¿Con qué pagarán sus cuentas, de dónde sacarán las migajas para vivir bien cuando se acabe el jolgorio, cuando pase la condena?
Afanosos los aprendices de brujo, le pasan la herramienta al genio malvado. Con empeño ayudan los ingenuos, desenterrando y desmembrando. Aquí una pierna, allá una mano, para armar el engendro.
Miopes apostadores desenfrenados, haciendo gobierno. En el Ejecutivo y en la casa de citas que legisla se escucha el ruido de la carpintería mañosa. Serruchan, clavan en sus negociaciones las piezas que no casan. Pero son los parales del mismísimo cadalso del que habrán de pender sus clasemedieros cuellos políticos, cuando ya no le sirvan al Poder.
¿No me cree? Oiga las voces de los fantasmas, las sucesivas generaciones de arribistas “poderosos” con pies de barro. Desde Estrada Cabrera hasta Portillo, Weyman, Reyes López. Incluso Ríos Montt. Cada uno pagado con la moneda del abandono. La recompensa al servicio es un juicio, tiempo de cárcel −menos para los obedientes y más para los necios− y algún dinero mal habido, si se logra esconder bien. Si no merecen el esfuerzo, o urge mucho el castigo como con Colom y Torres, basta la aniquilación en vida. Algún consuelo será que nuestra justicia a medias cada vez los alcance más pronto.
Cada uno en su tiempo babeó más que el anterior por alcanzar el poder, en ese único turno que concede la cleptocracia al clasemediero. ¡No me enseñes a pescar, pónme donde estén los pescados! Cada uno entusiasmado por tener en las manos la llave de la caja mágica. Cegados cómplices en su condición de tontos útiles para los que mueven las pitas. Títeres pasajeros con que juegan los coloniales, los republicanos, los eternos dueños.
Y así, los que hoy están en la Guayaba se apuran a empujar a troche y moche su ilegal deuda y sus inflacionarios bonos. De lo contrario, ¿con qué pagarán sus cuentas, de dónde sacarán las migajas para vivir bien cuando se acabe el jolgorio, cuando pase la condena? Y los que no están, pero quieren llegar, igual se apuran a decir que sí, sin querer queriendo, porque de lo contrario no habrá tesoro para ellos en la siguiente vuelta.
Usted y yo, al margen de esta orgía insolente, ¿será que algún día entenderemos? Aplaudimos como focas cuando rebajaron el impuesto a la circulación de vehículos, sin ver que con ello compraron nuestra complicidad por adelantado en el descalabro financiero.
Pontificamos, güisachis doctor en negacionismo, cuando jueces y magistrados a la medida atoraron la justicia para los ixiles. Idiotas, sin reparar que por ese camino no quedará Corte, Tribunal ni Superintendencia, ¡nada, ni una instancia! con la dignidad para detener este auténtico estupro político. Y encima, obtusos, ya haciendo eco a quienes piden la cabeza de Paz y Paz. ¡Paz, paz!, nos deberían de hacer en la cara, por no entender que así se desarman las finanzas públicas, la justicia y, finalmente, el gobierno.
Esta huesera política cada cuatro años arma un nuevo monstruo con las mismas piezas, e igualmente lo desecha cuando deja de servir. Esta huesera en sus fabricaciones salpica por igual sangre de bachiller que de marero, mientras suplanta la carne que falta con trozos de carro robado. Esta huesera no va a parar si usted y yo no lo entendemos: es malo comprar un celular robado. Pero es peor, mucho peor, comprar un Estado robado. Debemos poner un hasta aquí, debemos involucrarnos, y pasar la cuenta a los fabricantes de monstruos y sus ayudantes.
Diga #NOalosbonosgt