Increíble. Ya no tenemos costumbre del éxito, pero aquí estamos. El juicio completo, los argumentos hechos. La jueza lee el veredicto.
Comienza a cantarse. Algunos con más cartones, otros sólo uno. La respiración contenida, ¿quién ganará? Corre, corre y va corriendo.
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Puesto el pie firme sobre la nuca del pobre, la historia de siempre. Un ejército que atropella a su pueblo, porque es lo único que sabe hacer. La bota.
El poder se les hizo atractivo, pero no tanto como arañar en el erario. De coroneles a generales, de generales a millonarios. La mano.
Vino la paz y los amos se olvidaron de ellos. El consenso de Washington y la globalización los dejaron sin lugar. ¿Para qué servirían sus armas, sus estrategias y sus tácticas? Por fortuna, allí estaba el narco. El alacrán.
Pero desde el fondo de la tierra, en aquel pozo, quedaron apilados los cadáveres. Niños, mujeres, ancianos. Voces que por dos décadas siguieron reclamando: ¡justicia! La calavera.
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Pasó el tiempo y el miedo cedió a la indignación y el coraje. Poco a poco salió la historia. Desde un Nunca Más y una Memoria del Silencio, hasta los testimonios: palabra por palabra, detalle por detalle se arma el caso. Hablaron, y ya nunca volverán a callar. El cotorro.
Sin embargo, los ingenuos y los maliciosos comenzaron a parecerse tanto. Aquí no pasó nada, aquí nadie vio nada. Aquí de eso no se habla. El silencio es el precio de la paz. En la ciudad y en los corredores de la política se repetía: ¿para qué destapar el pasado? “El venado no ve nada”. El venado.
El problema es que el silencio habla, y el que calla otorga. Mientras unos ignoraban, otros documentaron. Hablaron los muertos, hablaron los vivos, hablaron los hechos y la historia, y “cayó el que por la boca muere, aunque mudo fuere”. El pescado.
Tarde se dieron cuenta que la cosa se les salía de las manos. Por torcer el camino del contrincante en armas se atrevió a pedir: “que alguien me demuestre que hubo genocidio”. El valiente.
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Empezado el juicio, empezado el circo. Ante el caso bien armado, no quedaba sino la dilación. Abogados indignos, recursos y ocursos; un concurso de discursos. El borracho.
¡Se interrumpe el juicio! Como juego de tenis, vemos el ir y venir: amparo contra desamparo, sigue, no. Una jueza argumenta, pero el propósito malsano prima sobre la evidencia. Es como un canto que aturde. La sirena.
Cierran filas los señores de nombre y sociedad. Extraña alianza entre derecha, centro e izquierda, para denunciar la “traición a la paz”. Alianza forjada en el crisol del statu quo. Los de la foto estamos cabales. El catrín.
Tememos que no habrá oportunidad para la justicia. ¿Caerá el caso? Nos queda la lección a todos: ni un momento de descuido, que aquí hay gente que pasa todo el tiempo urdiendo el mal, y al que se duerme, se lo lleva la corriente. El camarón.
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Increíble. Ya no tenemos costumbre del éxito, pero aquí estamos. El juicio completo, los argumentos hechos. La jueza lee el veredicto. Para el primero, la duda favorece al acusado. Recibe el cobijo que ellos negaron en los Tribunales de Fuero Especial. El árbol.
Para el segundo la responsabilidad es clara. Si haces el mal, si mandas el mal, si sabes del mal y pudiendo no lo detienes, de seguro te llevará consigo. El diablito.
El que ayer se ufanaba de su justicia injusta, hoy es pequeño. De los gritos y las amenazas no quedó sino contar una historia. Aunque hay aún un camino tortuoso por andar, este ya no cantará. El gallo.
Un solo cuadro queda en mi cartón y estoy listo para poner el grano de maíz sobre él. Con alivio pero vacilante, pues queda tanto por hacer. Su lugar no está en hacer gobierno, ni en reprimir comunidades. El mensaje ha sido claro: vuelva a su cuartel, déjenos en paz. El soldado.
¡Lotería!