Hora de la verdad

El escenario electoral es prácticamente cosa juzgada. Debemos poner las cartas sobre la mesa. Porque, si el asunto es de elecciones, después del voto cuenta poco la voz. Y si las elecciones importan, hagámoslas valer escogiendo con base en información.

Elegir hoy tiene particulares connotaciones. Necesitamos una presidencia que detenga el deterioro heredado del incompetente y malicioso Jimmy Morales. Necesitamos un Congreso con una masa considerable de diputados limpios, con políticas claras, que actúen juntos. Y urge un resultado electoral contundente. A seis meses del cambio de gobierno debe quedarle claro al Pacto de Corruptos que se acabó la fiesta. Conseguirlo es indispensable y será difícil.

Estas no son horas de discreta ambigüedad. Lo ocurrido desde 2015 aclaró que, ante una clase política compuesta casi enteramente por mercenarios y traficantes de influencias, la clase media debe abrazar la militancia política.

Personalmente, escogí bando: mi esfuerzo, no solo mi voto, es para Movimiento Semilla. La razón inmediata: es gente nueva en política. Pero la razón de fondo es que se trata de gente decente. En puestos de liderazgo tiene a personas que he conocido por décadas y que siempre se han comportado así. Gente como Jonathan Menkos o Lucrecia Hernández Mack. No son perfectos, solo de buena intención, íntegros y expertos, lo cual no es mala fórmula para empezar. Y aun habiendo pasado por Gobierno e instituciones no han mostrado repentinos y misteriosos incrementos de riqueza personal.

¿Es así toda la gente en Semilla? Seguramente no. Sé de buena fuente que el partido ha debido lidiar ya con más de algún Baldizón en potencia entre sus miembros, entre sus aspirantes líderes. Y quizá haya otros, agazapados bajo la piel de oveja. Pero, a diferencia de otros partidos, intentan depurarlos, no allanarles el camino al poder.

He visto a algunos criticar a Semilla. «Oportunistas», dicen, por aliarse con Thelma Aldana para elevar el perfil y conseguir adhesiones cuando se formaba el partido. Esa crítica muestra ingenuidad ante un sistema construido para excluir. Basta con ver lo que el ministro de Gobernación, la fiscal general y los tribunales han hecho ante la candidatura de Aldana para reconocerlo.

No son perfectos, solo de buena intención, íntegros y expertos, lo cual no es mala fórmula para empezar.

Aldana tiene a su favor la conducta visible: aun seleccionada como fiscal por Pérez Molina, se animó a perseguir la corrupción con ahínco y eficacia. Sí, ha tropezado en táctica electoral y ha mostrado debilidades políticas. Será importante aprender. Pero no es ni a leguas como los monstruos que pululan en el resto de la oferta, cosa que nos trae a evaluar el otro platillo de esta balanza electoral.

En el extremo oscuro es fácil reconocer a los inaceptables. Como Zury Ríos. Más allá de su negro récord, aún hoy irrespeta la inteligencia del votante abogando por la pena de muerte. Si es incapaz de contradecir una medida tan inútil como popular, ¿qué esperar de ella? Esto sí es populismo del peor.

Quito también del tablero de opciones a la masa de politicastros y partidos de cartón, todos con lo mismo en común: dinero sucio, vínculos sucios y procesos judiciales en su contra desde antes de las elecciones. Esto excluye de una vez a gente como Galdámez. Excluye hasta a Sandra Torres, de ambición ilimitada y nuevos amigos (¿?) en el Cacif. Risibles, si no fueran tan peligrosos. Y no cometa la equivocación de incluir aquí el tan espurio proceso contra Aldana, que más bien da puntos a favor. Si con medidas leguleyas a uno lo persiguen jueces, diputados y ministros corruptos, algo estará haciendo bien.

Finalmente, considero a los plausibles. A gente como Julio Héctor Estrada. Con propuestas de política creíbles, sí. Pero demostradamente incapaz de retirarse del gobierno de Morales cuando este comenzó a apestar. Justo cuando contaba, privilegió la disciplina de clase, el proyecto de élite, antes que la integridad personal. Esto es tan malo como ser corrupto porque empodera la corrupción. Es negar el cambio que urge. Y para terminar, en un margen importantísimo queda gente como Thelma Cabrera y el MLP. Consistentes, aunque no me convenza su teoría del Estado. Son potenciales pero complejos aliados para derruir el Estado oligárquico.

En síntesis, mi decisión y mi recomendación: cuando vaya a la urna, identifique a los candidatos con el chirulito de Semilla. Si los corruptos se salen con la suya y no está Thelma Aldana en la papeleta, igual vote por Semilla. Recuerde que la batalla mayor estará en el Congreso, en los municipios.

Original en Plaza Pública

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