Estos son tiempos para fijarnos en lo que toca hacer antes que en la persona que lo hace. En vez de Navidad tranquila y Año Nuevo de esperanza, la perfidia del Ejecutivo combinada con la estulticia legislativa y la mezquindad de la élite económica nos dejaron un regalo envenenado. Con alegre egoísmo, la peor gente del país se apuró en su empeño por hacernos un Estado paria.
El lunes montaron el más reciente acto del absurdo Moralejo. Los jefes del Ejecutivo y del Legislativo volvieron a desplegar su micro-Estado portátil, armado a base de barreras metálicas y de policías con mejores cosas que hacer. Rodeados tan solo por sus cortesanos de vergüenza, abrieron la boca para expulsar sandeces que, a juzgar por su intención fétida y por la falta de solidez, igual podrían ventear por el otro extremo del tubo.
Afuera del Congreso también hay teatro del absurdo. Una retahíla de partidos de cartón, apenas bastidores y bocetos de institución, sirven de fondo para que la gente de siempre —los dueños del teatro, los mismos que se pasean en el escenario del Congreso— interpreten mal y falsamente el papel de nominados democráticamente a elección.
A la vez, no todo es malo en el año que comienza. Al menos personalmente, el fin de semana me dejó un regalo. Me involucré por primera vez en política partidista y así pude testificar la asamblea que abre la puerta a la vida partidaria del Movimiento Semilla. Vi a un grupo, mayoritariamente de gente joven, apropiándose de su papel como actores políticos.
Por un lado vemos un gobierno artero, encerrado y temeroso y un conjunto de simulacros de partido democrático. Por el otro tenemos el empeño de jóvenes que saltan a la palestra nacional, pero que a la vez se resisten a tener caciques. El contraste deja una lección importante: la clave no está en las personas, en los individuos con nombre y por su propio mérito, sino en las instituciones que construyen, con las que participan y a las que se suman.
Esto cuenta tanto por lo malo como por lo bueno. Por lo malo, porque es fácil perderse en que el problema es Morales. Pero la rosca de operadores militares tras el FCN y sus financiadores estaba perfectamente dispuesta a aceptar a cualquiera que le hiciera la tarea de librarla de la persecución penal. E igualmente encontrará un reemplazo cuando Morales ya no le sirva. Que la clave son las instituciones, no la gente, lo saben ellos mismos muy bien: quisieron embutirnos en la mente la idea de que el problema con la Cicig era Iván Velásquez, pero apenas pestañearon al quitárselo físicamente de encima antes de comenzar a torpedear a la Cicig, sin empacho en cambiar su historia sobre la marcha. Van ahora por el Ministerio Público y hasta por la Corte de Constitucionalidad. Y no les pesa escoger analfabetos funcionales para liderar sus partidos y su Legislativo, pues saben que lo que cuenta es que hagan lo que se les dice, no que sepan pensar.
Mientras […] se devanan los sesos con que «Thelma sí» o «Thelma no», lo que realmente cuenta son las instituciones en que se inserte como aspirante.
Pero por lo bueno es igualmente cierto. Y en este caso, crítico para usted y para mí. Porque, mientras los analistas en los medios y los particulares en las redes sociales se devanan los sesos con que «Thelma sí» o «Thelma no», lo que realmente cuenta son las instituciones en que se inserte como aspirante: el propósito al que sirvan, la profundidad democrática de sus mecanismos internos, la capacidad gerencial, técnica y financiera que tengan para gobernar. Y también la posibilidad que tengan de mantener a su candidato dentro de una agenda de desarrollo democrático. Esto importa tanto para Aldana como para la ciudadanía que piensa que combatir la corrupción sigue siendo el frente de batalla en la guerra que es este país.
Nosotros, como ciudadanos, no podemos caer otra vez en la trampa. No podemos ser como el gato entretenido con la cola de la lagartija: rota, pero que aún se mueve. Morales es esa cola. Nosotros, más que los pícaros, debemos entender qué es lo que hay que conseguir: justicia, democracia, igualdad. Y en el corto plazo: un espacio efectivo, representativo y transparente en la arena electoral, muchas sillas en el Legislativo y en el Ejecutivo. Esto es tarea de instituciones más que de individuos. Y las instituciones son esto: mucha gente queriendo lo mismo, trabajando junta y bien para conseguirlo, con líderes que entienden que su tarea es conducir el esfuerzo, no servirse de la gente.
Ilustración: Institución (2024), Adobe Firefly