¿Tribunal supremo electorero?

Probablemente ya conoce la noticia, pero igual resumo aquí la triquiñuela del partido UNE contra el Movimiento Semilla.

En dos años, el Movimiento Semilla pasó de ser una iniciativa de un grupo de profesionales e intelectuales a estar a punto de inscribirse como partido político para competir en 2019. En noviembre recién pasado, la agrupación superó al fin la variedad de requisitos previstos en ley para asegurar que solo el dinero fuera carta de acceso al sistema político.

El 3 de diciembre venció el plazo para que otras agrupaciones políticas impugnaran el registro definitivo de Semilla. El registrador de ciudadanos, un tal Leopoldo Guerra, ordenó ese día inscribir el partido. ¡Oh, sorpresa! Tarde y mal el partido UNE —máquina electoral de la dos veces fallida aspirante a presidenta Sandra Torres— introduce un recurso: alega que el logo de Semilla es parecido al de otra entidad política y que Samuel Pérez, secretario general de Semilla, trabaja en el Estado.

Aparte de lo extemporáneo del recurso, los argumentos fueron notoriamente espurios. Lo único común de los dos logos es ser dibujos (juzgue usted). Por otra parte, Pérez no trabaja en el Estado y, aunque lo hiciera, no está prohibido. Así que el registrador Guerra rechaza por improcedente el recurso.

«¡Fiu!», respira aliviado el ingenuo que sigue la pelea desde las gradas. Y justo aquí se dispara la trampa. Porque el registrador rechazó el recurso, ¡pero igual no inscribió a Semilla! Le dio tres días al partido UNE para que reaccionara, aunque él mismo afirmó que el recurso era improcedente. Y con eso, ingenuos seguidores en la grada, se pasaría la fecha última para inscribir Semilla a tiempo. No cuesta sospechar que ese vaivén entre la UNE y el registrador no era de leyes y derecho, sino de dar largas.

Podríamos dejar hasta aquí a los tigres con su nueva raya. Al fin, de la mano del mismo registrador nos vino la continuada sobrevivencia del partido FCN y de la misma UNE. Ello, a pesar de su financiamiento ilícito, documentado e incluso confesado por parte de sus encumbrados donantes de élite empresarial. Y el domingo recién pasado, tras todo este revoltijo, se celebró la asamblea general de la UNE. A diferencia de Semilla —que no ha tenido caudillo—, la elección (así, en cursiva, porque ratificar no es igual que elegir) de Sandra Torres como candidata no trae ninguna sorpresa y confirma que la UNE tiene dueños, aunque pretenda tener bases.

Y, como ella, se apuran a surgir los nombres de siempre: los eternos dueños de las mutantes fichas políticas. Un alfabeto corrupto, violento y elitista que va de la a de Arzú a la zeta de Zury, con una cosa en común: hacer trampa. Usted y yo no esperamos nada nuevo de ellos.

Semilla demostró en esto que sí es posible hacer bien las cosas. Y la UNE, que aún hay muchos que no entienden que así debe ser.

Pero preocupa que, a la mezcla de políticos tramposos y partidos de fachada, hoy se agregue un peligroso ingrediente. El Tribunal Supremo Electoral ha sido notable desde 1985 por construir credibilidad como árbitro. Escaso consuelo cuando toda la oferta electoral ha sido inútil, pero consuelo al fin en este país que no da tregua. El miope tropiezo de la semana pasada amenaza hasta ese logro institucional, justo cuando urge renovar la oferta partidaria.

Por fortuna, el intríngulis finalmente se resolvió y Semilla quedó inscrito. Era imposible sostener lo contrario desde el Registro de Ciudadanos. Pero la incertidumbre sobre el derecho mina la confianza en el sistema.

No perdió el Movimiento Semilla con la emboscada perpetrada por la UNE y apañada por la ambigüedad del registrador de ciudadanos. De hecho, recibió el favor de una prensa gratuita. Pero apenas el sábado Sandra Torres celebraba en redes sociales haber armado el árbol de Navidad con sus nietos pequeños. Estos inocentes ahora heredan de su abuela otro entuerto en la historia política de nuestro país. Peor aún: lo heredan también nuestros hijos.

Semilla demostró en esto que sí es posible hacer bien las cosas. Y la UNE, que aún hay muchos que no entienden que así debe ser. Navidad es tiempo de novedad, de cambio. Amable lectora, querido lector, yo los dejo en esta última columna del año con la invitación a que en adelante rechacemos las mentiras de la vieja política y nos sumemos a empeños que, como Semilla, trazan un camino mejor.

Ilustración: Votar con billetes (2024), Adobe Firefly

Original en Plaza Pública

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