¿Educación bíblica?: el encantador de serpientes en la plaza

Este insulto a la naturaleza civil del Estado debería preocuparle a usted, especialmente si es cristiano practicante.

El partido que nos trajo un candidato dos veces plagiario trae hoy una nueva oferta de merolico en autobús: ¡educación bíblica obligatoria en la escuela!

Antes de que salte pensando que me he metido a la trifulca religiosa le pinto un cuadro. Estamos en la casa de campaña del partido, y los estrategas debaten sobre cómo jalar más seguidores. Ofrezcamos educación bíblica obligatoria, dice un ingenioso. ¡Qué buena idea! Con 47% de guatemaltecos católicos y 40% de evangélicos es jugada segura. ¿Quién querrá oponerse? Encima, al entrar por la Biblia, aprovechan el mínimo común denominador de los cristianos. El Jefe aprueba. OK, dice. En el 2015, antes de arrancar la campaña en serio, caliéntenle la cabeza al diputado, aquel que nos jalamos del Patriota. Así alebrestaremos a las iglesias y a la feligresía montonera. ¿Y qué le decimos al diputado? Ni se preocupen. No sabrá a qué hora le metimos el gol para convertirlo en anticonstitucionalista en nombre de la religión.

Esa reunión y esa conversación solo existen en mi cabeza, pero reconozcamos el patrón. ¿Recuerda la oferta del bono 15, de la misma gente y en plena campaña del 2011? Claro, con más de 50% de pobres y el resto buscando sobrevivir, ¿quién rechazaría un salario más? Hasta yo votaría por quien me garantice que este año mis ingresos subirán 7%. Era una gran patraña, pero, mientras tanto, tirios y troyanos en el Ejecutivo y entre los empresarios andan viendo cómo bajan el salario mínimo. ¿Recuerda también la oferta de llevarnos al Mundial, hecha con toda malicia precisamente a los más jóvenes? El propósito, simple y llano, es manipular.

Igual aquí: mientras unos se indignan por el atropello al Estado laico y otros se preparan a llevar sus convicciones particulares a las escuelas, aquella banda de pícaros ya nos mostró una nueva botella de medicina curalotodo, y vamos camino a convertirnos en el círculo de crédulos en torno al tipo con el megáfono y la culebra en el parque.

Peor aún. Han prometido meter sus manos sucias en la educación. Esta que Justo Rufino Barrios —artífice de la Revolución Liberal, que aún hoy agradecen nuestra élite y hasta el ejército— declaró «laica, gratuita y obligatoria». Esta educación que al fin comienza a llegar a todos los chicos y a todas las chicas en la primaria, pero a la cual le faltan tiempo y dinero para que aprendan a leer, escribir y contar bien, para cantar, hacer ciencia y deportes.

A nuestro currículo, ya largo de sueños y corto de recursos, lo último que le hace falta es montarle un parche forzado, queriendo obligar lo que ya las Iglesias hacen a su modo y convicción, según la preferencia de cada cual y con sus propios recursos. Ya suficiente trabajo tienen la ministra de Educación y su despacho promoviendo con empeño la formación docente en la universidad y procurando que el aprendizaje de la lectoescritura sea una realidad en escuelas que estén abiertas toda la jornada, 180 días al año.

Muy mal haríamos en ponerles tal tarea a maestros y maestras, a quienes ya les falta tiempo y sobran necesidades para hablar de fonemas y morfemas, de raíces cuadradas y ciudadanía, de historia del arte y el juego de pelota maya. Ya hay pastores y curas, catequistas y hermanos comprometidos que saben, pueden y quieren hacerlo en sus propias congregaciones.

Y sí. Muy mal haríamos con ignorar otra vez la diversidad de nuestra población, con atropellar nuevamente nuestra Constitución —que ya se duele de tanto atropello—, con irrespetar la claridad y el balance con que afirma su artículo 73: «La enseñanza religiosa es optativa en los establecimientos oficiales y podrá impartirse dentro de los horarios ordinarios sin discriminación alguna. El Estado contribuirá al sostenimiento de la enseñanza religiosa sin discriminación alguna».

Este insulto a la naturaleza civil del Estado debería preocuparle a usted, especialmente si es cristiano practicante. La razón es que, si estos manipuladores del sentimiento popular ganan las elecciones con su apoyo, el alegrón que usted habrá tenido con la expectativa de una educación religiosa, que ya hoy le garantiza el artículo 73 de la Constitución, se lo cobrarán a precio de oro en corrupción y abuso de poder.

Así que aprendamos. Con esa ocurrencia —que no merece ni la dignidad del nombre de iniciativa— debemos hacer lo que toca con las ofertas del encantador de serpientes en el parque. Ver, reír, hacer a un lado y seguir de paso. Porque ya vamos tarde a las citas urgentes de nuestra historia.

Original en Plaza Pública

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