Hacer negocios, tener negocios

Para quienes están fuera de este grupo selecto, hoy no queda sino dejar una marca grasosa con la nariz en la ventana de la prosperidad.

Sin duda es positiva nuestra mejora en el Índice de Hacer Negocios del Banco Mundial. Felicitaciones sin reservas a los involucrados, pues nos urgen razones para sentir orgullo.

Alguien trabajó duro para mejorar los procesos de obtención de permisos de construcción, abrir un negocio, y pagar impuestos. Nos permitieron escalar 14 posiciones en el rango y subir 2.9 puntos porcentuales con respecto al país de mejor desempeño. Esto reta, pues sugiere que algunas cosas no mejoran porque no se atienden, no porque no se puedan atender.

Sin embargo, no basta decir “qué alegre” y pasar a la siguiente noticia. ¿Cómo entender los resultados en su contexto, y qué sigue? Es importante hilar fino, y el Banco Mundial ayuda con los detalles que ofrece sobre nuestros resultados.

A lo largo del tiempo, nuestras fortalezas persistentes han estado en conseguir una conexión eléctrica, obtener crédito y registrar la propiedad; las debilidades en resolver la bancarrota, proteger a los inversionistas y hacer cumplir los contratos. Esto ya sugiere un patrón. Nuestro desempeño y mejora se basan en simplificar procedimientos. En el 2006 tomaba 38 trámites pagar impuestos empresariales, hoy sólo seis. En contraste, los indicadores de protección al inversionista, cumplimiento de contratos y comercio transfronterizo apenas han cambiado en diez años. ¿Por qué?

El contraste ayuda a entender, por ejemplo comparándonos con Costa Rica. Ciertamente allí nos aventajan en bienestar: sus ciudadanos tienen un ingreso per cápita promedio de $8,740 al año, comparados con nuestros escasos $3,120. Enfrentan retos importantes, pero viven sin la violencia que sufrimos, con instituciones ejemplarmente estables. Por ello llaman la atención sus indicadores. En todas las categorías están peor que Guatemala, excepto en comercio transfronterizo. La relación entre facilidad de negocios y prosperidad no es directa, como reconocen los propios autores del Informe.

Resulta interesante escarbar los números. Por ejemplo, en Guatemala montar un negocio cuesta 46.4% del ingreso per cápita promedio, comparado con 9.5% en Costa Rica. Podríamos pensar que se debe al ingreso bastante mayor que tienen los ticos. Pero esta idea se disipa al convertir el dato a dólares. Abrir un negocio en Guatemala cuesta en promedio $1,448, mientras en Costa Rica se hace con sólo $830. Capitalizarlo aquí cuesta otros $612, mientras Costa Rica no pide capital mínimo. Igual pasa con el costo del permiso de construcción (4 veces el ingreso per cápita en Guatemala, 1.4 veces el ingreso en Costa Rica y siempre menos en dólares). Importar o exportar un contenedor también cuesta más dólares y es una proporción más grande del ingreso per cápita promedio en Guatemala.

Los ticos lidian con mayores costos en el registro de propiedad y la conexión eléctrica; y pagan más impuestos: 55% de sus ganancias, comparados con 41% de las nuestras. Sin embargo, la parte mayor de sus impuestos (casi 30%) son contribuciones laborales que sostienen un bienestar más amplio, y que aquí captan sólo 14%. En Costa Rica, el registro público de crédito alcanza a 25% de la población y el privado al 100%. En Guatemala, los números son bajos: 19% y menos de 9%, respectivamente. Tenemos una escasez marcada de sujetos de crédito.

De las muchas lecciones, yo destaco una: facilitamos el hacer negocios, pero hay grandes barreras para tener negocios. En otras palabras, Guatemala mejora como lugar de negocios para quienes ya tienen plata. Pero para quienes están fuera de este grupo selecto, hoy no queda sino dejar una marca grasosa con la nariz en la ventana de la prosperidad.

Seguramente debemos producir más riqueza, que pasa por agilizar trámites. Pero no alcanza. A la vez que nos congratulamos por el avance, reconozcamos que el desarrollo exige ampliar las oportunidades. En esto, tanto el Estado como el sector privado tienen responsabilidades. Aquí, algunos han insistido que un fisco más fuerte depende de tener más gente tributando, no solo de elevar los impuestos. Se ha dicho que necesitamos reducir el tamaño del sector informal, y crear más y mejores empleos para la ola de jóvenes que tendremos.

Sin embargo tributación, formalidad y empleo no crecerán si el coto de los negocios tiene muros infranqueables. Como en política, justicia y cultura, también para el sector empresarial en Guatemala el reto mayor es la democratización. Sirve poco que quienes ya tienen dinero se regodeen por la mayor facilidad de hacer negocios, pues como ilustra Costa Rica, la prosperidad no está solo en reducir la burocracia. Tener un negocio viable necesita ser una aspiración realizable para una proporción creciente de guatemaltecos.

Original en Plaza Pública

Verified by MonsterInsights