Tuve la oportunidad de dirigirme a la concurrencia como parte de los actos de inauguración del XVI Foro Nacional de Vivienda, organizado por Hábitat para la Humanidad en ciudad de Guatemala el 2 de octubre de 2024. Subrayé 3 desafíos clave del sistema de planificación urbana y vivienda, y 6 intervenciones de política que impulsa el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda.
Contenidos
- No son defectos, sino rasgos del sistema
- Poner atención a la calidad de la vivienda
- Forzar a los pobres a pagar la cuenta
- Sin datos, podemos ignorar la realidad
- Seis acciones clave para cambiar
- Para terminar: ¿dónde empieza la resiliencia?
No son defectos, sino rasgos del sistema
Muy buenos días a todas y a todos. Realmente es un gusto estar con ustedes. Empiezo por agradecer a los señores y señoras voluntarios de Hábitat para la Humanidad, que son los auténticos colaboradores. Los demás somos trabajadores del sector. Saludos a los miembros de la mesa y a todas las autoridades que nos acompañan, nacionales e internacionales también. Les agradecemos mucho la deferencia y el apoyo a nuestro país.
Es muy bueno que esto sea un decimosexto foro nacional, porque habla de persistencia, de la misma persistencia que ya muestran en este momento los amigos de Hábitat. Porque es necesario insistir en hacer algo para hacerlo bien, una y otra vez, un año y otro, con una y otra familia.
Y es lo que nos toca a nosotros: persistir haciendo lo que hace falta. Pero necesitamos también preguntarnos: ¿persistir haciendo qué? Y de alguna manera conviene —y estos momentos se prestan a ello— conviene hacer el alto en el camino, un poco de examen, de autocrítica, preguntarnos cuál es la pregunta que estamos contestando con lo que hacemos.
Esa es la pregunta que deberíamos de estar haciendo, no digamos ya si esas son las respuestas que debiéramos estar dando. Se nos han presentado bastantes datos, bastante información, bastantes ideas acá desde la mesa. De modo que seré sintético, poniendo atención a tres cosas que, aunque ya las hemos escuchado en mayor o menor medida, nos ayudan a unir los puntos y comenzar a ver la imagen.
- Poner atención a la calidad de la vivienda
- Forzar a los pobres a pagar la cuenta
- Sin datos, podemos ignorar la realidad
- Acciones clave para cambiar
- Para terminar: ¿dónde empieza la resiliencia?
Poner atención a la calidad de la vivienda
La primera reflexión es obvia a partir del resultado del último censo, cuando nos dice que faltan 1.7 millones de unidades de vivienda. En total son más o menos 3.3 millones de unidades, así que es más de la mitad de ellas. Y de esa falta, más de dos tercios son falta de calidad, más que falta absoluta.
O sea que no basta con poner foco sobre la familia sin vivienda, sino sobre todo necesitamos poner foco sobre la calidad de la vivienda de la familia, que por el momento podríamos pensar ya tiene resuelto el problema, porque tiene vivienda. Lo que es importante es que esa gente con una vivienda inadecuada o que carece de vivienda, se traslapa con otra gente que es la misma, en una proporción tan parecida. Es el 68 por ciento —más del dos tercios de la población económicamente activa— que vive en la economía informal.
Esto significa que la vida en la economía informal se acompaña de la vida en el hogar informal, en el hogar insuficiente. Y eso ya nos comienza a decir algo que nos tiene que preocupar mucho. Yo quisiera centrar mis reflexiones autocríticas en eso, que lo que estamos viendo, las características de este sector, de hogares sin vivienda o con vivienda inadecuada, no son un defecto del sistema de vivienda en Guatemala. Son una característica, son un rasgo.
