La mujer del empresario

Las jóvenes de la élite tampoco están contentas con este fastidioso statu quo. ¿Acaso no se han formado con igual o más esfuerzo que sus hermanos? ¿Acaso no tienen sueños y recursos para concretarlos?

Recientemente, el Cacif ha figurado bastante en los medios. Como pasa siempre que alguien sugiere que la élite cargue con su parte en el financiamiento del Estado, la patronal no perdió tiempo para rechazar que pudieran contribuir a financiar la justicia. Eso de la responsabilidad se les da muy mal.

Por mi parte y como siempre, veo la foto de los líderes empresariales y lo que vuelve a llamarme la atención es la ausencia de mujeres. Queriendo verificar si es simple casualidad o prejuicio mío, hago una búsqueda en internet. Pongo simplemente «cacif» en el buscador de imágenes. Entre las 100 primeras fotografías solo encuentro 2 con mujeres. En una se trata de una persona que está de espaldas a la cámara. En la otra son 3 mujeres indígenas, en segunda fila.

Para entender mejor, reviso el sitio web del Cacif y encuentro que tiene un comité ejecutivo de 3 personas —todos hombres—. En su organigrama presenta ocho puestos, de los cuales 2 son ocupados por mujeres: la Dirección de Comunicación y la Asistencia de la Dirección Ejecutiva. Eso sí, como estructura de representación empresarial, el Cacif no resulta excepcional. La entidad reúne a 10 cámaras empresariales. De estas encuentro datos de junta directiva para 7. En conjunto cuento 71 directores hombres y 10 directoras mujeres (12 % del total).

¿Y qué?, me dirá usted. Todo el resto de la sociedad guatemalteca es igual de machista. Basta ver la escasez de mujeres candidatas y el aún menor balance de género de mujeres electas. Sí, pero el mal generalizado no excusa el mal en particular. Sobre todo cuando se tiene la arrogancia de alegar ser motor de la innovación y de la productividad en el país.

Por donde lo mire es una vergüenza. ¿Innovadores y no logran la sencilla innovación de dar el espacio propio a las mujeres? ¿Productivos y no alcanzan a reconocer las energías, las ideas y el trabajo de la mitad de la población, que son las mujeres? Encima, con lujo de ineficiencia: en este país desigual, la probabilidad de completar la escuela es mucho mayor para las mujeres de la élite que para las mujeres pobres. Y sin embargo, habiéndolas educado, precisamente ellas quedan excluidas casi por completo de los puestos de liderazgo. Y no digo liderazgo nacional. ¡El de su propia clase y negocio!

Claro, no es que estén fuera del sistema. Es más bien que, en la perversa división patriarcal del trabajo, les toca estrictamente el rol reproductor: en la casa, detrás del hombre, empollando oligarquitos, enseñándoles a ser racistas y a excluir a las mujeres del liderazgo. Metiéndose autogol, diremos.

Y cuando al fin alguna mujer de la élite encuentra espacios para su liderazgo, de todas formas será en tareas de reproducción —en el mejor de los casos— o de decoración: fundaciones educativas, patronatos hospitalarios, comedores, la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente, las canastas navideñas… Ternuritas.

Mientras una dueña y comerciante reconocida tiene que instar a las mujeres al protagonismo, yo me pregunto por qué no es al menos cabeza de la Cámara de Comercio, sempiterno coto de caza masculino (y del mismo masculino, para rematar). Eso sí, tampoco nos perdamos. Porque, a pesar de ser la única mujer gerente del año del último sexenio, igual ella que todos los demás han sido hijos de las mismas familias. ¿Innovación con ese nivel de endogamia[1]?

Pero consta, consta de buena fuente, que las jóvenes de la élite tampoco están contentas con este fastidioso statu quo. ¿Acaso no se han formado con igual o más esfuerzo que sus hermanos? ¿Acaso no tienen sueños y recursos para concretarlos? ¿Por qué no habrían ellas de tener las mismas oportunidades, el mismo acceso que los hombres? Sin embargo, mientras sus iguales masculinos padecen de una epidemia severa de falta de arrestos para el cambio, ellas enfrentan una barrera más: una vida entera escuchando que calladitas (y embarazadas) se ven más bonitas.

Si usted es una de esas hijas de la élite, una empresaria o emprendedora mujer, ante esta patria en harapos, con una pobreza que no cede, ¿no será hora de hablar, de romper con lo viejo? ¿No será hora de admitir que por donde nos han llevado los hombres de la oligarquía, los machos de la élite, no es? Quizá me equivoqué hace una semana y no es que para dar el giro necesitemos un conservador atrevido. Tal vez lo que necesitamos son mujeres de la élite: sin complejos, solidarias y con agallas.

Original en Plaza Pública

1. Desde haberse iniciado el premio, los gerentes del año de la Asociación de Gerentes de Guatemala han sido: Juan José Gutiérrez, Pollo Campero (2005); Yolanda de Cofiño, McDonald’s (2006); Diego Pulido, Corporación BI (2007); Ligia y Patricia Maldonado, Mahler (2008); Diana Canella, Canella (2010), Jacobo Tefel Farrer, Fogel Centroamérica (2011), Danilo Siekavizza, Hino (2012); Carmelo Torrebiarte, Grupo Cobán (2013); Enrique Neutze Aycinena, Aseguradora General (2014); Juan Mauricio Wurmser, Ogilvy (2015). ¿Pérez, Ixcot, Pirir, Tun? Jamais, mon amour. ¿Pinulito, El Manantial? Not so fast, my dear.

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