La lectoescritura es una práctica reciente entre los humanos. Mientras que hablar nos define desde que existimos como especie, solo tenemos alrededor de 6,000 años de ordenar garabatos para comunicarnos.
Hoy podríamos creer que ha pasado el momento de la lectoescritura. ¿Para qué usar el texto cuando hay tanta imagen, cuando en Tiktok o Youtube basta con hablar y verse bonito para comunicar? Todo mundo hoy se figura héroe de la pantalla chica o comentarista de TV y basta con ponerse frente al móvil para serlo — así sea tan solo para 5 seguidores. Pero eso soslaya que —al menos por ahora— probablemente debió leer aunque sea el nombre de la aplicación para activarla: YouTube lo dice completo, Facebook con una efe, Tiktok con una te estilizada. Y con frecuencia los ojos enfocados en otra parte delatan que los datos que repite el novel comunicador tiktokero están apuntados en algún improvisado teleprompter.
Sucede que las tecnologías tienden a portarse como la geología: rara vez desaparecen, sino más bien se asientan en estratos. Hoy existen gigantescos arados mecánicos que cuestan más de $100,000 y hacen el trabajo de toda una cuadrilla, con más rapidez y precisión. Y, sin embargo, innumerables agricultores siguen cavando con el azadón que nos acompaña desde el neolítico. Como la Luna ante el Sol, las viejas tecnologías solo se hacen invisibles por contraste con las nuevas, pero siguen allí. En algunos casos, como con el texto, hasta se integran con ellas. Como ilustra tan bien The Matrix, el código subyace a la realidad virtual. Y el código es texto. El vídeo no sustituye al texto, nomás se asienta sobre él.
Y el texto no pelea con el vídeo, sino que lo sostiene. Una de sus principales virtudes —lo reconocieron ya en Sumeria— es que es compacto. Si queremos saber sobre la guerra en Ucrania, este vídeo lo explica en poco más de 5 minutos y medio. Pero las 630 palabras que transcriben esa explicación pueden leerse en poco más de 2 minutos, aún sin correr. Y mientras más leamos, más rápido podremos hacerlo. No solo eso: texto e imagen se ayudan mutuamente. Cualquiera que haya visto una película subtitulada lo aprecia, pues el texto abre la puerta a un cine que de lo contrario no podríamos disfrutar.
Pero todo comienza con saber leer. No me refiero solo a las primeras letras, los palotes dibujados con dificultad al empezar la escuela, la maravilla que brota al descifrar letra por letra, fonema por fonema, sílaba por sílaba y palabra por palabra hasta encontrar lo que nos quiso decir la autora en el texto. Porque saber leer incluye también ser parte de la comunidad del texto: libros, gente, historias, razones; contexto y contenido que nos ayudan a entender que lo escrito no sale del vacío sino que expresa y enlaza a los miembros de un colectivo.
Saber leer incluye también ser parte de la comunidad del texto.
Así como una maestra o un maestro amorosos crearon las condiciones para que aprendiéramos a leer, otra gente construye entornos en que aprendemos a ser lectores. El club de lectura, la biblioteca, el librero que da un buen consejo, los editores que reúnen colecciones, todos amplían el horizonte y confirman que somos comunidad. Y hacernos parte de esa comunidad comienza con leer.
Esta semana nuestra comunidad recibe buenas noticias. La primera es que del 27 al 30 de abril se celebrará en Retalhuleu el encuentro cultural Libro al Viento. Miembros de la sociedad retalteca, su municipalidad y la Asociación Gremial de Editores de Guatemala (AGEG) en 4 días realizarán más de 30 actividades culturales para la niñez y la juventud.
La segunda es que la AGEG realizará del 6 al 16 de julio en Forum Majadas zona 11 la Feria Internacional del Libro de Guatemala, que conocemos como la Filgua. Los organizadores esperan 65 mil visitantes en esta 20ª. edición de la feria. Contra viento y marea, mezquindad y envidia, son dos décadas de construir una comunidad. ¡Son dos décadas de paz con libros! Comencemos a prepararnos para la fiesta leyendo, invitando a otras y otros —a los más jóvenes, sobre todo— a leer.
Ilustración: Donde comienza todo (2023, con elementos de Dall-E)