Qué le diré. Soy un incompetente para los deportes de equipo. En la escuela debí haber sido sujeto de educación especial en futbol. Pero la estrategia del profesor de la materia era dejar que florecieran los que ya eran buenos por cuenta propia mientras él se tendía bajo un árbol. Es más fácil que enseñar futbol a gordos y chambones.
Me habría gustado que fuera distinto. Lo bueno es que no todo está perdido, ya que no cuesta admirar la destreza del buen futbolista. Rivaliza con el ballet la tarea de llevar el balón desde muy atrás, sortear delanteros, pasar y recibir viendo al compañero apenas con el rabillo del ojo. Causa admiración el puntero que amaga y deja a su contrincante buscando la pelota donde no está. Y todos gozamos de fundirnos en la masa que canta el gol cuando el portero no alcanza siquiera a moverse.
Así que hasta yo, en mi discapacidad deportiva, puedo disfrutar del deporte. Y más porque también deja lecciones para la vida. Hasta el más sonso —ese soy yo— entiende que, aunque la meta literalmente es poner la bola en el arco, la enorme mayoría de las veces los goles no se meten de portería a portería. Hay que armar el juego. Hay que construir jugadas en las que todos adelantan la pelota en el campo. A veces se consigue adelantar y otras se pierde terreno, pero los 90 minutos son para eso: empujar la pelota, ponerla a tiro del arco y que alguien, el que esté más cerca —bueno, regular o malo—, la patee y meta el gol.
Por eso las divas, esos que juegan solitos y sin equipo, dan para entretener al periodismo deportivo de sensación. Pero son los planteles que arman un juego coordinado los que se desempeñan mejor en el largo plazo.
Así nos pasa hoy con la consulta por el diferendo territorial con Belice. Arrasó el sí de una minoría abrumadora. Visto con la miopía de la coyuntura, nos entretenemos con teorías conspirativas: Jimmy Morales quería ofuscar la coincidente elección de fiscal general. Y en términos prácticos, el resultado escasamente cambia algo. Ni en Belice ni en Guatemala ni entre colonos o habitantes de la zona de adyacencia hay diferencia entre sábado y lunes nomás porque la gente haya marcado un papel el domingo. Y la Corte Internacional de Justicia tampoco necesitará apartar tiempo mañana para oír el caso, que pasarán años, quizá décadas, para llegar a eso, si Belice quiere.
Sin embargo, la jugada del domingo, esa votación gris, adelantó la pelota en el terreno. Porque las opciones eran estas: dejar la bola donde estaba y postergar la consulta, atrasarla aún más al rechazar la solución judicial que está sobre la mesa, meter un autogol al buscar enfrentamiento con Belice o adelantar la pelota hacia una solución firme. Esta vez se adelantó. Como en el juego, no habrá certeza hasta que se meta un gol. Pero mejora las posibilidades.
La jugada del domingo, esa votación gris, adelantó la pelota en el terreno.
Como corolario inaplazable, hay una lección adicional que sacar de la votación del domingo. Así a usted no le importe en absoluto lo que pase entre Guatemala y Belice. Algunos comentaristas dieron argumentos para abstenerse del voto. Pero no toda votación es igual, y esta en particular lo ilustró. Siempre debemos fijarnos en la jugada y en la portería antes que en rechazar la pelota.
Hace un año y medio se armó un autogol con la votación que llevó a Jimmy Morales a la presidencia. La jugada era mala, los jugadores estaban comprados y apuntaban a la portería equivocada y, como quien sigue el futbol español, la porra cantaba por un equipo que no era suyo. Había muchas razones para que la pelota quedase más atrás en el terreno, como de hecho pasó. Acertaron los que decían que en esas condiciones había que quitar el balón e irse a casa.
Nos urge aprender del contraste entre la votación de 2015 y la votación de 2018. Más pronto que tarde estaremos ante una situación que no puede ser repetición de 2015, pero que corre mucho riesgo de serlo. El balón está en juego hoy con la selección de fiscal general, y así seguirá el resto de este año y el siguiente. Pongamos atención y esforcémonos por ganar espacio en el terreno de juego, por apoyar a quienes lo hacen. Solo la pelota del descalabro adelantará si llegamos al 2019 para escoger entre los mismos jugadores —la plana tan gastada de partidos y políticos vendepatrias y aprovechados que ya tenemos— y para hacer la misma jugada —el pacto de corruptos— de los últimos 18 meses.
Ilustración: Portería a portería (2024), Adobe Firefly