Author: felixalvarado99

  • Navidad en la Sexta Avenida

    Esta multitud representa aún una rareza guatemalteca: la nueva clase media. Son el escaso número de personas que ya no son pobres, pero podrían serlo. Son a la vez combustible y lubricante del gobierno y de la economía.

    Es como un Motagua humano. Un río ancho, lento y caliente de gente que se mueve por la Sexta Avenida, disfrutando del descanso de sábado.

    El Alcalde, a partes iguales político sagaz, benefactor populista e inversionista en bienes raíces, reconoció que hacer peatonal la Sexta era una movida inteligente. El Parque Central siempre fue el mar en que se vaciaban sus aceras. Agregar una pista de hielo y entretenimiento variado en el parque no ha hecho sino aumentar el caudal.

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  • No más militares en el gobierno

    El ejército que tenemos es una institución impenitente: nunca pudo admitir su papel en los vergonzosos crímenes de la guerra. No supo, no quiso reconciliarse con la sociedad.

    Ya vendrán tiempos para hacer balance de esta administración, con sus muchas falencias y algunos éxitos. Pero una lección es ya obvia: debemos excluir a los militares del gobierno.

    Para algunos no es novedad. Personalmente, hace ratos pienso que no necesitamos gobiernos con militares, por la simple razón que no debiéramos tener ejército. Costa Rica lleva décadas ilustrando las ventajas. Políticamente es un desafío, financieramente es un gasto injustificable, y operativamente es insuficiente para garantizar la soberanía nacional o ejercer la defensa de las fronteras de un Estado con la debilidad del nuestro. La magnitud de los retos globales –incluyendo el narcotráfico– garantizan que «[s]i mañana tu suelo sagrado / lo amenaza invasión extranjera», no será el ejército el que nos saque del aprieto, aunque quiera.

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  • Atrapados en el juego

    Y pensar que ella podría haberse dedicado al negocio familiar, en vez de meterse en estas.

    Sentado en el auto, la espera se hace eterna. El calor y la falta de aire dentro del vehículo van aumentando la tensión. «¿Qué pasó?», pregunta la gente. Lentamente viaja el rumor por la hilera: un bloqueo en la ruta, una manifestación.

    Juan golpea irritado el timón. Se levantó a las cuatro y media, precisamente para evitar el tránsito en la carretera y cubrir a tiempo su ruta de ventas; y todo para venir a parar acá, atorado. «Desocupados», masculla mientras enciende la radio. Una mujer fresa –siempre se reconocen por el acento nasal– ya está despotricando. «¿Para qué vamos a pagar más impuestos? Si aquí lo que necesitamos es una república. Una república.» ¿De qué diablos estará hablando? Él lo que quiere es que lo dejen en paz. Exasperado, siente que no tiene ningún control sobre su vida.

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  • Los azotes continuarán hasta que mejore la moral

    Para dejarlo claro: las pruebas, por sí mismas, no cambian nada, ¡nada! Es una ilusión piadosa pensar que con publicar los resultados algo mejorará. La evidencia conduce a mejoras solo si los sujetos saben qué hacer para mejorar, y lo practican.

    Exige el capitán que acelere la galera. Los remeros están agotados y sin ánimo, replica el oficial. ¿La solución absurda? Mandarlos azotar, y que los azotes continúen hasta mejorar su moral.

    Hace un par de meses nos enteramos de lo mal que salieron en las pruebas de 2013 los egresados de tercero Básico. La semana pasada se ampliaron las malas nuevas: los graduandos en 2014 también salieron mal. Si usted es depresivo, pida en casa que escondan las navajas, porque esto está de cortarse las venas. Ni siquiera 1 de cada 4 graduandos llegó al satisfactorio en Lenguaje, y menos de 1 de cada 10 lo hizo en Matemática. Tenga allí la nueva generación de empleados, emprendedores y estudiantes universitarios.

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  • Abramos la puerta: todos ganamos sin culpar a las víctimas

    Tan solo entre chicas de 15 años o menos –algunas con apenas 10, 11 o 12 años– hay más de 3,000 que cada año –ocho cada día– ven apagarse sus sueños por un matrimonio prematuro, muchas veces con una persona mucho mayor.

