Guatehagashó

No sé cómo controla su cuenta en Twitter la entidad Fíjate Bien, pero hoy la regaron gravemente. Aparentemente, ante la convocatoria a protestar por el mal trabajo gubernamental en la crisis del volcán de Fuego, el 8 de junio Fíjate Bien1 tuvo el pésimo tino de pegar en su página de Twitter un rótulo que copio aquí:

¡¿De verdad?! ¿La única manera en que puedes ayudar a tu país es criticando al Gobierno? ¿Es tan poco lo que puedes dar?

No conforme con la metida de pata, su comentario para la publicación sigue cavando la tumba y agrega: «No critique ni condene ni se queje».

Aunque no sabía yo mayor cosa sobre dicha entidad, importa por lo que representa. Su página en la red afirma que es parte de la Fundación Proyecto de Vida. Tras un poco de investigación en Internet encuentro que esta fundación implementa también Guateámala, una reconocida iniciativa de corte mediático que promueve el compromiso con el país a través de actividades que, faltando mejor nombre, llamaré optimismo automático.

Hay evidencia multidisciplinaria de que tal optimismo automático puede desempoderar a las personas en vez de ayudarlas. Pero al menos permite crear una colección de fotos bonitas (incluso algunas de volcanes). Sin embargo, la publicación más reciente que comento es enteramente otro bicho. Y no es bueno. Porque, mientras el optimismo automático puede crear falsas expectativas y desviar la atención de problemas reales, el vigilantismo militante de Fíjate Bien busca estigmatizar a quien señala esos problemas.

El argumento es este: si usted no contribuye, entonces no se queje. Parece inocuo, incluso justificado. Hace 20 siglos ya atronaba san Pablo: «El que no trabaja que no coma» (2 Ts 3, 10). Y el volcán de Fuego nos puso ante una crisis que exige acción inmediata, intensa y coordinada.

El «calladitos se ven más bonitos» de Fíjate Bien es francamente dañino, pues estorba la capacidad de construir y mantener una democracia eficaz.

Pero la sutileza —siempre la cosa es sutil— está en las definiciones. Porque los pulgares tuiteadores de Fíjate Bien quieren ser ley, juez, jurado, fiscal y verdugo, todos en uno. Quieren decidir qué es contribución y qué no. «Hemos participado con víveres y voluntarios», se erigen arrogantes como dechado de virtud y retan: «¿Ustedes?» Pero, por lo que recuerdo, tanto caridad cristiana como beneficencia secular piden que el bien se haga en silencio y sin alarde.

Sin embargo, la cosa es peor. Porque entre la ciudadanía cada quien contribuye lo que puede y porque quiere. Desde el anciano que pone dos monedas en la hucha de los bomberos hasta la Coca-Cola interrumpiendo su pauta publicitaria, pasando por el diputado que dona su salario. Hasta usted y yo, que no tenemos por qué contarle a una autodefinida fiscalía contra la protesta en qué hemos contribuido. Pero luego hay gente a la que se le paga un salario con los impuestos del pueblo para que eviten, atiendan y resuelvan las consecuencias de las previsibles catástrofes naturales y a pesar de eso han fallado gravemente. Fallas que en este caso han costado vidas y provocado mucha miseria.

Ante casos así, la protesta ciudadana no es solo posibilidad, sino necesidad urgente. La retroalimentación al Gobierno no se da solo cada cuatro años en elecciones, sino a través de señales cotidianas, como con la prensa y con la protesta. Lo explicó hace dos décadas el politólogo John Mueller: la amenaza del reclamo incentiva al gobernante a cumplir con su mandato y con sus ofertas aun cuando los ciudadanos no tengan la opción de defenestrarlo inmediatamente. Sirve incluso para estabilizar y consolidar la democracia ante el riesgo de la violencia indiscriminada, cuando esta pudiera desencadenarse por el hartazgo ciudadano2 [2]. La protesta es mecanismo de retroalimentación y garantía de la democracia, así se se tengan un Ejecutivo y un Legislativo capturados por incompetentes maliciosos y corruptos.

Por eso la torpeza comunicacional de Fíjate Bien no es solo arrogante, sino que denota un problema de fondo: parte de una teoría política contraproducente. «¡Mirá qué linda mi Guate!» quizá funcione para los Teletubbies, pero ya arriesga ignorar la pobreza al normalizarla como folclor y paisaje. Pero el calladitos se ven más bonitos de Fíjate Bien es francamente dañino, pues estorba la capacidad de construir y mantener una democracia eficaz. Y en este caso eficacia no es solo entregar víveres. Eficacia es librarnos de gobiernos que dejan morir a los ciudadanos en una muy previsible avalancha de arena candente.

Ilustración: ¡Callandito! (2024), Adobe Firefly

Original en Plaza Pública


Notas

  1. O tal vez es Fijate Bien. Quién sabe si sus mensajes son inconsistentes en asunto de tildes. ↩︎
  2. Mueller, J. (1999). Capitalism, Democracy and Ralph’s Pretty Good Grocery. Nueva Jersey: Princeton University Press. Citado en Pinker, S. (2018). Enlightenment Now. Nueva York: Viking Press. ↩︎
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