Detener la peña o marcar el cambio

Me pregunto si hoy se están poniendo las bases para la Guatemala que vivirán mis hijos a los 40 años, o simplemente tapando las grietas que se crearon mientras ellos crecían.
 
 
Al Presidente lo veo embarcado en un juego de topos. Usted conoce el entretenimiento de “maquinita”: con un mazo, el jugador enfrenta un tablero con agujeros, de los cuales ocasionalmente salen “topos”.

Su tarea es golpearlos antes de que se vuelvan a esconder. Al avanzar el juego, los topos salen y se esconden cada vez más deprisa. El asunto termina cuando los topos sobrepasan la capacidad de respuesta del jugador.

Apenas echada la moneda en la máquina el 14 de enero, el Mandatario comenzó a golpear agujeros –con topo o sin topo– en materia de seguridad. Era jugada cantada. Semanas más tarde, dio un mazazo contundente al topo fiscal. Con la invitación a discutir la despenalización de la droga también le pegó, aunque de borde, a un topo escurridizo. A principios de mayo, dio con energía indebida al topo rural en Santa Cruz Barillas. Van cuatro meses de juego y ya los topos en el Congreso comienzan a apretar el paso.

A mí me preocupa que esta gestión por machucada de topos no sea sino detener la peña. Necesitábamos reforma fiscal hace tiempo, y conseguimos apenas algo. La ola de homicidios, que ya venía bajando, también es problema cotidiano. La desnutrición no es nueva tampoco.

La pregunta para la que no veo respuesta en palabras ni acciones hasta aquí es: ¿hacia dónde vamos? Estamos apagando fuegos –nuevos y viejos–, pero ¿para qué? Si el niño desnutrido sobrevive, ¿cuál será su herencia? Seguramente los que causan muerte y dolor deben terminar en prisión, pero no veo que se esté creando una Guatemala post-narco para los demás.

Con los hechos en Santa Cruz Barillas, la cosa tomó un giro más preocupante, que no cabe bien en mi metáfora: otra vez a darle al topo de siempre, duro y en la cabeza, mientras que otro topo, el de la injusticia, salta como siempre tranquilo.

A la vez que se sigue con la necesaria gestión para resolver problemas urgentes, yo sueño con un liderazgo que dé luces sobre el destino y el camino de la nación. Pienso en mis hijos recién adultos y me pregunto si hoy se están poniendo las bases para la Guatemala que vivirán a los 40 años, o simplemente tapando las grietas que se crearon mientras ellos crecían. Valgan tres ejemplos:

  • Un ejército diferente. Poco a poco están rindiendo cuentas los soldados y oficiales responsables de masacres. Algunos procuran avanzar en esto, otros buscan detenerlo. Pero, ¿cómo será el ejército del 2030? ¿Seguiremos los ciudadanos teniéndole el mismo miedo y la misma desconfianza de siempre?
  • La plena ciudadanía indígena. La mitad de los guatemaltecos es invisible y muda para el Estado. La violencia en Santa Cruz Barillas es la contracara de una ausencia pronunciada de servicios públicos. Ponemos un parche antidiscriminatorio por acá, ampliamos un poquito de educación bilingüe por allá. Pero el problema mayor –la profunda diferencia de oportunidades que enfrentamos indígenas y no-indígenas– sigue sin abordarse. ¿Cómo encaminará el Mandatario a todos los guatemaltecos a una ciudadanía única e indiferenciada?
  • La urbanización acelerada. La profunda problemática rural con frecuencia nos hace olvidar que, como el resto de Latinoamérica, estamos convirtiéndonos en una sociedad mega-urbana, y los pobres de las ciudades también son muchos. Este es un reto municipal, pero depende para su abordaje de un gobierno central con instrumentos de política destinados a interactuar con los municipios urbanos. ¿Cómo se exigirá y apoyará desde el gobierno central que los municipios más urbanos –el de la Ciudad Capital de primero– asuman sus responsabilidades en materias tan diversas como la salud, la educación, el trabajo, la formalización del empleo, la productividad y la vivienda en favor de los más pobres?

Ya sabemos que el Presidente es políticamente conservador. Tampoco se vale dudar de su pericia política. La aprobación acelerada de la actualización fiscal y el globo de la legalización de las drogas son muestras de ello. Ahora bien, conservadurismo no riñe con innovación, y mucho menos excusa de tener y compartir un sentido de dirección. Sin embargo, a estas alturas Pérez Molina se está definiendo más como gerente “machucador de topos”, que como líder que marca la ruta del cambio. Antes de que se acabe la luna de miel –y los días pasan inexorables– bien harían él y sus asesores en aclarar esto, o resignarse al futuro ya previsible.

Original en Plaza Pública

Verified by MonsterInsights