda el brazo a quienes quieren lo mismo. Escuche a los que exigen un gobierno sujeto a la ciudadanía, diputados que nos representen, justicia pronta y leyes que se apliquen igualmente para todos. Actúe y movilice votantes nuevos porque esto tendrá que ganarse tanto en las urnas como en las plazas. Empadrónese si no lo ha hecho, lleve a empadronar a otro, a otra. Inundemos las redes sociales, levantemos pancartas, llamemos por teléfono, comentemos en el chat, indignemos a la abuela en el almuerzo del domingo, perdamos a los malos amigos y ganemos a los nuevos. No hablar de política solo da cancha libre a la gente más ruin. Saquemos hasta al último vendepatrias que se viste de verde o que se pone una corbata. La religión, los negocios, la seguridad nacional o la soberanía no excusan sofocar la democracia. Sí podemos ser más los que queremos que los corruptos paguen, los que construiremos una democracia de ciudadanos, los que ansiamos no sentir vergüenza patria porque siempre estamos a la cola de todo el mundo y en todo. Pero esto exige unión. Hagámoslo juntos, primero diez, luego diez más y así hasta estar todas, estar todos.
Ilustración: ¡Vivo, te quiero! (2024), Adobe Firefly