Educación basura

Es alucinante. Imposible saber si la realidad es metáfora cruel de la idiotez o la idiotez inspira la pobreza lacerante.

Es malo ver niñas que se «gradúan» de preprimaria con «togas».1 Togas hechas con bolsas de basura, apunta la prensa. Pero ¡qué importa que las togas sean de polietileno negro! ¡O si son seña de miseria o de dignidad! ¡Uno no se gradúa de preprimaria! La preprimaria solo se termina. Le dicen a la estudiante: «Felicitaciones, nena. Nos vemos el año entrante y hasta que termine el diversificado», y ya. Mejor con regalo de un libro incluido para leer en vacaciones. Antes no hay excusa —ni propia ni ajena— para dejar de estudiar. Nada debe sugerirlo. Menos aún una graduación espuria.

Y así, esas niñas se tornan metáfora cruel de la educación en Guatemala. Justo cuando, en el otro extremo del sistema, otros actores ponen en escena una alucinación colectiva, una alucinación educativa: celebremos el fracaso como logro. Triunfo, dicen, al restablecerse la carrera de magisterio de nivel secundario. No me ayudes, compadre.

Celebra un columnista: «La sustitución de la carrera magisterial impartida en las escuelas normales de Guatemala por un bachillerato con orientación educativa no solo perjudica a miles de estudiantes normalistas y al gremio de educadores, sino, en general, al país…». Ejemplo, en blanco y negro, del problema: primero, los estudiantes de magisterio; segundo, el gremio magisterial, y tercero, vago y en general, el país. Precisos para pegarnos el tiro en el pie: ante todo, los intereses especiales, y solo si quedan tiempo y ganas, el bien común. No, mil veces no.

La formación magisterial no es programa de empleo. Es la más importante, quizá la única oportunidad para incidir en la calidad educativa de toda la generación siguiente de ciudadanos.

Entienda: la formación magisterial no es programa de empleo. Es la más importante, quizá la única oportunidad para incidir en la calidad educativa de toda la generación siguiente de ciudadanos. Menos aún es programa de empleo para pobres. Si quiere crear oportunidades, invierta en formación vocacional, articule la escuela con el empleo, cree certificados flexibles, provea becas para la secundaria, amplíe el seguro social, contrate obra pública, reoriente las remesas. ¡Hay tantas opciones! Esa fue la grave debilidad del cierre de las normales bajo Pérez Molina. Como todo lo demás, arbitrario y unilateral, esto también se hizo de pésima manera, y ahora con razón la Corte Suprema de Justicia lo cobra: cerraron las normales y nadie ofreció alternativa a los estudiantes y a sus familias, que equivocados pensaban que allí estaba el empleo esperándolos. Por supuesto que armaron escándalo.

Pero, por favor, no se repara un vidrio roto rompiendo otro. No sea como el político infame, que engaña a jóvenes rurales con que encontrarán trabajo como maestros solo para conseguir sus votos. Es mentira: no tendrán empleo. Serán tenderos, oficinistas, agricultores, desempleados, cualquier otra cosa. Porque ya se graduaban más de 25 000 estudiantes normalistas cada año y solo necesitábamos 100 000 maestros para toda la primaria. Casi todos los graduados (¡98 %!) pasaban cinco largos años sin encontrar plaza. Y los que se empleaban eran maestros mal formados.

Pero es que la normal es la única opción para la educación bilingüe intercultural (EBI), responden por ahí. Rompamos otro vidrio para reparar este, que también está roto. Y de paso, cortémonos las venas con las astillas. Como los grandes y racistas señores de la educación han resistido por décadas la ampliación efectiva de la EBI en la educación, resulta que la única salida es formar maestros bilingües en la secundaria. Y eso quieren rescatar los que interponen el amparo ante la corte. Eso no es solución. Es un peor es nada. Como tenemos cáncer, procuramos el derecho a pegarnos un tiro en la sien para salir del dolor en vez de exigir medicina. ¿Quiere gastar energías políticas? Insista en que todos los programas universitarios de formación docente desarrollen bilingüismo de idioma indígena y español en todos sus estudiantes. Sí, hasta en la Universidad del Istmo. Matemos chiquito el racismo.

Finalmente, el Ministerio de Educación. Ay, nuestro pobre ministerio, desempoderado por presidentes que se sientan a negociar con líderes sindicales rácanos. Ahogado intentando regular la oferta —la formación magisterial— cuando ya hoy controla la demanda al ser el principal empleador magisterial. ¿Quiere el Mineduc elevar el nivel del magisterio? No contrate docentes sin estudios superiores ni conocimiento de EBI y ya. Está en su pleno derecho institucional, que no es agencia de empleo. Si los estudiantes quieren estudiar una carrera que no sirve, si las escuelas normales quieren ofrecer una carrera que no conviene, si las universidades quieren formar gente sin EBI, adelante. Pero no los contrate. A ver cuánto tardamos en entender. ¡Que viva el mercado!

Ilustración: Estudiantes – así los ven (2024), Adobe Firefly

Original en Plaza Pública

Notas

  1. Así, todo resaltado. Casi podríamos poner también «niñas», que igualmente dejarán de serlo mucho antes de lo justo. ↩︎
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