Juventud, sexo, datos y compasión

Usted tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios datos. Y usted no tiene derecho a arruinar la vida del prójimo.

La resistencia a la educación integral en sexualidad puede plantearse como asunto de datos o de opiniones, pero lo que no se excusa es la hipocresía.

Primero, los datos, que no dejan duda.

1. Le guste o no a usted, mucha gente tiene sexo temprano, y —especialmente para las mujeres— es mal sexo. La Primera Encuesta Nacional de Juventud (ENJU) 2011 encontró que, por cada hombre que reportó una primera relación sexual contra su voluntad, había ocho mujeres a las que les hicieron lo mismo. Uno de cada cinco jóvenes (hombres y mujeres) que tuvieron sexo la primera vez contra su voluntad tenía menos de 18 años cuando lo reportó. Lo reportan más los pobres, los del campo y los que solo fueron a la primaria. Más de la mitad de los jóvenes reportaron sexo sin protección la primera vez. Una mayoría de embarazos reportados ocurrió antes de cumplir 18 años.

2. Abunda la evidencia acerca de qué funciona y cuánto. Sin anticoncepción, el 85 % de las mujeres tienen un embarazo no deseado en el primer año de tener sexo. Con abstinencia baja a 24 %, con condón a 18 % y con pastillas a 9 %. Entre las parejas, 67 % que usan pastillas persisten después de un año, 47 % persisten con abstinencia y 43 % con condón masculino.

3. Al menos las mujeres quieren menos hijos. La Encuesta Nacional de Salud Materno-Infantil (Ensmi) 2002 encontró que 4 de cada 10 mujeres no tenían satisfecha su demanda de anticonceptivos, 2 de cada 10 querían limitar embarazos y 2 más querían espaciarlos, pero no tenían cómo. Entre todas, solo 1 de cada 10 dijo que la religión era razón para no usar anticonceptivos. Más de la mitad de todas las razones dadas para no usarlos se podían resolver con consejería, incluso recomendando métodos consistentes con las creencias religiosas.

4. Los que sufren más son los pobres. Excepto en el departamento de Guatemala, el tamaño más frecuente de familia no pobre es cinco miembros, pero en familias en pobreza extrema es entre siete y nueve. En el departamento de Guatemala los hogares en pobreza extrema tienen los mismos cinco miembros que los no pobres ¡porque tienen más acceso a anticonceptivos e información! No quieren tantos hijos, pero además pueden hacer algo al respecto.

5. Tampoco nos equivoquemos en las soluciones. Los anticonceptivos funcionan: a más anticonceptivos, menos hijos por mujer. Por cada 20 % de aumento en el uso de anticonceptivos hay un hijo menos por mujer en promedio. Esto importa porque un hijo menos por mujer en promedio significa reducir la mortalidad infantil en 20 por cada mil nacidos vivos. Implica 5 % menos desnutrición en la sociedad. Un hijo menos por mujer se traduce en 10 % más alfabetismo adulto, 5 % más inscripción escolar masculina y 6 % más inscripción escolar femenina. Además, todos serán más productivos (aló Fundesa, aló Cacif).

Así que usted tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios datos. Y los datos dicen que la gente quiere anticoncepción, que la anticoncepción funciona y que tiene efectos positivos sobre el bienestar de las personas, las familias y la sociedad. Pero para conseguir esos efectos positivos hay que educar, informar, poner anticonceptivos al alcance de todos y normalizar su uso. Lo que hacemos hoy —callar, estigmatizar, pedir a los cielos que ese retraso en la menstruación no sea embarazo y condenar al infierno a la niña cuando resulta que ¡zaz, m’hija, estás embarazada!— no funciona.

Usted no tiene derecho a arruinar la vida del prójimo. Más allá de los datos, en el mundo moral, la pregunta es cuál es el grado de compasión que ejercemos para con nuestros semejantes. ¿Acaso es más importante insistir obcecados en nuestras opiniones, que solo son eso, diciendo que los demás deben recibir «todos los hijos que Dios les mande», aunque luego se mueran antes de cumplir cinco años? Tenga corazón.

Hablar con franqueza y desde temprano con los chicos —en casa, en la escuela, en la sociedad—, darles acceso a opciones de anticoncepción: eso es ser compasivo, no libertino. Con el comunicado de la Conferencia Episcopal, Galileo se sentiría, si no a gusto, ciertamente en territorio conocido: carece de evidencia y es cruel. Sería más honesto decir no queremos y punto. Al menos quedaría claro que el tema es de egoísmo. Hoy los célibes, y con ellos los no pobres, los de familia pequeña, con escuela y bienestar, se resisten a que los demás también tengan mejores oportunidades. No se vale.

Original en Plaza Pública

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