Para ser eficaces en educación es indispensable movilizar el compromiso y los esfuerzos de mucha gente, por todo el país y a todo nivel.
La educación no se presta a soluciones de corto plazo. Es posible construir una escuela en tres meses y dotarla de libros en una semana. Sin embargo, asegurar que los niños y niñas tengan los conocimientos necesarios para una vida exitosa y feliz toma al menos una década.
Por diez largos años, los estudiantes deben ir a clases al menos 180 días cada año, trabajar atentamente en clase al menos cinco horas cada día, recibir orientación y sistemáticamente agregar conocimiento nuevo al conocimiento previo. Todos los que hemos tenido el privilegio de una educación sabemos que no es fácil y no hay atajos. Toma mucho tiempo y mucho esfuerzo.
Tres elementos resultan claves para lograr resultados. Primero lo obvio: que los estudiantes estén en una escuela segura y agradable. Esto es asunto de eliminar barreras: la distancia, el peligro, la desconfianza de los padres, el uso de un idioma ajeno, la falta de sanitarios decentes, todos son factores que pueden estorbar. De quién es el edificio, eso es secundario; lo importante es que sirva, se use y se mantenga.
El segundo factor son los materiales. Cada estudiante necesita textos, cuadernos y lápices. Cada maestro necesita una pizarra, tiza, guías didácticas. La logística es siempre retadora, pero esta administración ya demostró que con esfuerzo y buena voluntad el problema es superable. Es cuestión de procesos a tiempo y logística cuidadosa. Si se ha de acudir a una compra acelerada, pues que sea para fines como estos, y con la venia del Congreso.
Finalmente la piedra angular: los maestros y maestras. Es excepcional que alguien aprenda de manera autodidacta. La mayoría hemos necesitado que nos ayuden a caminar la década de formación ordenada que exige la educación básica. Más que simple conocimiento, esto requiere pericia en el docente: saber la materia, saberla enseñar, y sobre todo, saber enseñar a aprender. La formación inicial docente -la hoy tan debatida formación en las escuelas normales- es apenas el primer paso y tarda en rendir frutos. La clave urgente está en la formación práctica, el acompañamiento en el servicio.
Cada uno de estos elementos impone retos distintos, depende de acuerdos y equilibrios de fuerza, muchos de ellos fuera del control del Ministerio de Educación. El que los estudiantes estén en el aula depende principalmente de la familia, la comunidad y los propios chicos y chicas, aunque el Ministerio y la municipalidad puedan ayudar. La calidad de la formación docente depende del MINEDUC y las universidades, pero verificar que un maestro esté presente de forma continua en la escuela requiere la acción de la municipalidad y la propia comunidad. Tener a tiempo los textos en las escuelas al principio del año exige que los Ministerios de Educación y Finanzas caminen de la mano, pero las empresas distribuidoras pueden ayudar a hacerlo realidad.
Comerse un elefante de un solo bocado es tarea imposible hasta para el león más voraz. Sin embargo, a mordiscos, incluso las hormigas más pequeñas acabarán con él. La educación es igual. Con tantas piezas en juego, es imposible que un Ministro o Presidente actuando solo consiga resultados sostenibles. A lo más tendrá victorias pírricas en uno o dos temas. Para ser eficaces en educación es indispensable movilizar el compromiso y los esfuerzos de mucha gente, por todo el país y a todo nivel.
El plan de gobierno del Partido Patriota y el discurso inaugural del Presidente citaron tres pactos: uno por la paz, la seguridad y la justicia; uno más contra el hambre; y otro por el desarrollo económico y el ordenamiento fiscal. Notorio por su ausencia fue un cuarto pacto, el de la educación, urgente para conseguir esa movilización, sin la cual no habrá cambios sostenibles.
No se trata de un pacto de “hotel capitalino”, cámaras de TV y elegantes funcionarios. Más bien, este pacto se concreta en la miríada de pequeños pactos a nivel departamental, municipal y local: familias, estudiantes, alcaldes, maestros, sindicatos y funcionarios departamentales de educación, que se ponen de acuerdo y hacen lo necesario para reducir los retos a la educación a nivel municipal y local. Es un pacto que, aunque tarde, aún hoy se puede construir.
Más que partir de que no alcanzan los recursos, la pregunta, el reto para todos es: ¿cómo haremos para que los chicos y las chicas vayan a la escuela todos los días, todo el día, hasta que completen una década de educación de calidad?
(Siguiente entrega: Cerrar brechas territoriales en educación).