«Modus vivendi»

La opinión es un juicio de valor. Depende de supuestos más o menos informados que aplicamos al evaluar un hecho.

Los supuestos que subyacen a nuestra opinión pueden ser datos verificados, en cuyo caso es una opinión informada. O pueden ser adivinanzas. Cuando son más o menos documentadas, podemos llamarlas hipótesis. Si parten del error, las llamamos prejuicios. Y porque somos seres de pasión tanto como de razón, al debatir preferimos pensar que nuestros supuestos son hipótesis y las de nuestros contrincantes prejuicios.

Pensaba esto al escuchar el programa Con Criterio, que cumple cuatro años. Claudia Méndez Arriaza, Juan Luis Font y Pedro Trujillo comentan desde posiciones distintas las noticias, los reportajes y las entrevistas que hacen. El formato es efectivo y demuestra que el debate puede ser tan deportivo como el futbol. ¡Imposible como oyente no apasionarse y tomar partido! Claro, hay riesgo tanto para quien escucha como para quien habla: una vez apasionados, interesa más ganar que tener razón.

De los tres conductores, Trujillo es a leguas el mejor retórico: para ganar argumentos maneja con soltura una panoplia de recursos retóricos, falacias incluidas. Es también —pienso— quien más errores comete, pero, aunque se lleve el argumento por vericuetos irrazonables, ¡primero llega el momento de los comerciales que el de ser descubierto!

La semana pasada denostaba a la Fundación Myrna Mack, establecida para buscar justicia ante un crimen de Estado. Acusaba que contamina la política nacional en Guatemala con intereses y recursos de una supuesta red de organizaciones internacionales «de izquierda». No entraremos aquí a afirmar que las ideologías políticas de izquierda son legítimas, no digamos necesarias. Y el mismo Trujillo no pierde tiempo rebatiendo la búsqueda de justicia o cuestionando que los crímenes de Estado estén mal porque, asumo, comparte estos valores.

Más bien, ilustrando la técnica, desliza la conversación y la atención del reclamo de justicia hacia otro tema. «Es un modus vivendi», repite dando a entender no solo que la entidad y su fundadora, Hellen Mack, captan fondos internacionales para promover la supuesta agenda y su supuesto efecto (que para el caso, vale reiterar, es pedir justicia), sino que vivir de ello está mal.

Aunque la cortinilla y los comerciales ya no suenan sino en la cabeza, vale la pena preguntar por qué los oyentes (y, de paso, los colegas de Pedro) habrían de aceptar tal argumento cuando contiene al menos dos lagunas lógicas. La primera es suponer que el reclamo de justicia debe ser tarea ad honorem, aun sin saber de qué vive Mack. No solo por la tan manida cita constitucional de que «todo trabajo será equitativamente remunerado…» (artículo 102), sino porque eso garantizaría que solo quienes tienen medios propios reclamen justicia, lo cual profundizaría aún más la desigualdad de nuestro sistema de justicia. Como ciudadanos debemos exigir justicia sin recibir incentivo —eso son la protesta en la plaza o esta columna, por ejemplo—, pero hacerlo bien y por completo exige dedicación profesional y paga. Igualmente, todos podemos producir novedades o tomar fotos, pero por fortuna hay periodistas profesionales que cobran por su trabajo bien hecho.

Felicito a Claudia, a Juan Luis y a Pedro por los cuatro años de Con Criterio.

La segunda laguna lógica es denunciar el financiamiento internacional para la promoción y la demanda de justicia. «El patriotismo es el último refugio del sinvergüenza», decimos citando al igualmente manido Samuel Johnson, y vaya que Jimmy Morales lo demostró. No hay razón que a priori descalifique pedir y aceptar ayuda de fuera cuando un sistema político no puede ni quiere hacer justicia, cuando el Estado de derecho es una aspiración global, pero una carencia local. Somos gente antes que guatemaltecos, humanos antes que ciudadanos. Flaco servicio haría un periodista con señalar la injusticia y luego denostar a quienes la enfrentan.

Y por esto felicito a Claudia, a Juan Luis y a Pedro por los cuatro años de Con Criterio. Porque no solo ponen el dedo en la llaga, sino que con su debate matutino obligan a escarbarla, a sopesar los argumentos y a reconocer las razones tanto como las falacias. Porque termina el programa y, aunque disiento enteramente de Pedro, entiendo mejor por qué. Y me pregunto por qué los adalides de la justicia en Guatemala deben pasar el sombrero fuera del país. La razón es obvia: porque en casa no encuentran apoyo. Quienes tienen —tenemos— recursos en y desde Guatemala no damos lo necesario para su tarea indispensable. Usted y yo debemos apoyar —que, por si lo duda, quiere decir poner del propio y escaso dinero— a quienes reclaman justicia, a quienes apuestan con pellejo propio por retar al Estado perverso en que vivimos.

Ilustración: «Engranaje de esclusa» (2020, imagen propia).

Original en Plaza Pública

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