La ideología de los managers y sus implicaciones hoy

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¿Por qué ante la pandemia la élite empresarial global se porta tan ruin hacia sus empleados? ¿Qué los impulsa a tal mezquindad?

Robert Reich, Secretario de Trabajo de Bill Clinton, se pregunta exasperado: ¿por qué en empresas como Amazon los líderes persiguen a los empleados que se quejan del descuido a su salud ante el covid-19? Desprecian la vida de la gente que hace funcionar su organización.

No es por faltar plata, señala Reich: Amazon creció 26% el trimestre pasado y Jeff Bezos, su dueño, tiene 24 mil millones de dólares a su nombre. Podría regalar $25 a cada uno de su medio millón de empleados y le quedaría más riqueza que el presupuesto entero del gobierno de Guatemala para este año.

Agregando el ejemplo de Elon Musk, díscolo dueño de Tesla y emprendedor aeroespacial, Reich termina atribuyendo el problema a la arrogancia ambiciosa de quienes lo quieren y pueden todo: se les ha ido a la cabeza.

La ciencia le da alguna razón. Quizá son las hormonas. Pero no alcanza para explicar dónde nace el impulso corporativo habiendo tantas opciones. Debemos ir más allá de la personalidad, preguntar qué desencadena esas conductas en tantos. Porque Bezos y Musk son pico de un témpano que se extiende incluso a nuestras profundidades retrocapitalistas: muchos gerentes y aquí también la élite empresarial se sienten obligados a explotar a sus empleados1, aunque tengan con qué pagarles.

Bezos y Musk son pico de un témpano que se extiende incluso a nuestras profundidades retrocapitalistas.

El motor que impulsa, justifica y obliga a ser tan rácanos, es lo que llamaremos la ideología del capital. Ya comenté que management es la artesanía de la economía convencional. Es la implicación práctica del capitalismo. Para entender comparemos con un cuerpo de ideas más cotidiano: la religión.

La religión es —para la mayoría— práctica habitual: una colección de conductas físicas y mentales repetidas desde siempre. Ir al templo, orar, dar limosnas, leer la Biblia. Para algunos es asunto profesional: curas y pastores viven de enseñar esas conductas y de garantizar su cumplimiento. Unos pocos codifican la religión: los teólogos sistematizan creencias, incluso queriendo dar al asunto un matiz de ciencia. Finalmente, los historiadores, antropólogos y psicólogos de la religión examinan los sistemas e impulsos que hacen surgir religiones de tantas formas y, a la vez, de manera tan predecible.

Todos —salvo los últimos2— viven inmersos en una ideología, en un «[c]onjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época…». Es la ideología religiosa. Resumamos sus principios. Primero, que la realidad no acaba en el mundo material, sino incluye una dimensión metafísica, de espíritus que existen, no como ideas, sino como entes independientes pero inmateriales. Segundo, que ambas dimensiones —material y metafísica— se vinculan verdaderamente. Tercero, que por ello debe actuarse en ambas, razón por la que se es piadoso y se sacraliza la vida material. Cuarto, que hay quienes median oficialmente entre ambas dimensiones: son los clérigos. Quinto, que la ideología compromete entera la identidad: no se practica el cristianismo; se es cristiano. Y por ello, sexto, que es obligatorio cumplir las reglas que vinculan ambas dimensiones: juntas son la realidad religiosa.

Veamos como funciona con la ideología del capital. Igual que la religión, es habitual para la mayoría de practicantes. Consumidores, empleados, capataces, mandos medios, gerentes y élite empresarial, todos repetimos sus conductas e ideas por costumbre. Practicamos estos principios: primero, la realidad no acaba en lo material, sino se extiende a una dimensión metafísica de escasez, utilidad y eficiencia, entendidas no como asuntos psicológicos, sociológicos o históricos, sino como realidades independientes. De allí que el economista hable del descubrimiento de precios como si existieran antes de encontrarlos. Segundo, ambas dimensiones —material y económica— se vinculan realmente. Tercero, es inescapable actuar en ambas, por lo que hay que capitalizar la vida material: todo tiene precio, nomás hay que encontrarlo y decidir con eficiencia. Cuarto, quienes median oficialmente entre ambos mundos son los economistas en la cima y los gerentes en el frente práctico. Quinto, la adopción de la ideología compromete todo el ser: no se cree en el capitalismo; se es capitalista. Y por ello, sexto, es obligatorio cumplir las reglas que vinculan ambas dimensiones porque juntas son la realidad económica.

Jeff Bezos no puede ser de otra forma y tampoco lo puede cualquier ansioso de encaramarse a la cima corporativa. Están obligados por su ideología a descubrir el precio que da la mayor utilidad, así implique descontar el costo de la vida de sus empleados. Están obligados por su ideología a ser unos auténticos hijos de puta.

Ilustración: Vagones de ferrocarril (1888), de Vincent Van Gogh.

Original en Plaza Pública

Notas

1 Dicho sea de paso, quítese la mala costumbre: no se llaman colaboradores.

2 Para aclarar: los estudiosos de la religión viven en otra ideología, la científica.

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