Ciudad migrante

(Versión en inglés)

Para entender la migración, he comentado previamente, ayuda usar una perspectiva de economía política. La movilidad humana no es un fenómeno individual ni problema de un solo lugar, sino un proceso que organiza la conducta individual y social en un sistema que articula origen, tránsito y destino dentro de una red de relaciones de poder y recursos.

Los migrantes —siempre agentes y actores, no simples víctimas— deciden abandonar el lugar en que viven por diversas razones. Huir de la pobreza, encontrar espacios para la expresión, educarse o hacer negocios son apenas algunas. Y tienden a migrar entre localidades previamente vinculadas por geografía, historia, economía y sociedad. Salvo por el primero que se mueve a un lugar desconocido, un centroamericano se instala en Los Ángeles o Silver Spring porque allí hay gente de su comunidad o familia, porque ya hay tráfico comercial.

Esos enlaces internacionales son precondición de la migración, no su consecuencia.1 La migración apenas concreta la relación entre metrópolis y países dependientes en el capitalismo global, no como efecto colateral, sino como un mecanismo que concreta la extracción de riqueza natural en territorios periféricos y que convierte a sus poblaciones —antes ocupadas en actividades tradicionales— en potenciales empleados formalmente libres y que pueden asalariarse para aprovechar su trabajo.2 Las personas migran por muchas razones personales, pero lo hacen impulsadas por mecanismos y a través de conductos estructurados en un sistema mundo que las antecede, aunque los discursos políticos lo ofusquen y las leyes migratorias intenten culpar a quien migra.

Tales procesos se aprecian mejor al considerar la movilidad interna entre campo y ciudad, que frecuentemente antecede y alimenta a la migración internacional. Construimos ciudades desde hace mucho tiempo, pero la urbanización acelerada es un rasgo demográfico particular de la modernidad. Según Naciones Unidas, en 2007 la población urbana global superó por primera vez a la rural. Por países varía bastante. Mientras Estados Unidos pasó ese umbral en 1920, lo hizo alrededor de 1965. Guatemala apenas llegó en 2018 a tener el 50% de su población en ciudades.

¿De dónde sale la gente para poblar las ciudades? Una parte es el «crecimiento natural», los hijos de la gente urbana. Pero la fertilidad tiende a decaer en las ciudades3, entre otras razones porque las parejas quieren familias más pequeñas: el acceso a servicios y las oportunidades económicas que ofrece la ciudad contribuyen a que sobrevivan más hijos e hijas. Además, el costo de vida urbano —incluyendo la crianza— es alto.

Así, otra parte importante del crecimiento urbano es gente que migra del campo a la ciudad. A lo largo del siglo 21 veremos estabilizarse la población total del mundo y también su proporción urbana, pero hoy aún contribuyen más al crecimiento de ambas los países menos desarrollados de América, Asia y África. Y así como entre países la migración ocurre por trayectos preexistentes, los campesinos que se instalan en barriadas urbanas lo hacen porque ya antes vendían sus productos rurales en mercados de la ciudad.

La migración internacional es una parte importante del crecimiento de las grandes ciudades en el Norte global. 

Y entre países es igual. La migración internacional es una parte importante del crecimiento de las grandes ciudades en el Norte global. Casi 4 de cada 10 personas en Los Ángeles nacieron fuera de los EE. UU. Es similar la proporción de gente nacida en otros países en Nueva York, Toronto y Londres. En Bruselas rebasa los 6 de cada 10. En el Sur, Sidney, Melbourne y Auckland presentan el mismo patrón.

Sin importar donde, las grandes ciudades operan bajo reglas propias y se parecen más entre ellas que al campo que las rodea. Quizá hasta sean el germen de una nueva forma de organización política, más allá del Estado nación contemporáneo y también de la ciudad Estado del Renacimiento o del pasado más remoto.

Tan es así, que en los EE. UU. los caducos gobernadores republicanos de Texas, Florida o Arizona por igual intentan maltratar migrantes deportándolos a Washington D. C. o a Nueva York, en su propio país, que devolviéndolos a América Latina. Sin querer, el sarcasmo cruel se traduce en una descripción precisa cuando Greg Abott, gobernador de Texas, señala que dichas ciudades «son el destino ideal para esos migrantes, que podrán recibir la abundancia de servicios urbanos y vivienda de la que ha presumido el alcalde Eric Adams [de Nueva York] en su ciudad santuario». Bien saben los propios migrantes que las ciudades son el destino ideal para encontrar más oportunidades de vida y de trabajo. Y sin duda una ciudad que los recibe bien es algo de qué presumir.

Ilustración: Desde Guatemala hasta Los Ángeles, ciudades migrantes (2022, a partir de versión generada por Dall·E).

Original en Plaza Pública


Notas

1 Collinson, S. (2009). The political economy of migration processes: an agenda for migration research and analysis. International Migration Institute. Working Papers 12. Retrieved August 22, 2022, from https://ora.ox.ac.uk/objects/uuid:c676e0fb-e8c2-4ede-b9e9-170169a3664a.

2 Fitzgerald, J., Leblang, D., & Teets, JC (2014). Defying the law of gravity: The political economy of international migration. World Politics, 66(3), 406-445. Retrieved August 22, 2022, from https://doi.org/10.1017/S0043887114000112.

3 Lerch, M. (2019), Fertility decline in urban and rural areas of developing countries. Population and Development Review, 45: 301-320. Retrieved October 3, 2022, from https://doi.org/10.1111/padr.12220

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