Se nos han ido los años queriendo crecer con mirada de corto plazo, pidiendo prebendas para el que ya tiene, con la excusa de que producirá más. Aunque tres décadas de exenciones no hayan acelerado la economía, y la pobreza persista.
Supongamos que juntos ganamos 100 quetzales al mes. Supongamos que para llegar a fin de mes se necesitan 15, que usted gana 20 y yo 80. Usted está contento: tiene para vivir y le sobran cinco.
Yo estoy aún más contento. De mis 80, uso 15 y me quedan 65. Ahora supongamos que para vivir hacen falta 25. Yo sigo tranquilo: me quedan 55, que es bastante. Pero usted está en aprietos: le faltan cinco para llegar a fin de mes. Dicho en sencillo, es pobre. ¿Qué hacer?
¡Crecimiento económico! es la respuesta fácil. Con más dinero todos mejoramos. Si duplicamos la plata, usted tendrá 40 y yo 160, y le sobrarán 15. Pero expandir la economía exige producir más. Hoy tenemos 100, y usted es pobre. La solución tendrá que venir de mis 55 sobrantes. Perfecto: instalo una fábrica, lo empleo a usted, juntos producimos más y ganamos mejor.
Pero el plan comienza a hacer agua. Por pobre usted ¡no sabe leer! Yo necesito operarios educados para mi maquinaria. Vaya a la escuela, y luego platicamos. La fábrica queda vacía y en silencio. OK, simplifiquemos: pondré una finca y usted corte la caña. Para eso no necesita un doctorado, y que sus patojos vayan a la escuela. Como es trabajo de baja calificación, le pagaré poquito (25 redondos), venderé la caña más barata, y podré ahorrar más. Lero, lero.
–Sí, jefe– me dice, –pero paso todo el día en los cañaverales, mis patojos también. No van a la escuela, estamos enfermos y como no sobra plata, no podemos ir a la clínica.– Peor aún: como ahora tenemos 200 en vez de 100 en nuestra economía, el tendero ha subido sus precios. Entonces los 25 tampoco alcanzan, pues el costo de la vida es de 30 al mes. Y usted sigue sin sacar la cabeza del agua. La ingrata inflación.
¿No me cree? Entre 1999 y 2011, el PIB de Guatemala pasó de $47.9 mil millones a $75.67 mil millones. Creció como 4% anual en promedio. Ajustado por inflación, 3%. No está tan mal… vaya a pedir eso al banco por sus ahorros, a ver qué le dicen. –Lo que pasa es que ahora en vez de tres hijos, tengo cinco.– La plata creció, pero también la gente. Cierto: de $3,900 que ganábamos per cápita en 1999, sólo subimos a $5,100 en 2011. Apenas 2.4% de crecimiento en promedio por año.
Uf. Esto del crecimiento no es tan sencillo.
Sin embargo, al mismo tiempo los costarricenses, que ya en 1999 tenían un PIB per cápita de $7,100 –1.8 veces más que nosotros– para 2011 estaban en $12,100. Una ventaja de 2.4 veces. ¡Qué goleada! ¿cómo le hacen? Aprende, pequeño saltacharcos: invierten en la gente. Crecer rápido y fijo exige invertir en la gente para agregar valor. Pero mientras nosotros pusimos 5.7% del PIB en salud en 2011, ellos pusieron 10.5%, y así venían de ratos. Para 2003 habían gastado suficiente para alfabetizar a 96% de su población, mientras nosotros seguíamos en 70.6%. Y así venían de ratos. Mientras los ticos alcanzaron una expectativa de vida de 77.9 años en 2012, nosotros estábamos en 71.2 años. Y así venían de ratos.
Se nos han ido los años queriendo crecer con mirada de corto plazo, pidiendo prebendas para el que ya tiene, con la excusa de que producirá más. La cantidad sube un poquito, y la brecha entre ricos y pobres queda intacta. Pero una élite insiste con la receta. Aunque tres décadas de exenciones y salarios bajos no hayan acelerado la economía, y la pobreza persista. Ponga al perro a cuidar el asado y me cuenta cómo le va.
Dejémonos de mentiras autocomplacientes. En un país de pobres, donde la mitad de la gente no tiene para vivir, el ahorro es asunto de pocos. Para más señas: suyo, empresario de élite, y mío, clasemediero acomodado. La inversión en el desarrollo tiene que salir del que más tiene. No. Hay. De. Otra. Si queremos crecimiento en serio, debemos tener equidad en serio. Invertir en la gente exige transferencias e impuestos que nos castigan –sí, castigan– fiscalmente hoy a los que tenemos, pero que a cambio ofrecen cien años de prosperidad, cien años de paz. No repitamos el mantra cortoplacista de quienes nos mal-trajeron hasta aquí. Invirtamos en la gente. No. Hay. De. Otra.