La parábola sin los talentos

Muy orondo contó el Gobierno de Guatemala que, a pesar de la pandemia, el producto interno bruto del país escasamente cayó en 2020.

Usando estimaciones del Fondo Monetario Internacional, el gobierno afirma que el PIB cayó solo 1.5% en 2020 con respecto a 2019, el descenso más pequeño entre 10 países con los que se compara. En Costa Rica y Nicaragua, los más parecidos, la caída fue de 5.5%. En Perú, el más distinto, fue de 13.9%.

Un solo dato argumenta cualquier cosa. Si vemos la imagen de un pájaro en el cielo podemos asumir que levanta el vuelo. Pero podría estar aterrizando. O quizá cae herido de muerte por un cazador. Sirve más un vídeo que una foto para determinar de dónde viene y a dónde va. Igual con la economía: entender esa caída de 1.5% exige saber de dónde viene y a dónde va.

Una gráfica confirma lo que dice el gobierno. En efecto, entre los 10 países citados, el PIB de Guatemala fue el que menos cayó en 2020.

Pero notamos que para todos los países el PIB cae en 2020 y luego vuelve a subir en 2021. Señala algo obvio: que la pandemia y sus efectos son temporales. El dato que realmente exige explicación es este: mientras más grande la caída, igualmente la recuperación se prevé más pronunciada en 2021.

¿Por qué habrían de recuperarse más los países con más caída? El argumento implícito del gobierno de Guatemala es que un descenso pequeño dice algo sobre las bondades del régimen chapín: ante la pandemia pudo resistir con éxito. De lo contrario no haría alarde. Pero eso implica también que Perú y Ecuador, con casi 13.9% y 11% de caída, respectivamente, hicieron algo mal. Entonces ¿cómo se lograrán recuperar tan bien?

Dos cosas dan pistas. La primera es la proporción del PIB —la riqueza del país— con respecto a la población. Visto en PPA, que hace comparables los datos por tiempo y entre países, la cosa no es halagüeña. Solo Honduras y Nicaragua tuvieron en 2020 un PIB per cápita más bajo que los $7,820 (PPA 2017) por persona de Guatemala. La caída de Bolivia y El Salvador ese año los acercó a nosotros, pero vuelven a separarse en 2021. El alardeado logro de no caer más de 1.5% en el PIB se da en el fondo de la pobreza. Caímos poco, pero estando tan abajo que ni cayendo mucho otros se acercan a nuestra penuria. Es como con el fútbol nacional: importa poco quién gane, pues igualmente nunca se va al Mundial.

La segunda pista es parecida. Además de preguntar cuánta plata le tocaría a cada guatemalteco si lo producido se distribuyera entre todos (que eso es el PIB per cápita), preguntemos para qué se usa. Veamos el porcentaje asignado al gasto público, es decir, la parte de la producción nacional dedicada a las funciones que supuestamente sirven a todos, desde leyes y policía hasta salud y educación.

Y aquí sí somos absolutos ganadores, solo que al revés. En lo más profundo está Guatemala. Y no solo en 2020, sino que durante toda la década. El gasto público solo pasa del 15% del PIB en 2020, por la sencilla razón de que mientras el PIB cayó de inmediato, el presupuesto ya estaba amarrado.

Con esos dos datos —riqueza per cápita y gasto público— agregamos ancho y profundidad a la engañosa altura, al guarismo que el gobierno quiere que veamos como logro en plena pandemia. La poca caída del PIB en Guatemala no es un logro, sino una característica. Hacerle honor al argumento exigiría más espacio y datos sobre sectores económicos y su articulación con mercados internacionales, por ejemplo. Pero la lección se resume así: cuando la economía no depende del bienestar de las personas, la desgracia humana no afecta al PIB.

La riqueza de Guatemala, la poca riqueza que produce, no se genera a partir de la productividad de su gente. Es fruto del expolio. Por eso al caer la productividad de las personas —porque están enfermas de covid-19 o porque no van a la oficina— no cae el PIB: su salud o su trabajo no son necesarios para extraer la mayoría de lo que aquí pasa por riqueza. También por eso no se invierte en el bien común, con pandemia o sin ella. ¿Para qué habría de invertir un minero en curar o educar una mina, si le basta con extraer el mineral?


Todas las gráficas son mías con datos de la base del World Economic Outlook (WEO) de octubre de 2021. Los números de 2019 en adelante son estimaciones del FMI. Pero son los que cita el gobierno, así que juguemos con sus reglas.

Ilustración: «Gente de la ciudad» (2019, imagen propia).

Original en Plaza Pública

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