Fue alentadora la voz creciente de una clase media urbana, tradicionalmente silenciosa e indiferente ante el quehacer político. Su huella está en la efervescencia de blogs y columnas de opinión –esta incluida– que han surgido en la oportunidad, señalando necesidades, ofreciendo propuestas y denunciando errores. Plaza Pública es, ella misma, buque insignia de esos esfuerzos que combinan juventud, seriedad y voluntad de cambio.
Sin embargo hoy, cuando las elecciones ya son historia antigua, y los nuevos gobernantes se aprestan a tomar su cargo, nos hemos quedado sin el acicate diario de la publicidad electoral para recordarnos que la cosa ya no puede seguir igual, que toca hacer algo al respecto. Este es un momento de riesgo, pues es fácil regresar a la indiferencia, dejar que otros decidan y hagan; y cuando, en tres años empiece la nueva campaña, sorprendernos por lo mal que van las cosas.
Este es un momento de riesgo, pues hemos sido los chapines supremos maestros de la excusa. La historia de dolor y penuria de los más pobres en este país siempre encuentra una causa fuera de nosotros mismos: fueron los gringos quienes derrocaron a Árbenz, fueron los comunistas que sublevaron a la gente en el Altiplano, son los socialistas corruptos en el gobierno quienes nos quieren quitar el dinero con más impuestos, es por los políticos que la cosa pública no camina, es por los complots de la burguesía que los candidatos de izquierda no tienen arrastre, son los indígenas quienes no progresan por no aprender español, son los pobres los culpables por no trabajar (¡y Sandra Torres, qué lejana suena ya, por alcahuetearlos!). Siempre alguien más es el responsable de los problemas, nunca yo. ¡Qué lindo!
Demos vuelta al espejo, y veamos lo que somos. Aunque los Estados Unidos, al decir de Bolívar, hubiese plagado “…la América de miseria en nombre de la libertad”, fueron chapines quienes abrieron la puerta a la invasión en 1954. A pesar de la voluminosa evidencia que muestra que aprender la primaria en el idioma materno es la mejor apuesta para una educación exitosa, es por chapines que la educación bilingüe sigue siendo marginal –sí, marginal– en el Ministerio de Educación.
¿Y quién cree que ha dejado a los más pobres sin tierra o mercados para tener una vida digna? Somos chapines los que ponemos y quitamos partidos políticos sin ideología, somos chapines los miedosos que no hacemos crecer la economía, los que evadimos los impuestos; y chapines los que no nos metemos a política, o hacemos trampa estando en ella.
En tres días, Otto Pérez Molina, sus ministros y una nueva camada de diputados y alcaldes se erigirán en nuevas y perfectas excusas para que digamos “no fui yo”. Sin embargo, la indiferencia es un lujo que ya no podemos darnos los guatemaltecos. No basta con señalar a otros. Toca, sin excusas ni pretextos, involucrarse. En este 2012, en este nuevo período de gobierno, ¿tendremos usted y yo las agallas de participar en una manifestación, en vez de quejarnos porque siempre son los maestros los que dejan de dar clases para salir a la calle? ¿Tendremos usted y yo una pancarta frente al CACIF exigiendo que no obstruyan el necesario financiamiento del Estado? ¿Nos comprometeremos desde ya y por los siguientes 25 años al mismo partido político? ¿Denunciaremos y perseguiremos las corruptelas de funcionarios grandes y pequeños, o las aprovecharemos para beneficiarnos también? ¿Exigiremos que el ejército se limite con estricto apego a su mandato? ¿Usaremos el Facebook y el Twitter solo para compartir fotos de nuestras mascotas, o también para organizar a amigos, vecinos y desconocidos en pos de una auditoría social efectiva?
Así que dele esta bienvenida al nuevo gobierno: a partir de hoy, no se queje, no se deje. ¡Actúe!