Ya no más salidas fáciles

La lección es inescapable: la salida fácil no funciona. Algo mejor sólo vendrá del camino largo y difícil de las alianzas.

Hace ratos que nos acostumbrados a la salida fácil. La tentación es grande: conseguir réditos altos a corto plazo es atractivo. Y nefasto.

En 1821, los fundadores del Estado centroamericano buscaron la salida fácil e hicieron trato con Gaínza. En vez de chocar con la Corona, era más fácil comprar a su representante con un puesto atractivo. Dos años más tarde, nuestros padres que apenas lucharon un día encontraron más fácil convenir con Iturbide que construir una nueva economía y una nueva identidad.

La unión centroamericana hizo agua porque a cada élite le resultaba más fácil fijarse en su finca que buscar la causa común. En 1840, la élite en Occidente quiso escapar de la bota conservadora. Pero buscó la salida fácil, sin indígenas, sin democracia. Le fue mal. Desde la capital los aplastaron con la salida fácil: dar rienda suelta a Carrera para convocar los ánimos reaccionarios de ladinos e indígenas.

Treinta años más tarde, mientras desde Los Altos destronaban a los conservadores, resultó más fácil importar alemanes que aprender el negocio del café. Y nos hicimos seudo-liberales por otro medio siglo. En vez de armar la competencia, más fácil era casarse con la élite. Y abusar. Hasta que fue demasiada la barbarie de Estrada Cabrera. Pero ¿adivinen qué? La salida fácil: tras unos años, pasaporte a Ubico para hacer sus desmanes.

Llega la Revolución del 44. Muy difícil. Dar futuro y tierra a los pobres no era para nosotros. Así que en el 54, de nuevo la salida fácil: botar a Arbenz (que tenía claro lo que necesitábamos, pero tampoco resistió la salida fácil de querer hacerlo de un plumazo). Inventaron los de siempre y sus patronos del Norte una caricatura, por no correrse los riesgos del nacionalismo digno. ¿Y dónde estaban los generales que juraron defender la patria? Más fácil cruzarse de brazos que arriesgar una paliza si los Marines decidían que Castillo Armas no ganaría solo.

Ni diez años más tarde, en 1963, la cosa estaba que ardía, y resultó más fácil degenerar en guerra, que responder a los jóvenes. Treinta y seis años y 200 mil gentes costó al final. Lo barato sale caro.

Terminó la Guerra Fría y con ella las municiones, y firmamos la Paz en el 96. Eso sí, con la salida fácil, con Acuerdos de Paz, pero sin acuerdos de justicia. Más fácil abrazarse entre comandantes y generales que admitir ciudadanos ¡y ciudadanas! con iguales derechos.

¿Cosas del pasado? Ya quisiéramos. No hace ni tres años, electorado y empresarios buscamos la salida fácil, dando el gobierno a quien ofrecía una mano dura. En vez de aceptar que el desarrollo para todos es difícil. Fácil fue apostar por la triquiñuela empresarial, tan distinta de un mercado sano, y criminalizar la protesta. Fácil fue mandar soldaditos para arremeter contra pobladores en Santa Cruz Barillas y Totonicapán, en vez de dar respeto. Y justo hace un año, más fácil cobrar para aprobar el presupuesto a ciegas, que negociar. Y en diciembre, bloquear la ley de desarrollo rural. No, no se olvida.

Este año, en mayo, más fácil resultó solemnemente desacreditar a acusadores y jueces, que tomar el trago amargo de la responsabilidad en el juicio a Ríos Montt, aunque de paso se sepultara la justicia. Fácil resulta ahora pedir que se pase la página llena de tachones, mientras la defensa de Barreda ya tomó nota. Y en julio, fácil resultó buscar bonos mágicos para tapar el hoyo fiscal. Hoy enfrentamos otro presupuesto armado a rajatabla, pero que financiará la propaganda. ¿Y la oposición? Fácil: en campaña anticipada y sin sanción.

Los resultados están a la vista. El crimen apenas baja, la protesta no cede, el presupuesto hace agua y nadie cree en nadie más. La lección es inescapable: la salida fácil no funciona. No funciona para usted ni para mí, y apenas funciona para quienes la usan con sus dineros y su poder. Algo mejor sólo vendrá del camino largo y difícil de las alianzas.

Alianzas que toman mucho trabajo, que duran mucho tiempo, que ven a largo plazo. Alianzas entre los que hacen crítica y quieren cambio, no importa de dónde vengan: indígenas por el cambio, campesinos por el cambio, clasemedieros por el cambio, empresarios por el cambio, élite por el cambio. Esto requiere imaginación, requiere persistencia, requiere sobre todo valentía. Valentía para romper filas y para buscar al contrincante que también quiere cambio. Valentía para alinearse por el futuro, en vez de señalar, temer, y usar la salida fácil.

Original en Plaza Pública

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