Author: felixalvarado99

  • El Estado Cayalá

    El nuevo contrato social ya no es el de Rousseau, sino el trato del consumidor con el tendero. «Sírvase pasar a pagar en caja».

    Si tengo un negocio y encuentro suficientes clientes, aunque el mercado vaya mal, puedo creer que lo mío es experiencia universal. ¿De qué se quejan tanto? Si tengo empleo, la tentación es fuerte por olvidar a quienes no están tan bien. ¿Por qué protestan, por qué me tapan la calle, si debo entrar puntual al trabajo?

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  • El verdadero testimonio de la profetisa Masa

    No saldrán los hombres de casa, que son para dar gusto a la mujer y procrear. No para hacer como coroneles o ejecutivos, abominables a mis ojos.

    Junto a la hoguera se me manifestó la Madre Universal y me dio su mandato. Anota mi receta, me dijo, y no cambies una letra, pues soy tu madre. A la que cambie una medida de esta receta, la expulsaré de mi cocina, y con ella a sus hijas, sus gallinas y sus gatos.

    Dile a mis hijas, las que me son fieles, que les daré toda La Cañada, sí, y hasta Escuintla. Del Pacífico y hasta El Salvador, ésta será tu heredad, la tierra de tus hijas y tus nietas por siempre, porque así lo quiero. A quien se atreva a estorbarte en tu tierra, yo le negaré mi pecho nutricio, y de seguro morirá. A quien estorbe en tu cocina, le arrancarás la comida, pues no merece vivir.

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  • El crecimiento sin equidad, no crece

    Se nos han ido los años queriendo crecer con mirada de corto plazo, pidiendo prebendas para el que ya tiene, con la excusa de que producirá más. Aunque tres décadas de exenciones no hayan acelerado la economía, y la pobreza persista.

    Supongamos que juntos ganamos 100 quetzales al mes. Supongamos que para llegar a fin de mes se necesitan 15, que usted gana 20 y yo 80. Usted está contento: tiene para vivir y le sobran cinco.

    Yo estoy aún más contento. De mis 80, uso 15 y me quedan 65. Ahora supongamos que para vivir hacen falta 25. Yo sigo tranquilo: me quedan 55, que es bastante. Pero usted está en aprietos: le faltan cinco para llegar a fin de mes. Dicho en sencillo, es pobre. ¿Qué hacer?

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  • El que la hace, la paga

    Por esto es tan importante sacar nuestras manos de los juzgados y tribunales. Por esto importa la justicia pronta, eficiente y transparente y, más aún, para todos.

    Los últimos días han sido de claroscuros y lecciones. Al fin, ¡al fin! alguien puso en su lugar al tropel insolente de partidos políticos, en su desprecio a las leyes y las instituciones.

    Se animó el Tribunal Supremo Electoral a disciplinarlos con una suspensión temporal. La medida sorprendió, en el sentido más estricto de la palabra, a los politicastros. «¿Cómo así, que los acuerdos institucionales son efectivos? ¡No hombre!» Esto a pesar de afirmar, lea bien, apenas días antes, la voluntad de acatar la orden del Tribunal. Como quien dice, palabra de político. Y mientras el Presidente al menos guardó un discreto silencio, la Vicepresidenta –otra vez– tuvo que opinar. Bien lo dijo Lincoln: «mejor permanecer en silencio y ser tomado por necio, que hablar y despejar toda duda al respecto».

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  • Lecciones de francés

    Aquí tenemos un papel, pues la historia de la desigualdad no es solo económica, sino sobre todo política. Democracia y justicia no son emanaciones «naturales» del mercado. Requieren instituciones específicas para sostener y distribuir la riqueza.

    El Capital en el siglo XXI, el libro de Thomas Piketty, llegará a ser un clásico. Aunque sea porque, como El origen de las especies o La interpretación de los sueños, muchos de quienes lo comentan no lo han leído.

