Me llamó la atención, pues hacía ratos que no veía esa palabra. Casualmente en esos días me topé también con un reciente invento de la gente de Google llamado Ngrams. Producto maravilloso para perder el tiempo, permite buscar la frecuencia con que aparecen determinadas palabras o términos en la colección de libros en formato digital que ha amasado esa empresa en la Internet. A estas alturas cuentan ellos con publicaciones que van desde el siglo XVI hasta la fecha, sumando un total de más de 500 mil millones de palabras en varios idiomas.
Para mí no pudo venir en mejor momento el hallazgo, pues unas cuantas búsquedas en su base de datos del español me dejaron examinar si el anacronismo político del término “resentido” era real, o apenas un prejuicio mío. De paso, busqué otros términos de la jerga política nacional, y aquí le cuento lo que encontré. En primera instancia, hay algunas palabras que hoy pueden ser compradas en baratillo:
- El término “yanki” comienza a subir en los libros de nuestra lengua en la primera mitad del siglo XX, pero es a partir de la década de los cincuenta que se hace más marcada su presencia. Hace pico en la década de los ochenta, y luego cae de forma precipitada.
- La palabra “comunista” comienza a subir en los cincuenta, hace pico en los sesenta, con caídas abruptas luego de esa década y en los años noventa.
- “Imperialista” es otra palabra que crece con el siglo XX, hasta su apogeo en la década de los ochenta. Luego cae de forma marcada. Igual se porta la palabra “proletario” (que tuvo un pico también en las décadas de los veinte y treinta del siglo pasado).
- “Resentido”, la palabrita que dio inicio a mis búsquedas, subió en los cincuenta y tuvo su mejor momento en los sesenta, estando en descenso desde entonces. Así que tenía yo razón en mi intuición sobre su pérdida de vigencia.
Por otra parte hay palabras que, si fueran acciones de empresa, hoy querríamos comprar.
- “Reforma” es una sólida inversión verbal. Luego de un pico en los tiempos de independencia, allá por 1820, ha estado presente durante ya casi dos siglos, y ha crecido de forma persistente luego de una caída en la década de los cincuenta.
- “Desigualdad” se ha portado de forma similar. Fue muy popular en tiempos de independencia, y desde 1960 ha estado en franco incremento.
- “Autonomía” arranca en 1850, y no ha parado de crecer. Su presencia en el español se dispara luego de 1960. Algo similar pasa con el término “indígena”. Alrededor de 1980 se acelera aún más su popularidad.
- “Pobreza” ha estado presente desde inicios del Siglo XIX, pero aumenta de forma marcada a partir del final de la década de los ochenta.
- “Inequidad” prácticamente no existía antes de 1960. Desde entonces no ha dejado de aumentar en nuestro léxico.
Es evidente que las palabras reflejan los tiempos. Las independencias en Latinoamérica en las primeras décadas del siglo XIX, el surgimiento de los Estados Unidos como potencia mundial a principios del siglo XX, las luchas de los grandes sindicatos industriales en las décadas de los veinte y treinta, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, los movimientos revolucionarios en nuestra región y la caída del muro de Berlín, todos son hechos que han dejado su impronta en nuestro lenguaje.
A la vez, la historia sigue y el lenguaje avanza con ella. La pregunta, por supuesto, es si nosotros caminamos al mismo paso, o nos quedamos estancados. Ya Francisco Pérez de Antón en suChapinismos del Quijote destaca que Guatemala parece existir en una arruga en el tiempo, donde la relativa marginalidad y el conservadurismo hacen de uso común vocablos que en otras latitudes se asocian al pasado lejano. Ello, sin embargo, no significa que debamos empecinarnos en el anacronismo.
Este no es un asunto meramente de lenguaje. Si hemos de construir el futuro de esta patria, tendremos que pensar y, sobre todo, hablar su futuro. ¿Cree usted estar en la vanguardia? Examine su lenguaje, pues somos lo que decimos. No importa si es de derecha o de izquierda, pero si sigue hablando de resentidos o yankis, comunistas o proletarios, quizá sea hora de ponerse al día. El riesgo no es ser como los dinosaurios: seres majestuosos que reinaron sobre la tierra y luego desaparecieron para siempre. Más bien, el problema es ser como el celacanto, “fósiles vivientes”, bichos raros que sobreviven tan sólo en un reducto peculiar y que no avanzan, pero tampoco dejan avanzar.