Si no actuamos de forma organizada, aquí seguirán ganando los malos.
Haga las cuentas y verá. Pregúntese qué ha quedado de las modificaciones a la Constitución, las reformas al sistema electoral y de partidos políticos, la despenalización de las drogas. Busque el camino de la prosperidad de la minería o el canal seco. Note que el Ministerio de Educación y los normalistas retoman al debate, vuelta sobre vuelta, y la educación pareciera no cambiar. Los pobres siguen pobres, los campesinos siguen fuera de la jugada, los ricos siempre mandan y los narcos igual acaban con quien se les ponga enfrente. Para rematar, el ejército (más bien la casta militar) recupera sigiloso su inaceptable ascendencia sobre el aparato público.
No soy el único frustrado. En medio del trajín, cada vez es más frecuente oír entre gente de clase media urbana que “hay que hacer algo”. Pero igual, no pasa nada. Con indignación ante los casos más recientes de femicidio, algunas se animan a plantarse frente al Palacio Nacional y prometen hacerlo cada quince días. ¿Cuántos se les unirán?
Otro ejemplo: a tres años de distancia, como jugada cantada, se ve venir la presidencia de Manuel Baldizón. Y ni usted, ni yo, ni la vecina, tenemos algo mejor que ofrecer. La suma de nuestra acción política, nuestro mejor esfuerzo, pareciera que no pasa de ser un voto de rechazo cada cuatro años.
Debemos reconocer que sólo hay dos formas de hacer política. Una es la usual, la de los grandes capitales. Anónimos financistas, conocidos de todos arman partidos políticos, pagan campañas de medios, compran diputados, ponen funcionarios, transan con alcaldes. Suenan las tonadillas, y más pronto que tarde todos compramos el producto. Es el poder del dinero.
La otra forma de hacer política, es el trabajo de hormiga. Exhortar a los familiares, a los amigos, los vecinos y los desconocidos, invitarlos a sumar esfuerzos sistemáticos. Dedicar fines de semana, noches, al proselitismo, la formación política, la organización para la acción conjunta. Intervenir en el gobierno del barrio, del condominio, del municipio. Aprender a trabajar juntos. Formar pequeños núcleos, amarrarlos entre sí, hasta tejer una red de ciudadanos con fines comunes, con poder en su masa. Funciona, pero toma trabajo.
Entendamos: en medio de esas dos alternativas no hay nada más. La convocatoria urgente ante la crisis no es sino espuma, vapor que así como se manifiesta, igual desaparece. Así se llame Rosenberg, indignación ante el femicidio o grito de guerra desde el Facebook. El que quiera actuar políticamente deberá venderse al mejor postor o invertir esfuerzo en organizarse.
En el pasado la mayoría ha escogido la plata, pues es más rápido, como lo saben los buenos y los menos buenos, que en las últimas dos décadas han escogido hacer gobierno juntos. Sin embargo, los resultados están a la vista, y parecieran confirmar que cuando manda el dinero, mandan los malos. Quizá sea hora de poner nuestro empeño en la organización. Si no actuamos de forma organizada, aquí seguirán ganando los malos.