Así como el voto está fuera de los eventos electorales, el gobierno hoy tendrá que darse más allá de la Casa Presidencial, del Congreso y del Palacio de Justicia.
Hoy algunos están preocupados por el voto en blanco. Como las boletas vacías no se cuentan, quieren evitar que regalemos el voto y que la elección se decida entre pocos. Esta preocupación tendría sentido si las elecciones determinaran el futuro. Pero no es así.
En el pasado, grupitos indignos monopolizaban nuestro futuro. El G8, los capi di tutti capi empresariales, decidían quién era bueno y quién era malo. En el Cacif vetaban jueces, juzgados y juicios. Un puñado de militares decidía quién vivía y quién moría. Aún hoy lo intentan. Un manojo de operadores, sirvientes del poder, maniobraron a puerta cerrada para poner a Maldonado Aguirre, y 115 diputados obedientes lo confirmaron como vicepresidente.
Pero esto está cambiando. El 25 de abril pusimos una urna en el parque central de la ciudad de Guatemala. ¿Se queda Baldetti o se va? Esta era la pregunta. #RenunciaYa fue el voto de 32 000 ciudadanos. El 16 de mayo volvimos a poner la urna en el parque. Votaron 57 000. #RenunciaYa fue su respuesta unísona con respecto a Pérez Molina. Y hubo urnas también en el norte y el sur, en el oriente y el altiplano. Y la gente votó también sobre otras cosas. #NoTeToca decidió sobre Baldizón y la clase política entera. Votó por limpiar al Gobierno de tramposos, por unir al estudiantado de las universidades pública y privadas. Sospecho que un día de estos votará sobre Maldonado Aguirre y le quitará de tajo la sonrisa socarrona del compadre hablado.
Entendamos: votar en blanco, nulo, a favor o en contra, todo importaría si las elecciones convocadas por el Tribunal Supremo Electoral sirvieran para encontrar gente idónea para el Gobierno. Pero hoy apenas sirven para escoger entre gente ruin. La ciudadanía se ha dado cuenta: ¡nos cansamos de que nos tomen el pelo! Por ello busca otras formas de consultar y decidir. La urna electoral se trasladó del centro de votación a la plaza, a las redes sociales y a la consulta comunitaria. La elección antes sucedía cada cuatro años y los votos en blanco pesaban mucho. Hoy la elección ocurre cada vez que la ciudadanía convoca —sábado a sábado, si hiciere falta—, cada vez que la ciudadanía habla.
Votemos, pero no nos distraigamos debatiendo la participación electoral, pues, si gana Baldizón (¡o cualquier otro!), igual, con muchos o pocos votos intentará hacer lo que se le venga en gana. Igual tocará seguir saliendo al parque hasta que hagan caso los usufructuarios del régimen, esos que no dejarían gobernar ni siquiera al más honorable. La voz ciudadana habla hoy con más claridad que si un centenar de presidentes de mesa y mil fiscales electorales se pusieran a contar papeletas. A estas alturas, los que buscan liderazgo y no escuchan esa voz es porque no han entendido. O como Pérez Molina, no quieren entender. El voto en la plaza se cansó de políticos opacos. ¡Publiquen sus finanzas, tramposos! ¡Publiquen su estado patrimonial! Sin excusas.
Mientras tanto, los ciudadanos, que entendimos correctamente que las elecciones hoy están en la plaza, no en el puesto de votación en septiembre, tenemos otra tarea. Así como el voto está fuera de los eventos electorales, el gobierno hoy tendrá que darse más allá de la Casa Presidencial, del Congreso y del Palacio de Justicia.
Sin embargo, para hacer gobierno no bastan el entusiasmo, los rótulos y las vuvuzelas. Hacen falta propuestas de ley para que los diputados no aleguen ignorancia. Hacen falta presupuestos para que el Ejecutivo no diga que no hay recursos. Hacen falta demandas y denuncias para que tanto corruptos como corruptores sean señalados y perseguidos. Hace falta organización para que los políticos no digan que la ciudadanía entera es un grupito. ¡Qué lata! Pero igual hay que hacerlo. A la par de que construimos nuestra democracia de plaza, debemos construir un gobierno de calle. No es opcional, sino urgente y necesario.
Así que, a la vez que seguiremos limpiando la clase política desde el parque, avancemos en concretar las alianzas de un gobierno distinto. ¿Quién la invitó al parque? ¿A quién invitó usted? Siéntese con ellos y pregunte: ¿cómo quiero enderezar la salud y la educación para todos? ¿Cómo garantizar seguridad? ¿Cómo pagar impuestos y exigir honestidad? ¿Cómo conseguir empleo público con dignidad y eficiencia? ¿Cómo comprometer a los más ricos para que dejen de evadir su responsabilidad fiscal? Estas y más son las preguntas que debemos concretar en propuestas. Luego preguntemos: ¿cómo haremos realidad estas propuestas? Y salgamos a hacerlo en la plaza, en la calle, entre todos.