Kámala Harris se estrenó como vicepresidenta de los EE. UU. haciéndose cargo de la política migratoria de su país. El 2 de febrero de 2021 el presidente Biden le encargó dicha área de política.
Harris marcó el inicio de su gestión política con dos actos comunicativos. Primero puso en circulación el término causas raíz de la migración en Centroamérica. Segundo, rechazó a los migrantes de Centroamérica. «No vengan, no vengan», repitió en Guatemala. Ambos elementos se conjugaron cuando la Casa Blanca publicó en julio de 2021 su Estrategia de los EE. UU. para abordar las causas raíz de la migración en Centroamérica. El título aclara: el problema no es la migración irregular, sino la migración de Centroamérica, de centroamericanos.
Harris aprovechó la Cumbre de las Américas para concretar la estrategia con 2 medidas de visibilidad mediática. Anunció 1.9 mil millones de dólares en nuevas promesas de donación, supuestamente para dinamizar la economía centroamericana y reducir la presión migratoria. E informó sobre un Cuerpo de servicio centroamericano, modelado según el Cuerpo de Paz y administrado por USAID, para dar estipendios a jóvenes de Guatemala, Honduras y El Salvador y crear oportunidades de voluntariado, servicio comunitario y trayectorias al empleo.
Las dos iniciativas parten de suponer que la migración es, sobre todo, un fenómeno económico: más inversión es más empleo, más empleo será menos migración. Poca razón hay para creerlo.
Harris dice que «la mayoría de gente no quiere dejar su hogar». Si lo cree es ingenua, siendo hija de personas que migraron por elección. Ambos sus padres eran profesionales en sus países de origen (India y Jamaica), con grados académicos. Su madre procedía de la privilegiada casta brahmán. Igualmente migraron.
Más allá de criticar un modelo causal defectuoso y reiterar que la migración es uno de los más característicos rasgos del desarrollo y la historia humana, necesitamos entender que no es exclusivamente un fenómeno económico, no digamos ya un resultado «inesperado» o marginal del quehacer humano. Al presentarse, la migración es rasgo propio de una economía política concreta: es intrínseca a la combinación de poder y recursos prevalente en un momento histórico específico. Dado que hoy poder y dinero se concretan en Estados nacionales, entender la migración exige reconocer los lazos políticos y económicos que vinculan múltiples Estados —los que expulsan migrantes tanto como los que los reciben—.
Aquí radica la insuficiencia de la propuesta de Harris, porque acabar con la migración es como querer acabar con la humanidad, a veces literalmente. Lo importante no es que la gente se quede, transite o se vaya. La clave es que, cualquiera que sea el curso de acción, pueda hacerse de forma segura, en paz y productiva para todos los involucrados. Como con los padres de Harris, que encontraron empleo en el Laboratorio Lawrence (la madre) y la universidad de Stanford (el padre) en California. Lo importante es producir más (dinero, bienestar y felicidad) de lo que se gasta.
Por lo mismo, querer acabar con la migración actuando solo sobre el país de quien emigra es como querer eliminar la corrupción solo señalando al corrupto. Siempre hay un corruptor, aunque sea por presión del corrupto. Siempre hay un país receptor. La migración es un eje en que ambas ruedas deben rodar.
La cosa empeora al ver los socios de los que alardea Harris. Como el grupo Pantaleón, que promete 9.5 millones de dólares para su iniciativa, cuando aumentar 0.5% los impuestos sobre sus ingresos produciría más de $3 millones al año perpetuamente para el erario.1
La tapa del pomo la pone el más reciente y horroroso caso, contrapunto brutal a la Cumbre de las Américas. Ni tres semanas después del evento que cerró con una declaración sobre migración, más de medio centenar de migrantes centroamericanos murieron por golpe de calor en un camión que los trasladaba a escondidas en San Antonio, Texas. No en la Guatemala del ingrato e incompetente Alejandro Giammattei, sino en Texas, EE. UU.
Insistamos: la migración es parte de una economía política que encuentra sus raíces en el poder y el dinero, tanto de los países que expulsan como de los países que reciben migrantes. Juntos forman un único sistema. La migración es peligrosa porque al ser prohibida involucra a gente violenta y mortíferamente inescrupulosa, tanto en Estados Unidos como en Centroamérica. Sin reconocer esto se seguirá escarbando la tierra con una mentalidad estéril, buscando raíces que no están allí. Difícilmente podrán encontrarse soluciones que sean seguras, productivas y, sobre todo, humanas.
Ilustración: El puente (2022, foto propia)
Notas
1 Esto, suponiendo que sus ingresos declarados son precisos: reporta El Faro que en 2017 enfrentaba 25 procesos tributarios.