Cómo distinguir bueno de malo

En medio de la abundancia de noticias y opiniones que cada día nos traen los medios, ¿cómo saber qué es lo bueno y qué es lo malo? ¿A cuáles causas hemos de apostar?

Algunas personas parecieran tener una singular brújula moral, que les permite intuitivamente apostar al bien. La mayoría, sin embargo, debemos esforzarnos por dilucidar el significado de las noticias, por entender, de entre las opiniones, cuál es más válida.

Pues bien, buscando algunas señales para el camino, me topé con las memorias[1] de Gustavo Porras, en que resume el trozo de historia que le ha tocado vivir como actor bastante involucrado. Habiendo pasado de católico comprometido, a simpatizante de la izquierda, guerrillero, secretario de una Presidencia de derecha y negociador de la Paz, es inevitable que le toque hacer balance. Porras identifica cuatro tendencias que han transformado la sociedad guatemalteca, aún más allá de las políticas y de los empeños de los políticos: la demanda por educación y los avances en los servicios educativos, la organización social, el aumento en el papel de las mujeres en la sociedad, y el creciente protagonismo de los pueblos indígenas.

Educación, organización, mujeres, indígenas. Hacer el bien es actuar en favor de estas cuatro tendencias. Estorbarlas es hacer el mal.

Esto proporciona una piedra de toque que nos puede servir bastante bien, tanto a usted como a mí. Educación, organización, mujeres, indígenas. Hacer el bien es actuar en favor de estas cuatro tendencias. Estorbarlas es hacer el mal. Comienza igualmente a hacerse más claro a quiénes apostar. Si promueven sistemáticamente estas causas, son de los buenos. Si las resisten o las obstruyen cada vez que pueden, son de los malos.

Por supuesto, ningún instrumento de medición sirve si no se calibra. Así, vámonos a algunos incidentes concretos, para ver qué tanto nos ayuda.

El caso de los abusos de poder y subsecuente estado de sitio en Santa Cruz Barillas el año pasado es fácil de evaluar. El municipio está dramáticamente marginado en educación, el Estado actuó contra la organización popular. Malo. Lo que pasó en la cumbre de Alaska, Totonicapán también es de fácil medición. Se combatió la organización comunitaria, se desoyó a las mujeres y los indígenas. Otro malo.

Pasemos a asuntos más sutiles. ¿Qué me dice del presidente del Cacif, negando la multiculturalidad del país (“confundiendo el clima con la gente” diría Julio Prado). Más difícil, pero no imposible, ver el estorbo al protagonismo indígena, y calificarlo como malo. ¿Y el incidente en que un grupo de mujeres presionaron al Ministerio de Cultura para ocultar una escultura? Actúan mujeres, sí, pero para reducir la visibilidad de la mujer en el conjunto de la sociedad. Toca ponerlo en el lado malo.

En contraste, aunque a Fundesa le falte enriquecer el protagonismo femenino en sus propias estructuras de gobernanza (¡dos mujeres y veinte hombres!), veo allí organizaciones empresariales que promueven una agenda de desarrollo en favor de la salud de mujeres y niños, y de la educación. Debo reconocerlo: bueno.

Le dejo un ejercicio: en el lío de las Escuelas Normales están involucrados estudiantes que resisten la reforma, líderes indígenas que claman porque se atienda la educación intercultural bilingüe, empresarios educativos que quieren seguir en lo de siempre con sus Normales, sindicatos que apoyaron la reforma y luego se retiran. Considere usted si basta ponerlos a todos en un mismo cajón, o más bien toca determinar cuáles hacen bien y cuáles hacen mal.

Confío que estos pocos ejemplos basten para el argumento. Más que centrarnos en quién dice las cosas, nos toca poner atención a qué dicen, y sobre todo a quién ayudan o estorban. Si benefician activamente a la educación, a la organización comunitaria, al protagonismo de las mujeres, y al de los indígenas, son de los buenos, hacen el bien. Olvídese de sus prejuicios y apuéstele a los buenos, pues es con ellos que construiremos la Guatemala que necesitamos.

Original en Plaza Pública (modificado aquí el 4 de noviembre de 2023)


[1] Gustavo Porras Castejón, (2011). Las huellas de Guatemala. 4ta. edición. Guatemala: F&G Editores.

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