El vivir en una mala vivienda en Guatemala no es una mala suerte, no es un resultado defectuoso. Es una característica de la forma en que dotamos a los guatemaltecos y las guatemaltecas de vivienda. El asentamiento Dios es Fiel lo ilustra incluso desde el nombre. Tiene uno que ser un maestro de la ironía para ponerle ese nombre a un asentamiento, o simplemente vivir en el más profundo de los cinismos. Desafortunadamente las dos son opciones a la misma vez. Por eso podemos, sin reír, ponerle a un asentamiento el nombre Dios es Fiel.
Allí comenzamos a reconocer que quizá hay preguntas que empiezan en otra parte, mucho antes y mucho más abajo que solo descifrar cuál es el mecanismo de financiamiento de la vivienda.
Forzar a los pobres a pagar la cuenta
Eso me lleva a mi segundo punto autocrítico. En dos años se cumplen 50 años desde el terremoto de 1976 y llevamos esos casi 50 años sin un código de construcción.
La señora secretaria de la Conred nos decía que, si hubiera un terremoto como el de 1976, entonces nos iría muy mal. Y antes nos decía el director nacional de Hábitat para la Humanidad que la pregunta no es si va a haber otro terremoto, es simplemente cuándo. Por lo mismo, la afirmación de la señora secretaria no es «si hubiera un terremoto nos iría muy mal». La afirmación de la señora secretaria es que cuando haya un terremoto nos va a ir muy mal. Así de sencillo. Porque esto que tenemos no es un defecto, es una característica del sistema que hemos construido.
Así funciona el sistema de la vivienda en Guatemala, que la pregunta que hace no es cómo prevenir los desastres y sus efectos. La pregunta que se hace el sistema y que responde con frío cálculo, es: ¿quién va a pagar la cuenta de esos desastres?, para asegurarse de que quien lo pague no sea yo, sino que sea el pobre. Lo que hace nuestro sistema de vivienda, lo que hace la forma en que planificamos las ciudades y en que construimos las casas, es garantizar que la gente que pague el desastre sea la gente más pobre, preferiblemente morena, preferiblemente rural y preferiblemente indígena.
Eso es lo que hace nuestro sistema, porque lo que tenemos son características, no defectos. Entonces entendemos por qué nos pasamos 50 años sin código de construcción, porque lleva bastante trabajo resistirse 50 años a hacer una pieza legislativa. Carecer de esa legislación no es un defecto, es una característica.
A menos de dos semanas de entrar a la gestión del ministerio me tocó atender el socavón del kilómetro 44 de la ruta de Palín a Escuintla, al pie del volcán de Agua. Juzguen lo que quieran acerca de ese socavón y acerca de por qué sucedió, pero una cosa sí conviene considerar: en términos climáticos, este ha sido el mejor año, para Guatemala, del resto de nuestra vida. Ese socavón es el fruto del mejor año climático que vamos a tener de aquí en adelante. Sin embargo, tenemos 175 mil personas que viven en riesgo en torno al volcán de Agua.
Con apoyo de la Conred hemos estado hablando con todo el que nos escuche acerca de un estudio del Insivumeh, sobre de los impactos que tiene la combinación de incendios forestales sobre la copa del volcán, con la lluvia limitadamente mayor que lo normal, ante una infraestructura frágil y que incluye especialmente la construcción de viviendas en lugares donde no se debiera construir.
Eso por supuesto comprende en buena medida poblaciones en pobreza, pero no pocas poblaciones también en condiciones no tan pobres. Ante una sociedad que no tiene código de construcción, se construyen barrios en lugares donde nunca jamás debió haberse dado la autorización para hacerlo.
Sin datos, podemos ignorar la realidad
Para terminar, el tercer elemento autocrítico —y prometo que hay cosas más positivas— es la falta de información.
No tenemos la información integrada, geográfica y alfanumérica, que nos permita tomar las decisiones estratégicas acerca de estos asuntos. ¿Le doy o no autorización a este desarrollador a construir ese barrio en las faldas del volcán? No es simplemente si está en las faldas del volcán o no, es a qué altura sobre los cauces puede construir. Esto requiere datos duros, que se pueden tener y se pueden consultar, pero de los que hoy carecemos.