    Clama un periodista por «hombres notables» que rescaten nuestra nación desahuciada. Cita a José María Aznar, el estadista de moda, que atribuye la libertad política del pueblo español al gobierno de «hombres buenos e inteligentes».

    «¿No será posible» –pide– «como en la España inmediatamente postfranquista, el aparecimiento de los Hombres Notables?» Bien dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. Hoy casi uno de cada cuatro españoles esté desempleado, y más de la mitad de los menores de 25 años no consigue empleo aunque lo busque. Les dieron una libertad política para luego dejarlos sin futuro.1

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  • Escapar del matadero: no al matrimonio infantil

    Quitemos ya, sin más rodeos, las inexcusables y arcaicas disposiciones del Código Civil, que afirman que las niñas se puedan casar antes (a los 14 años) que los niños (a los 16 años).

    Imagine que está en segundo Básico. El Universo se abre ante usted, en su mente. Aprende que hay distantes galaxias, cuya luz apenas comienza a llegarnos hoy. Aprende también que el Universo se extiende hasta lo más pequeño. De la mano de una buena maestra, se emociona conociendo su cuerpo: la sangre, la digestión, sus neuronas, cosas maravillosas que suceden apenas bajo su piel. «¡Cuando grande seré doctora, astrónomo, biólogo, arqueóloga!»

    Ahora imagine que una pesada puerta se cierra de golpe. La luz que empezaba a invadir su mente se apaga bruscamente. Hace días una persona mayor visitó a su papá. Conversaron largamente y al final se apretaron las manos. Qué acordaron, usted no sabe. Pero por esa conversación, hoy usted se casará con dicha persona. No sólo se apagó la luz, comienza a faltarle el aire. Sus padres hacen fiesta, pero usted no puede sino pensar en lo que pasará esta noche. Se irá con el desconocido, se acostarán en la misma cama, y le hará cosas a usted que no puede, no quiere imaginar. Y nunca más volverá a jugar, nunca más volverá a soñar sus propios sueños, a tomar sus propias decisiones.

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  • Ya no más defensa para Arbenz

    Es allí que reside el gran pecado, el inaceptable insulto de Arbenz: en que mostró que se podía ser mejor, que se podía querer el bien y procurarlo para la mayoría, incluso desde el poder, en medio de la política tropical, vistiendo un uniforme militar.

    Qué curioso el esfuerzo que siguen poniendo algunos en desacreditar a Arbenz. Aunque hayan pasado 60 años desde su caída, sigue la misma rutina cansada.

    Llega octubre y así la remembranza de la Revolución del ‘44. Surgen entonces los cuestionamientos y tras ellos, siempre tarde, la defensa por la izquierda y los «progres» (que en estas tierras tratamos como iguales, pero que no lo son ni a leguas).

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  • El techo está roto, y luego comienza a llover

    El llamado a una reforma constitucional ha sido constante durante este gobierno. Es evidente que el sistema político hace agua, y cada nueva crisis abre más las grietas.

    Hace unos días, el Presidente volvió al tema. El fracaso en la selección de magistrados dio un argumento que parece incontestable: si se repite el proceso sin cambiar normas ni actores, el resultado será el mismo. Sin cambiar la Constitución, no evitaremos la indebida manipulación del proceso.

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  • Estado de derechas, Estado democrático

     El reto es construir un Estado capaz de acomodar las diferencias sin quebrarse; un Estado que asimile la posibilidad de que cualquiera puede tomar el poder real, hasta gente de la que se disiente. Esto es muy amenazador, cuando siempre hemos oído una sola voz.

    ¿Hará falta seguir hablando de izquierda y derecha? Quizá sean apenas rótulos sin sentido, herencia de franceses que hace más de dos siglos se sentaron a izquierda o derecha en una asamblea.

    Tal vez sean etiquetas anacrónicas. Sin embargo importan, así sea para educarnos sobre sus implicaciones. Importan, porque necesitamos perder miedo a la ideología. Sobre todo perder miedo a la izquierda, nombre aplicado con odio a otros (¡comunistas!) o con aprensión a nosotros mismos (¿podré ser de izquierda y empresario, de izquierda y con apellido de élite?).

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