¿Cuándo se aborda una crisis?

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Comienza a llover. Los vecinos de la lotificación El Cambray II se dedican a sus asuntos. Al fin, llover es llover.

Tras varios días de precipitación, la noche del 1 de octubre de 2015 el asunto llega al límite. Saturada de agua, la tierra se afloja. El alud soterra más de 200 casas y mata a 280 personas.

¿En qué momento se desata la tragedia? En El Cambray II podríamos decir que fue con el alud. O quizá cuando empezó a llover. Pero ya en noviembre de 2014 la CONRED instaba a los vecinos a abandonar su riesgoso lugar de vivienda, opción nada fácil para ellos. Y desde 2008 —seis años antes— advertía sobre la peligrosidad de construir en el fondo del barranco en que se emplazaba el vecindario. Quizá la tragedia empezó el día en que la Municipalidad de Santa Catarina autorizó construir en un terreno que los especialistas habían declarado no apto para la vivienda. O tal vez cuando, durante la Colonia, quedó claro que aquí había gente de primera —los españoles—, gente de segunda —sus acomplejados vástagos criollos— y de tercera, todos los demás. O, tal vez, los de más. Esos que podían morir sin que importara.

El Cambray II subraya que lo que pasa hoy en Guatemala con el covid-19 no es nuevo. Como con el deslave en 2015 o el volcán de Fuego en 2018, siempre de nuevo, siempre igual, estamos ante un alud que desborda la respuesta. Qué más da si es lodo, arena, o moco. Siempre de nuevo, siempre igual, podemos verlo como crisis de hoy: hace 6 meses nadie pensaba en el coronavirus. Apenas la semana pasada los médicos del hospital de emergencia denunciaban que no tienen lo necesario para atender a sus pacientes. Apenas hace días renunciaron el jefe de epidemiología y dos miembros de la comisión montada para enfrentar la pandemia.

Pero la crisis tiene raíces profundas. Porque todos enfrentamos la amenaza: desde China hasta Costa Rica. Pero el desastre es nuestro. Como es usual, comparemos con Costa Rica, la cercana. La que debiera parecerse.

Hoy que escribo1, Costa Rica con 12.5 semanas de pandemia y 5 millones de habitantes, reporta 1,715 enfermos de covid-19 y 12 muertos desde que empezó la pandemia. Guatemala, con 9.5 semanas y 17 millones de habitantes, reporta 9,845 enfermos y 384 muertos. Así que en Costa Rica han muerto poco más de 2 personas por cada millón de habitantes. En Guatemala son más de 22 muertos por millón de gentes. ¿Y qué son 22 en este país de sufrimiento perpetuo?, preguntará alguno. Son 10 veces más que en Costa Rica, por la misma causa, al mismo tiempo.

A Costa Rica se le muere menos de 1 paciente por cada 100 que trata. A Guatemala casi cuatro de los mismos 100 enfermos de la misma causa.

Tendremos infierno, por mucho que se traiga desde Colorado a un infectólogo especializado. Ni un ejército de expertos alcanzaría.

No se engañe: esos resultados no son de hoy. Pasamos 6 décadas y media profundizando la desigualdad, mientras los costarricenses construían salud universal y gratuita. Por supuesto, hoy tenemos infierno con covid-19, como tuvimos infierno con volcán e infierno con alud. Tendremos infierno, por mucho que se traiga un infectólogo especializado desde Colorado. Ni un ejército de expertos alcanzaría. Nomás que los profesionales de la salud son los más susceptibles al chantaje: «es por la gente», les dicen. Y son las víctimas más recientes del infierno. 

A los muertos de hoy los condenamos mucho antes de que llegaran tanto el experto como el coronavirus. A los muertos los condenamos al segmentar el sistema de salud y marginar al IGSS. Los condenaron hace un cuarto de siglo Arzú y su gente desmantelando lo poco que había en servicios públicos y recetando salud a unos, enfermedad a otros y nada a los de más. Perdón, a los demás. A los muertos los condenamos cuando, teniendo oportunidad —¡al fin!— para construir justicia para todos, la élite y una parte importante de la clase media urbana prefirieron hacer guerra a la Cicig. Así, hace casi 4 años confirmamos lo que vemos hoy: que los hijos de papi pueden hacer fiesta en medio de la cuarentena sin responder ante la ley, mientras los pobres no solo van a la cárcel sino que, si mueren de covid-19, los enterramos en la basura.

La crisis de hoy no se resuelve hoy. Para eso tendríamos que ser otros. Hoy tendríamos que enfrentar la crisis que vendrá en 10 años. Pero para esto tendríamos que querer cambiar.

Ilustración: Cabeza de una anciana campesina con una gorra blanca (1884), de Vincent Van Gogh.

Original en Plaza Pública.

Notas

[1] Datos de mortalidad al 16 de junio de 2020 del Johns Hopkins Coronavirus Resource Center y de 91-Divoc.

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