Hace unos años, con colegas en la Universidad Galileo y la Asociación Mundo Posible, lancé Punto Crea, una iniciativa para formación de jóvenes en el altiplano occidental de Guatemala.
Punto Crea se concibió como un medio para que jóvenes —sobre todo rurales e indígenas— tuvieran oportunidad para desarrollar su creatividad en ciencias, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas en un entorno flexible, retador y basado en su propia comunidad.
Gracias al financiamiento de USAID, la agencia de cooperación de los Estados Unidos, como parte de su proyecto Puentes, por año y medio diseñamos y probamos elementos pedagógicos, metodológicos, de personal y de evaluación. En 2020 y 2021 debíamos ampliar cobertura y afianzar los ingresos independientes, nomás que no contamos con Donald Trump. De la noche a la mañana nos quedamos sin un centavo para trabajar, que fue su forma de contribuir a la crisis de los migrantes.
Nunca había recaudado fondos para fines benéficos, así que la experiencia fue como aprender qué es una verónica cuando ya se tiene encima al toro que resopla: muchos nervios y alta probabilidad de fracaso. Los últimos cinco meses se han tornado en escuela acelerada. Tratando de hacer cuentas, anoto lo que he aprendido hasta aquí.
Primero, lo obvio: siempre hay gente generosa. Mientras unas puertas se cerraban por la inquina del presidente estadounidense y la falta de visión estratégica, otras se abrían cuando personas e instituciones no solo preguntaron cómo ayudar, sino extendieron la mano con plata y con oportunidades. Pocas y pequeñas, pero concretas. La implicación es que hay que abrir la boca. Nadie se entera de la necesidad si uno no la cuenta. Para mí esto fue un reto, pues resulta difícil pedir favores para quien está acostumbrado a vender servicios.
Luego, algunos hallazgos más sutiles. Lo que debí saber: que la gente más cercana es la primera que ayuda. No tanto por el proyecto, sino porque son familiares o amistades, porque lo conocen a uno personalmente del trabajo. «Family, friends and fools», dicen con aliteración en inglés (familia, amistades y bobos). De ser así, sin duda son los bobos quienes hacen del mundo un mejor lugar. La lección: si quiere nuevas donaciones, busque nuevas amistades. Otro reto para quien prefiere el silencio de la sala de lectura a la bulla del salón de cocteles. Pero toca.
Contrario a mi prejuicio, algunos guatemaltecos sí donan. De 75 donantes en diciembre, 30 fueron chapines.
Descubrí que, contrario a mi prejuicio, algunos guatemaltecos sí donan. De 75 donantes en diciembre, 30 fueron chapines. Eso sí, chapines peculiares. Al menos 13 de ellos viven fuera de Guatemala y al menos 11 que viven en Guatemala trabajan en o con organizaciones internacionales. Quizá donan porque tienen más plata disponible, pero la exposición global pareciera hacernos más generosos.
Eso tiene un contrapunto. Hubo un potencial donante que se comunicó explícitamente conmigo: había considerado contribuir, pero se abstuvo porque discrepamos en asuntos de religión. Difícil no coincidir con Steven Weinberg cuando afirmó que «sin [religión] habría gente buena haciendo el bien y gente mala haciendo el mal, pero para que gente buena haga el mal se necesita la religión». La donación pedida no era para mí, sino para el personal de campo en el altiplano. La ideología puede inducir u obstruir la potencial generosidad de las personas, igual se trate de donaciones que de impuestos solidarios. Así pues, debemos construir una educación y valores sociales que nos hagan generosos.
Pero sigamos con lo bueno: un tercio de las personas que donaron se comprometieron a hacer un aporte cada mes para el sostenimiento de Punto Crea. Diría Bertolt Brecht: «Esos son los imprescindibles». Mientras las donaciones ocasionales sirven para superar la crisis inmediata, las suscripciones nos permiten pensar en un futuro sostenible, tanto que hoy ya podemos garantizar a perpetuidad el mantenimiento de al menos una localidad de nuestro proyecto. Es esto, el compromiso continuo, lo único que nos permitirá sobrevivir al señor Trump y a su calaña. Es con ese compromiso como se asume responsablemente el desarrollo de nuestro propio país, de nuestros propios jóvenes.
Para resumir la lección: recaudar fondos es una mentalidad, es una forma de vida que se ejercita siempre, con la que se toca a todo mundo. Es un cuero alegre que se desarrolla para recordarnos que somos responsables si damos, más aún si no contribuimos. Y por eso termino invitando a visitar este vínculo y a suscribirse con una donación mensual para apoyar permanentemente a Punto Crea.
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