¡Hazte a un lado, quítate del sol, deja de estorbar!
Vivimos los ricos y la clase media, criollos y mestizos, bajo una sombra densa y fría, que nos hace un pueblo miedoso. Tememos al cambio, tememos al indio, tememos al de la piel morena, tememos al otro.
Vivimos bajo una sombra densa, fría, que nos avergüenza. Vergüenza de un ejército de comandantes traicioneros, que hace 60 años abandonaron a su hermano esclarecido, a su mejor oficial, a su presidente, a su comandante en jefe. Vergüenza de guardianes que mataron en vez de proteger, vergüenza que el tintineo de las medallas no calla.
Vivimos bajo una sombra densa, fría, egoísta. Egoísmo de perro del hortelano, sentado entre el forraje, solo él quiere comer. Agobiados con que el pastel no alcance cuando haya más comensales, pero faltos de imaginación para ver que el pastel crece cuando hay más pasteleros. Egoísmo de pensar que la única forma de hacer plata es explotando a otro.
Vivimos bajo una sombra seca y opaca, de un conformismo que prefiere gobernantes venales, con tal que sean conservadores, que hace como que no oyó las balas y los gritos, y que de tanto callar ahora no sabe hablar.
¿Por qué sigue allí esa sombra, quién la puso sobre nosotros? Podría reclamar de los 500 años de opresión, sacar a bailar los fantasmas chapetones, embutidos en sus armaduras ruidosas y sus cuellos almidonados, echarles la culpa de la oscuridad en que vivimos. Pero son fantasmas, y los fantasmas no hacen sombra.
Mejor busco el origen de la sombra en el presente. Ese presente de 70 años que han pasado desde que los más viejos entre nosotros se hicieron adultos. El marco de las vidas de todos los que hoy somos guatemaltecos y nos afanamos, correteando ocupados para pasar de un día al siguiente. Esa vida que incluye un año 44 que nos dijo que podíamos ser mejores, y un 54 que nos calló la boca con violencia y para peor. Un año 68 que nos enseñó que el sexo no es malo. Un año 70 que empezó en militarismo y terminó una década más tarde en genocidio. Un año 85 que nos hizo soñar de nuevo, un año 96 que nos prometió paz pero se olvidó de la justicia, un año 2001 que nos mostró que un pequeño sañudo puede tanto como un grande… sañudo. Un año 2012, que de mal usado ya comienza a desportillarse.
Pero las fechas tampoco tienen sombra, son apenas marcas en un calendario. La sombra la hacen personas concretas, esas que tienen cuerpo y se paran entre el Sol y nosotros. Es esa gente la que nos hace sombra: la que tiene 70 años o menos de decirnos qué hacer; peor aún, 70 años de decirnos qué no hacer.
Cuando un bobo en pleno 2012 se atreve a decir que el bilingüismo en una sociedad multicultural es innecesario y asunto de menús, ese hace sombra. Cuando alguien usa un arma para simbolizar la izquierda, ese hace sombra. Cuando alguno hace tratos a puerta cerrada con los recursos de la nación –así sea un puerto, un filón de oro, una fuente de agua, una plaza de maestro o el dinero de nuestros impuestos– ese hace sombra. Cuando los mentecatos timoratos, pobres apocados, mandan borrar arte de los muros y censurar premios, esos hacen sombra.
Así que, al que año con año, década con década y hoy también se ha empeñado en excluir a los demás de las oportunidades de la democracia, de la riqueza compartida, del bienestar o la justicia le digo: ¡hazte a un lado, quítate del sol, deja de estorbar! Ya no hay lugar para viejos jóvenes ni viejos viejos, que encima arrastran 70 años de injusticia, que tapan tanto sol, que hacen tanta sombra. Yo quiero que el sol le brille a una juventud –así tenga 99 años– desobediente, preguntona, insolente, atrevida; apasionada, pacífica, inclaudicable; digna e incorruptible.
Original en Plaza Pública