    Exagero. Igual diríamos de Siendo puta me fue mejor, así que dejémoslo allí. En todo caso, decidí leerlo al menos para evitar la vergüenza del atolondrado que tildó al autor de «pseudoeconomista». Como quien dice: lee y no peques más.[1]

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  • Secundaria pública para mis nietos

    Es como la diferencia entre la gallina y el cerdo en el plato de huevos con tocino. Por mucho que digamos estar comprometidos con la educación pública (como la gallina), no estamos involucrados en ella (como el cerdo).

    Es irónico que la mayoría de quienes dirigen la educación pública u opinan sobre ella, eduquemos a nuestros hijos en colegios privados. Yo, el primero.

    Con mucho esfuerzo, mis padres clasemedieros me matricularon en un colegio privado. Sin mucho pensarlo, repetí la práctica con mis hijos y pagué las cuotas elevadas. No estoy solo. Igual entre ministros y viceministros de educación, presidentes, sindicalistas, columnistas y empresarios. Queriendo lo mejor para los propios hijos, la mayoría pone a sus hijos en colegios privados, a la vez que opina sobre la educación pública.

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  • Una conversación racional

    Para los demás, nosotros los ciudadanos, el gusto por Sperisen ni nos viene ni nos va. Lo que necesitamos es un país mejor, vivir en paz, prosperar y dejar al menos alguna esperanza a nuestros hijos.

    Es obvio que los chapines necesitamos aprender a dialogar racionalmente. Cuando nos preguntan nuestra opinión sobre un tema cualquiera, «¿qué piensas sobre el caso Sperisen?», lo interpretamos como una pregunta sobre nuestras preferencias: «¿te gusta Sperisen?».

    Puesto el debate en términos así, resulta automático escoger. Igual que prefiero los postres a las ensaladas, si aspiro a «blanco», urbano y clasemediero, me gustará más la gente así; ciertamente más de lo que me gustanlas personas pobres, morenas y violentas que usualmente pueblan las cárceles. Con ello las respuestas resultarán tan poco razonadas como nuestras preferencias por el café o el helado de fresa: «me gusta el canche Sperisen»; y así con todo: «no me gustan los ladrones», «me gusta Friedrich Von Hayek», «no me gustan los campesinos», «no me gustan los empresarios».

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  • Un paseo razonado por el jardín de las barbaridades

    Es por ello que los más ruines se empeñan tanto en ofuscar los procesos, pues les interesa menos la justicia que mantener la arbitrariedad.

    No sorprende que la hija de un ex-gobernante defienda con uñas y dientes la causa de su padre enjuiciado. Será un poco raro referirse a él en tercera persona, pero más raro sería no mover cielo y tierra para ayudarle en su momento oscuro.

    Tampoco extraña que un ex-funcionario justifique su régimen, cuando siente en la nuca el resuello de la justicia que alcanza a algún compañero de gestión. Nadie quiere pensar que la humedad y el mal olor de una cárcel pudieran ser apenas la mejor parte de su ancianidad. Más vale un rato colorado, diciendo sinvergüenzadas por la prensa, que cien meses negros en Pavón.

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  • Los constituyentes

    Ya ve, los nuevos constituyentes estamos. Cada uno corriendo con nuestra existencia particular, soñando, queriendo el bien y viviendo frustrado.

    El automóvil se ha detenido. Se ha roto el radiador y el motor se recalienta. –¿Y si le ponemos más gasolina?– sugiere uno de los pasajeros. –Al menos llegaríamos más rápido.

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  • ¿El primero?

    No se trata de criticar por criticar, o de señalar de manera infundada a una élite.

    Somos los humanos una especie competitiva. Tenemos un apetito insaciable por ganar, por alcanzar la primacía en la guerra, el deporte o el arte.

    Con la copa Champions recién conquistada, el tema cobra visibilidad hasta para los menos interesados en el fútbol. Todos aplauden al equipo que una vez más se lleva el trofeo, y pronto olvidarán a los perdedores. El asunto no es banal: aunque se le llame juego, lo tenemos metido en los genes. Los machos alfa y las matriarcas se aparean más, tienen más hijos, se apropian de más riqueza, dejan más herencia.

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