Basta apenas ir con los gringos a pedir visa para encontrar los límites de tu burbuja.
Chapines no somos solo tú y yo, que tomamos por sentados el agua, la luz, la escuela y la calle asfaltada. Ciudadano distinguido no eres tú, el de cuna de plata, blanco de tez, que en pleno siglo 21 aún no te has enterado que vives en una Guatemala morena. Tú y yo somos apenas usurpadores, que más temprano o más tarde descubriremos que nuestra prosperidad, peor aún nuestra certeza, eran prestadas. ¿Acaso quieres terminar como los generalitos, pobres diablos, clamando por una justicia que no supieron dar? Hasta el cielo pareciera negarles el sol por su obcecación.
Yo mestizo clasemediero, voy por la vida con un apellido de masa, pero que sirve para recordar al primer pillo, padre de la esclavitud y la violencia en estas tierras. Para que no me ufane ni me afane por un nombre. Tú arrastras a cuestas el mestizaje negado, esa vergonzante ansia de ser otro, cuando no eres ni siquiera lo que piensas. No eres español, no eres noble -aunque tengas título nobiliario, comprado como todo lo demás, no eres grande. Párate frente al espejo, el de cuerpo entero. ¿Qué miras? Basta apenas ir con los gringos a pedir visa para chocar con los límites de tu burbuja. Ya te tocará hacer la fila, igual que los campesinos. Y cuando llegues a Disneylandia tampoco entrarás primero. Al pinche Mickey Mouse le sobra que tu nombre sea vasco, gallego, extremeño, navarro. Te criaron para pensar que alcanzaba con mentar a tus antepasados hasta la séptima generación para ser alguien. Pero eso ya lo hacen con los perros de pedigrí, ¡con los perros!
No te has ganado más que el desprecio del mar de gente que te rodea, esa misma contra la que pides balas de goma, de plomo cuando se pueda. Por más que los llames malos, usurpadores, violentos, criminales, sucios, ¡indios!, ¿sabes qué son? Son pobres, PO-BRES. Pobres, porque así los quisiste, que no supiste aprender de Smith, que la riqueza de las naciones debe apoyarse en el sentimiento moral. Obtuso, que no aprendiste la lección igualitaria de Jefferson (sí, el hacendado, el esclavista ilustrado). Ciego, que no aprendiste del hombre que salió sonriente de la isla de Robben. Con 27 años de injusticia encima, todavía abrió los brazos a su enemigo y dio paz a su patria austral, mientras tú sigues empeñado en ganar una guerra de vergüenzas.
Me das asco, me das pena. En los momentos más oscuros me pierdo y creo que no quisiera ser guatemalteco. Luego me doy cuenta que no es cierto. Quisiera que tú no lo fueras. No, me corrijo. Es que no lo eres.