Con información podríamos tomar decisiones estratégicas, pero eso desorientaría nuestro sistema de canalización del costo hacia los más pobres. Entonces resulta mejor no recoger los datos. Y volvemos a lo mismo: que no son defectos, sino rasgos.
Así que necesitamos tener la información. Ya lo decía la señora secretaria de la Conred, que estamos comenzando a poner pisos de cemento de hogares en sitios donde no debiéramos estar poniendo pisos, porque no debería haber gente, porque son lugares que se van a hundir o se los va a llevar el agua; pero igual lo hacemos y nos sentimos contentos porque estamos dando respuesta a unas personas que tienen harta necesidad. Pero lo hacemos sin datos.
Seis acciones clave para cambiar
A partir de esas tres críticas quiero reflexionar acerca del sistema que hemos construido y qué toca hacer en adelante para cambiarlo.
El Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, con el liderazgo muy específico de nuestro viceministro de «Desarrollo Urbano y Vivienda» está haciendo un trabajo que busca recuperar y reafirmar la rectoría necesaria sobre el sector, para el sector a través del trabajo permanente del Consejo Nacional de la Vivienda —Conavi—. Ese es el papel de nuestro gobierno, aunque muchos se han regodeado en debilitarlo, precisamente porque es más fácil mantener el sistema que hemos descrito si no tenemos un órgano rector y si el órgano rector no se conduce en la dirección correcta, aún y cuando pudiera servir ocasionalmente para hacer pequeños proyectos que nos convienen personalmente. Por eso estamos tan empeñados en algunas intervenciones clave.
Política interinstitucional de mejoramiento integral de barrios
Queremos mejorar integralmente los barrios. Pero me atrevo a jugar un poco con las palabras y decir que lo que queremos es mejorar la integración de esos barrios al resto de la sociedad. Porque, de nuevo, sólo podemos hablar de «barrio marginal», porque no queremos decir barrio marginado, porque no queremos admitir que esa gente está allí, porque ahí nos conviene que esté. Tenemos que hacerla parte de nosotros, que no es solo dar cosas bonitas a los pobres, como un parque, un muro de contención o unas casitas. Es que son ciudadanos y la tarea fundamental de la política interinstitucional es integrarlos a nuestra sociedad.
Política nacional de vivienda y asentamientos humanos
La política interinstitucional de mejoramiento integral de barrios nos habla del cómo, pero la política nacional de vivienda y asentamientos humanos nos habla del dónde hacer la vivienda. Esto nos invita a planificar las ciudades intermedias, pero también las grandes. Y también las pequeñas, porque algún día van a ser intermedias y después —no lo dudemos— van a ser grandes.
Uno de los beneficios de trabajar como ministro es sobrevolar el territorio y así ver claramente las ciudades lineales que estamos construyendo, ese montón de casitas que siguen a cada sierra y a cada valle, haciendo las «rururbes» de las que habla Enrique Godoy. Esas van a ser nuestras ciudades intermedias, si es que no lo son ya. Pero en este momento suceden, no se planifican.
Política de desarrollo urbano
Así que tenemos que realizar la política de desarrollo urbano, que es donde ya comienza a concretarse cómo vamos a hacer la inversión pública y cómo va a combinarse con la inversión privada de manera virtuosa. En ese sentido vale subrayar que nuestro papel tiene que ser el del subsidio, el soporte y la garantía al usuario, al ciudadano, a la persona y a la familia que quieren su vivienda.
El problema es que —siempre siendo muy consistentes, pues son características y no defectos— subsidiamos al que quiere construir el desarrollo habitacional y vender para pasar al siguiente proyecto, en vez de subsidiar al dueño de la casa o al que quiere comprar su casa. Así que sí, necesitamos crear las garantías, pero necesitamos cambiar la forma en que vemos al Estado, simplemente como la caja de la que vamos a sacar recursos cada vez que podamos, para nuestros muy particulares y lucrativos propósitos.
