Justicia y la ventana moral que se cierra

Llegará inexorable el día en que todos reconozcamos que los poderosos y también los débiles tienen por igual que responder por sus actos, siempre y sin distinción.

No hay justicia en una sociedad cuando siempre ganan los poderosos. En días recientes hemos visto lo que esto significa aún con encartados, evidencia, argumentos, abogados, jueces, tribunales y cortes.

Las amenazas de violencia, la suspensión del juicio a Ríos Montt y Rodríguez Sánchez y el dictamen de la Corte de Constitucionalidad son motivo de desaliento para quienes pensamos que es bueno que los poderosos respondan ante los débiles si han hecho el mal. Pero hay razones por las que Guatemala produce maratonistas de la talla de Mateo Flores y Erick Barrondo: aquí los buenos sólo ganan si tienen un aguante de muy largo aliento. Por ello, a pesar de la desazón, hay causas para el buen ánimo. Mientras en el pasado la razón del poderoso nunca hubiera sido cuestionada, cada vez le es más difícil salirse con las suyas.

Hoy ha hecho falta que los más conservadores unan fuerza con los más moderados para inventar traiciones y divisiones. Ha sido necesario movilizar a cuanto columnista amigo hubiera. Publicar pasquines millonarios (¿sin noruegos de dónde sale tanta plata?). Hasta el Presidente echó a los vientos la prudencia y la independencia de poderes anticipando al tribunal en descartar el genocidio como realidad. Para rematar, una jueza preocupantemente servicial ha navegado las olas procedimentales muy cerca de la cresta con tal de prevenir −o por lo menos retrasar− un resultado “indeseable”.

Se ha notado tanto la maquinaria, el tinglado requerido para que a cada uno nos llegue nuestra ración de atol con dedo. Y lo peor es que con cada día que pasa, con cada caso, en cada situación, la cosa se va haciendo más difícil, más obvia. Así que a los de siempre lo que les espera es más dificultad, más esfuerzo. Con eso dejémoslos a lo suyo, en la marrullería que tanto aprecian.

El reto más bien es el que tenemos usted y yo, los “ciudadanos de a pie”. Lo que está ante nosotros es una ventana moral que se cierra. Hace 25 años hubiera sido impensable juzgar a un general. Hoy dos se sientan en el banquillo de los acusados y la ciudadanía agónica se divide a favor y en contra. A este paso, aunque tarde, llegará inexorable el día en que todos reconozcamos que los poderosos −y también los débiles− tienen por igual que responder por sus actos, siempre y sin distinción.

Así como hoy los de siempre echaron a andar la máquina de atole, los ciudadanos ya tampoco nos quedamos callados ante la manipulación alevosa. Ayer la ignorancia ofrecía excusas a la equivocación, y aún hoy la desinformación y el poder hacen confuso el escenario para los ingenuos. Pero cada vez es más difícil apostar mal por ignorancia. Los que vayan quedando en el bando del poder que siempre gana serán los que así lo escojan, los que quieran obrar mal.

Así que hoy todos −ministra de Estado o magistrada, empresario del CACIF o líder indígena, carpintero o lustrador, agricultor o poeta por igual− enfrentamos las últimas oportunidades de escoger el bien cuando todavía no es forzoso. El juicio se resolverá de alguna forma. Idealmente, tarde o temprano se conocerá toda la evidencia, hablarán todos los testigos y se harán todos los alegatos, y el tribunal decidirá libremente y conforme a la ley y la justicia. O quizá –probablemente− se descarrile finalmente por trampas de procedimiento. Pero igual tendremos que escoger cada uno: barrer la porquería bajo la alfombra, o insistir en la justicia y apoyar a las víctimas en su causa. Esto no es cuestión de hacer un cómputo político ni de tomar bandos, es una elección moral.

Por mi parte le invito a no quedarse entre los indiferentes. Con un grupo de ciudadanos −algunos ilustres y la mayoría “de a pie”− lanzamos un comunicado (página 67, Prensa Libre del lunes 22 de abril de 2013) donde pedimos que se respete la justicia, ya que solo con ella se fortalece la paz. Poca cosa, pero es la oportunidad de apostar por el bien antes de que se cierre la ventana. Le invito asimismo a suscribirlo.

Y para tranquilidad de los que insisten en ver conspiraciones extranjeras, le aseguro que para preparar y publicar el comunicado no le hicimos daño a la billetera de un solo noruego.

Original en Plaza Pública

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