Esto es pura anécdota, pero ilustra. Un banco le ofreció servicios de captación financiera al Ministerio de Comunicaciones hace unos cuantos años y en efecto captó los fondos, cobrando al ministerio un nada despreciable 5%. Hoy en cambio estamos pagando 1.7%. El banco está reclamando que el ministerio hace algunos cuantos años no le ha pagado la deuda por ese alto porcentaje. El ministerio, por supuesto, tendrá que pagar la deuda y esto castigará a todos los que hoy estamos en el ministerio y a sus beneficiarios potenciales. Todo porque alguien, en algún momento, decidió que el ministerio para lo que servía era para financiar su banco. El Estado no es para eso y mientras no entendamos, seguiremos construyendo este sistema, cuyas características no son defectos, sino precisamente rasgos.
El código indispensable
La tarea obvia y primera es trabajar el código de construcción. Debemos ser adultos y reconocer que necesitamos reglas y que las reglas hay que respetarlas. A diferencia del niño, el adulto reconoce las reglas, reconoce su valor y se somete a ellas. Hasta acá en esta materia hemos vivido como niños: «¿para qué queremos un código? Yo quiero construir aquí y voy a construir aquí y nadie me lo va a impedir. Voy a financiar mi proyecto como quiera, voy a cobrarle a los pobres, aunque no tengan con qué pagar».
Un fondo de garantía orientado a las personas
Tenemos que ser adultos en cuanto al código de construcción, pero a la par tenemos que concretar el fondo de garantías. No basta decir a la gente cómo pueden construir, si no tienen con qué. En particular debemos asegurar el crédito para la mejora de la vivienda, considerando que el problema es que dos tercios del déficit de la vivienda es déficit de calidad más que de cantidad.
Un sistema nacional de información de vivienda
Finalmente, a la vez debemos tomar muy en cuenta las preocupaciones de la señora secretaria de Conred, en torno a dónde construir. Muy pegado a todo lo demás debemos fortalecer el Sistema Nacional de Información de Vivienda, que recoja la información que necesitamos y sobre todo, abierto y para todos. Debemos superar la mentalidad de que los datos son míos, que sólo yo voy a usarlos y además voy a hacer mucho dinero con ellos.
Necesitamos datos que sirvan a todos, porque el negocio se hace construyendo las casas, no controlando la información acerca de las casas. Y así en todos los demás sectores.
Para terminar: ¿dónde empieza la resiliencia?
Los dejo en paz, ya he dicho suficiente. Pero invito a que nos quedemos con la noción de resiliencia, que no empieza en la construcción de las casas y en la construcción de la infraestructura, sino en la cabeza, en la actitud flexible ante lo que exigen el presente y el futuro. Debemos comenzar a pensar que todas y todos somos guatemaltecos y todos y todas tenemos que pagar nuestra parte alícuota del costo de enfrentar el cambio climático, no simplemente los más pobres y los más desvalidos, que son los marginados. Por ahí empieza nuestra resiliencia.
Este foro es particularmente significativo porque nos invita a involucrarnos, como ya lo hacen los voluntarios y voluntarias de Hábitat por la Humanidad. Ahora toca el voluntariado del ciudadano, en la construcción de las normas, en la construcción de las instituciones, en el desarrollo de un ministerio que no deba mendigar espacio, sino que tenga potestad de rectoría, que esté abierto al cambio y sobre todo, como ya lo ilustra también Hábitat, que haga cosas específicas y concretas. Por ejemplo, apenas un ejemplo, hacer un código de construcción.
Muchísimas gracias, tengan mucho éxito en este foro, que sea una jornada muy provechosa. Sobre todo muchas gracias a los amigos de Hábitat, que nos permitieron perorar aquí.